Otra serie que adapta un cómic, esta vez del guionista Garth Ennis (creador también de la excelente The preacher) y el dibujante Darick Robertson. La serie no es tan macarra ni violenta como el cómic de Ennis pero sí igual de entretenida. Sigue el sendero desmitificador de los súper héroes que inició Alan Moore con Watchmen (vamos, que tener un súper poder no significa que seas buena persona) e incluso va algo más allá convirtiendo a los superhéroes en productos de consumo masivo. Como si de prefabricadas estrellas del celuloide o el pop, los superhéroes son controlados por una gran empresa que gestiona su imagen, sus apariciones e incluso tiene mucho que ver con sus orígenes. Los héroes son títeres del capitalismo mientras ellos mismos sucumben a sus miserias más mundanas (vanidad, adicciones, lujuria, etc). Por suerte, hay un grupo de humanos (The boys) que está dispuesto a desenmascarar toda esta farsa.
The boys cuenta con un guión ágil que no aburre en ningún momento ni da la impresión de estar viendo minutos de relleno. Tiene la virtud de no tomarse nunca a sí misma demasiado en serio, algo que siempre es de agradecer cuando aparecen tipos con capa y el calzoncillo por fuera. No es tan profunda ni compleja como Watchmen, ni falta que hace. Por ahora, la trama avanza siempre a buen ritmo y sin parones narrativos. Los personajes tienen bastante carisma y se hacen pronto con el favor del respetable. Butcher y Hughie forman un dúo no siempre bien avenido pero que se necesitan mutuamente. Debo destacar al personaje de Patriota (Homelander, interpretado maravillosamente por Antony Starr). Patriota podría ser el reverso tenebroso de Superman o el típico héroe americano (guapo, rubio, fuerte) que encarna todos los valores familiares y religiosos norteamericanos pero que tiene un fascinante lado oscuro. Como podréis suponer, The boys no deja títere con cabeza y es otro perfecto ejemplo de ciencia ficción como crítica de la realidad. Los ocho episodios de esta primera temporada aprueban con buena nota y nos dejan con ganas de más. Habrá que seguirle la pista.
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