Los años ochenta fueron duros para Disney con «batacazos» en taquilla como «Tarón y el caldero mágico», «Basil, el superdetective» u «Óliver y pandilla» que hicieron que la empresa del ratón Mickey estuviese al borde de la quiebra, merced, entre otros motivos, a que los números musicales no funcionaban con canciones lejos de las mejores de la compañía. Por eso deben agradecer tanto que llegase Alan Menken para volver a reeditar su dominio en la animación con cuatro películas que cimentaron las bases del poder que ahora mantienen, como fueron «La sirenita», «La Bella y la Bestia», «Aladdin» y «El rey Leon». Con los años, y entre otros negocios, llegaron al mundo del musical de Broadway con «La Bella y la Bestia» que estuvo décadas en cartel seguido de «El rey león», convertido en uno de esos espectáculos que hay que ver y que llena noche tras noche, año tras año allá donde se estrena. Desde 2011 «Aladdin» sigue la estela de los musicales Disney y en Londres cumple su segunda temporada en el Prince Edward Theatre, cerca de Tottenham Court Road, en pleno corazón del West End, un coqueto teatro de poco más de mil localidades.
El musical sigue la línea marcada por el largometraje, estrenado hace más de veinticinco años, con algunas pequeñas diferencias, la más notable, por ser cantada, es el primer tema tras la obertura, el precioso «Arabian nignts» que aquí canta el genio para continuar con las mismas canciones: «One jump ahead», «Proud of your boy», «These palace walls», «Babkak, Omar, Aladdin, Kassim», «A million miles away», «Diamond in the rough» para concluir el primer acto con la mítica presentación del genio con «Friend like me» y el final donde todo empieza a ser apoteósico, cosa que se confirma en el inicio del segundo acto con la inenarrable y antológica «Prince Ali» y el tema de amor, con la que ganó el Oscar la película, «A whole new world» para ir en un «crescendo» hasta el final que suele dejar «con la boca abierta» al espectador, manteniendo el tono de aventuras, amor, humor y acción del original.
La puesta en escena es de las que apabullan, y eso que va de menos a más, pareciendo en el «Arabian nights» más intimista pero en un momento nos encontramos en un zoco, con infinidad de bailarines, cambios escénicos a cada cual más rápido y espectacular, con unos juegos de luces maravillosos y unos efectos especiales alucinantes, el claro ejemplo es la alfombra voladora en «A whole new world» que deja al público sin palabras, enriqueciendo la música de Alan Menken y la letra de Howard Ashman y Tim Rice. Un festival de luz y color que dirige desde la orquesta con buen tino Alan Williams.
En cuanto a las voces hay tres que destacan dentro de un reparto que es inmenso tanto en las voces como en el cuerpo de baile. Esos son el Aladdin de Mathew Crooke, tan buen cantante como atleta y bailarín junto a la Jasmin de Jade Ewen, no tan espectacular como su «partenaire» pero también sensacional y el arrollador genio de Oliver Lidert, voz, humor y baile conjugado a la perfección y que dota a su personaje de unos matices similares a los que conseguía Robin Williams, o Josema Yuste en la versión española, en el filme.
Parece claro que Disney lo ha vuelto a conseguir, con otro musical que estoy seguro que cuando llegue a nuestro pais será uno de esos que todos querremos ver y que hará disfrutar a niños y mayores por igual…porque ese es uno de los secretos de la productora, ya que no hace falta la excusa de llevar a los niños a ver el espectáculo. Solo hay que hablar con cualquiera para darse cuenta como la gente suele excusarse en hijos o sobrinos para ver las películas mientras que se habla del musical como un producto adulto y exclusivo.
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