El Dr. Dolittle fue un personaje creado en los años veinte por la pluma de Hugh Lofting. Un clásico de la literatura infantil que ha servido de soporte para un sinfín de novelas hasta la década de los cincuenta sobre un curioso médico con la capacidad de comunicarse con los animales aunque en la gran pantalla no ha tenido la misma suerte que en el negro sobre blanco.
La primera versión fue en clave de musical con “El extravagante Doctor Dolittle” (1967), un desastre financiero y artístico, con un imposible Rex Harrison, intentando repetir el éxito de “My fair lady”, y un Richard Fleischer desbordado en la dirección que casi hunden la 20th Century Fox, como podemos leer en la entretenidísima segunda parte de “¡Qué ruina de película! (Los grandes fiascos del Nuevo Hollywood)” de Juan Tejero (T&B editores). Mejor en taquilla fue el siguiente acercamiento con “Dr. Dolittle” de Betty Thomas, con un Eddie Murphy todavía considerado una estrella. La cinta prescindía de las canciones y se basaba en la comicidad de su protagonista y en buscar a toda la familia como público objetivo. Malas críticas pero éxito para la Fox, quien siguió exprimiendo el filme con una esperpéntica continuación con Murphy de nuevo de estrella y un par más de bajo presupuesto e ínfimo resultado, con Kyla Pratt como la hija de Dolittle. Ahora le toca a Universal volver con “Las aventuras del Doctor Dolittle”, una superproducción que parece abocada al desastre, lo que no va a ayudar a su productora tras el fiasco de «Cats».
Y no es de extrañar, pues sus responsables parecen haber olvidado la importancia del guion en pos de sorprender con una multitud de efectos especiales que gusten a niños y mayores, pues como en las de Eddie Murphy se busca llevar al mayor número posible de familias a las salas, olvidando buscar el Oscar como en la de Richard Fleischer que consiguió una inmerecida candidatura a mejor película. El “libreto” de Stephen Gagham, Thomas Sheperd y Cris Mc Kay adolece de un mínimo de sentido, pues tras una presentación rápida y en dibujos, nos presentan veloz el conflicto y más rápido se desencadena la acción y el desenlace. Esa prisa, lastra cualquier atisbo de calidad escrita, pues todo sucede vertiginosamente, convirtiéndose todos los personajes en meros arquetipos, sin ninguna profundidad. Parece que la idea es mantener al público entretenido con el festival de animales parlantes aunque no importe lo que suceda, copiando aciertos de otros largometrajes tan dispares como algunos de los de Tim Burton, “El libro de la selva”, el cine clásico de piratas o “El hobbit” pero con una mezcolanza que no termina de funcionar nunca.
Tampoco los actores están bien, con todo un reparto “pasado de vueltas”, comenzando por Robert Downey Jr., siguiendo por Antonio banderas o Jim Broadbent y acabando con un mega histriónico Michael Sheen, sumando a la repelente Lady Rose de Carmel Laniado que recuerda a la caprichosa e insoportable Veruca Salt de “Charlie y la fábrica de chocolate”, lo cual es espantoso pues la idea de la niña en el film de Tim Burton era que nos cayese mal mientras que aquí… a saber lo que pensó Stephen Gagham, que llevaba cuatro años sin dirigir y que visto el resultado final, no solo firma su peor trabajo hasta la fecha sino que va a ser complicado que le vuelvan a entregar el mando en otro proyecto con tanto presupuesto. Por salvar algo, nos quedamos con la colorista fotografía de Guillermo Navarro, en la línea de lo que Claudio Miranda realizó en “La vida de Pi” de Ang Lee y la banda sonora de Danny Elfman, autohomenajeando sus músicas para Tim Burton.
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