Las tradiciones son para disfrutarlas y sentirlas. Jamás para ser impuestas. Entonces pierden su razón de ser que no es más que convertirse en reflejo del fervor popular. Cuando abandonan las calles y se oficializan en despachos que pretender sacralizar opiniones mundanas se produce un cambio de manos. Y casi siempre con intereses de por medio. Ciudad de tradiciones es Sevilla. Pero sobre todo ciudad de sensaciones. De largos paseos por el Parque de Maria Luisa. De siglos de historia en el curso del Guadalquivir. De mirada regia de la Giralda y cautivadora de la Torre del Oro, altiva vigía desde una de las orillas con solemne guardia de los puentes que cruzan a Triana. Paraiso de aficiones mundanas y devociones divinas, donde las tapas saben a gloria sin necesidad de ascender a los cielos. Ciudad sacra y pecadora. Paso de horquilla cerca de la Catedral. Vaso con hielo en la Alameda de Hércules a las puertas de templos como el mítico Fun Club o el encanto del Corto Maltes.
Sevilla es ciudad de alta tradición rockera. Siempre con bandas a su alrededor manteniendo vivo el omnipresente rock sevillano. Unos que se van y vuelven bajo otro nombre. Bandas que siguen ahí aunque nadie lo crea. Que rehacen el camino andado. Otras que se convierten en presente como reflejo de una nueva generación. Siempre una guitarra y algo que decir. Malamute es una de ellas. Nace en 2016 alrededor de Paco García. De su voz, sus letras y su guitarra. La formación se ha convertido en culo de mal asiento. Músicos van y vienen. Mientras tanto dejan dos ep’s por el camino. El segundo este “Desierto” editado en septiembre de este año.Lo suyo -según cuentan ellos mismos- es el power pop, el rock americano de los Black Crowes y el castizo de Los Enemigos. Seis canciones más un reprise de la inicial “Tucson Sevillona” como bonus track. Genial título. Al Sur del Sur ya tenemos a Cadizfornia y a Tucson, Sevillona. Precisamente la canción con ese nombre es la que abre este “Desierto” a orillas del Guadalquivir a base de ritmos inspirados en las viejas carreteras de la tierra del Tio Sam. “El blues de la máscara” combina guitarras marcadas por acento southern con esa melodía de voz de tendencia más pop. “Desierto” repite la fórmula. Esas guitarras se te meten en la espina dorsal.
“Intoxicada” suena canalla, callejera, deslenguada. Algún eco a Siniestro Total me llega al escucharla. “La razón que debía tener” es un rocanrol a Los Enemigos directo y guitarrero. “Tu y yo” tiene aroma a los ochenta mientras se desliza con sus guitarras callejeras. Un reprise de “Tucson, Sevillona” de ritmo más campestre pone punto y final a este “Desierto” ideal para regarlo con unas cervezas frías al calor de algún bar.
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