En 1974 Ingmar Bergman construyó el mejor relato posible sobre la crisis de pareja en “Secretos de un matrimonio”. Años después, en 1992 Woody Allen ahondaba más en el tema en su imprescindible “Maridos y mujeres”. Dos variaciones sobre el mismo tema, jugando con el cine documental enfocado en un drama moral y una tragicomedia. Algo de ellas tiene esta “Historia de un matrimonio”, original retrato de una separación y de cómo se puede perder el amor y con ello las formas. El responsable es Noah Baumbach, nominado al Oscar hace cerca de quince años como guionista y cuya carrera en el cine independiente americano va en progresión, hasta alcanzar su definitivo “cénit” con esta historia, donde sin duda lo mejor son sus actores y un guion, inteligente y con algunas soluciones narrativas admirables.
Charlie y Nicole ya no se quieren. Se han amado mucho pero eso ha pasado. Él es un director teatral con un enorme futuro por delante y ella una actriz que piensa que ha dejado Los Ángeles por Nueva York y ese cambio le ha perjudicado. Tienen un hijo en común y ambos desean darle la mejor educación. Preparan un amistoso divorcio que debería resolverse rápido pero los abogados son gente sin escrúpulos, ganando mucho dinero con estos conflictos y sacando lo peor de buenas personas. Parece ser que Baumbach, para su mejor obra hasta la fecha, se ha basado en su propia vivencia, junto a la de más personas que han pasado por este “amargo trago”. Y eso es lo mejor de las dos horas y cuarto de metraje, ver como dos buenas personas, ofrecen lo peor de cada una en busca de su egoísmo. Como un proyecto en común se convierte en una historia individual. Para ello recurre a unos extraordinarios Adam Driver y Scarlett Johansson, que muestran con cada gesto y mirada esa complicidad que se va perdiendo. El largometraje le da más protagonismo a Driver y el espectador entenderá mejor su titánica lucha por mantener su trabajo en Nueva York y cuidar a su hijo en Los Ángeles. Otro punto fuerte son los tres “representantes de la ley” encarnados por Laura Dern, quien tiene una secuencia prodigiosa explicando la nula perspectiva de género en la justicia, Alan Alda quien encarna el lado humano, aunque cínico, de estas personas y Ray Liotta como el “depredador” que solo desea ganar sin importar ninguna otra motivación.
En el lado menos positivo se encuentra el niño, sobre todo en la delirante secuencia de la trabajadora social que viene a estudiar a padre e hijo. Una serie de inoportunas preguntas con una navaja finalizará con un corte profundo en el progenitor. Lástima que luego se olvide y no vuelva a mentarse. Quizás en el pequeño problema de puesta en escena, pues algunas fases son buenas aisladas pero “chirrían” en conjunto, como la antes descrita o el improvisado “karaoke” de Driver. Aun así la encontramos favorita para los próximos premios en la modalidad de guion original.
De nuevo, Netflix arriesga con esta producción, cambiando las reglas establecidas para los estrenos cinematográficos y demostrando poder ir a competir de tú a tú con las grandes productoras de Hollywood. Seguro que “Historia de un matrimonio” va a tener una buena cantidad de nominaciones importantes (de hecho ya ha conseguido seis a los Globos de Oro). Un drama contemporáneo que sin llegar a la grandeza de Bergman y Allen, sí se convierte en el retrato “millenial” de la crónica del desamor, aunque no todo el mundo pueda ser importantes miembros de la “farándula”, del arte, tener un piso en Nueva York, otro en Los Ángeles y pagar disparatadas sumas de dinero a abogados. Unos tipos que acaban montando un sistema kafkiano, ya que el inicio de lo que parece ser una separación amistosa se convierte en un laberinto tipo “El proceso”, lleno de soluciones delirantes que pueden acabar con el trabajo de una vida para pagar costas judiciales.
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