“Pequeños fuegos por todas partes”, título de la novela en España y que por váyase a saber qué motivos nuestros distribuidores han decidido dejarle el original de “Little fires everywhere”, bebe de uno de los grandes éxitos de la televisión de los últimos años como es «Big little lies» (otra que dejando el título en inglés parece dar un aura de prestigio). Historias con protagonismo femenino, donde en una comunidad idílica de clase acomodada aparece alguien que no parece acoplarse a la puritana moral. El problema radica en que los retoños de ambas mujeres comienzan amistades que las progenitoras usaran como ariete contra el resto. En este caso tenemos una feliz madre, rubia, casada y con cuatro hijos, tres perfectos y la menor conflictiva y, por otro lado, otra madre coraje, negra, soltera, artista y con una única adolescente. La confrontación entre las dos señoras se hace patente en cada uno de los ocho episodios, pasando de la simpatía al odio sin rubor.
El arranque es formidable, ya que vemos un pavoroso incendio en la casa de una hundida familia. Los bomberos explican que las llamas son provocadas por los pequeños fuegos en varios puntos a los que alude el título. A partir de ahí, comienza un largo flashback que nos lleva a esa situación y a su conclusión. Un mundo de secretos y mentiras que va decayendo, con un buen comienzo que se va perdiendo en tramas cada vez más inverosímiles y un cambio de roles que no termina de convencer, ya que la evolución del personaje de la señora Richardson es impresentable, pasando de ser una puritana ególatra pero simpática a una despiadada hiena ávida de sangre y su antagonista una madre discutible y perniciosa a un ejemplo de superación y educación de vástagos. Un cambio de roles que no está conseguido, de hecho es una fórmula que donde mejor ha funcionado es en la ópera, como ejemplo “La Reina de la Noche” de “La flauta mágica”. El problema es que sus responsables no son Mozart y quedan lejos de su talento (solo recordamos un plano de interés en todo el serial, un acercamiento circular a las dos protagonistas de jóvenes).
En lo que sí funciona es en el reparto, donde todos están bien pero destacan Reese Whiterspoon y Kerry Washington, dentro de un elenco de jóvenes y veteranos que consiguen que sus papeles funcionen, otorgando protagonismo y capacidad de elección a las mujeres. Interesante resulta la joven e inteligente Pearl que elige al “castigador ligón” frente al culto y refinado de los hermanos, demostrando quien tiene el poder, como por otro lado suele suceder al revés. Lo que sí es extraño es la resolución del caso de la niña abandonada y adoptada, donde parece que se orienta a vulnerar las leyes siempre que estas nos parezcan injustas o vulneren nuestros sentimientos más primarios. Ese es el caso más flagrante pero no es el único, pues el pasado de Mia también hay algún otro incidente de este tenor. Otra conclusión es la superioridad del modo de vida bohemio y alternativo frente a la comodidad del hogar, la familia tradicional y el intentar prosperar ganando dinero. El arte es interesante y una forma estupenda de realizarse pero lo que vemos en pantalla es una manipulación tóxica, pues la familia perfecta solo es un nido de hipocresía y de influencias negativas mientras que el abandono de los hijos y la falta de figura paterna es la forma ideal de tener un retoño superdotado y que haga suspirar de amor a todo el mundo. Un mundo de blancos y negros donde no existen los grises.
“Pequeños fuegos por todas partes” es entretenida a ratos, bien interpretada y con un interesante envoltorio exterior que una vez que se empieza a rascar deja a la vista sus múltiples defectos argumentales. Un ejemplo claro de cómo ir de más a menos. Tanto como el ritmo que empieza pausado, acelerándose a límites inconcebibles en los últimos capítulos.
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