Titular un disco debut bajo el epígrafe estilístico de ‘Action Rock’ podría llevarnos a pensar que la banda en cuestión no tiene excesiva originalidad además de saber de antemano qué es lo que te vas a encontrar entre sus surcos y esto tiene un arma de doble filo que te hace plantearte dos opciones; o lo dejas pasar y buscas un producto más personal y único (snobismos varios vamos…) o directamente te dejas llevar por un estilo y un género que explosionaron a finales de los 90’s y que aún a día de hoy sigue entreteniendo con nuevas bandas que cogen el testigo del high energy rock’n’roll por las pelotas y le dan un nuevo giro de tuerca. Os imaginaréis que soy un rock’n’roler muy poco exigente (y snob) pues el que suscribe se encuentra entre los que se quedan muy a gusto en la segunda opción. Faltaría más!!!…
Seguro que con este powertrio te dan hasta ‘temblores’!!!…
Bien, aquí estamos, sí!, con los suecos de Göteborg, The Drippers, que han sido fantasticamente pinchados en las ondas por El Capi en su El Behringer del Capi. Si bien en un principio los mimetismos con los desbocados primeros Hellacopters y Gluecifer, incluso con New Bomb Turks, me hicieron tener mis reservas, lo cierto es que con el tiempo me fueron entrando hasta que ha llegado, por fin, su primer disco, Action Rock (2019), que pone las cosas en su sitio y demuestra que no tenemos a una ‘impersonator band’ sin gracia y que están llamados a coger el cetro del High Energy/Action Rock con sus hermanos y colegas de juergas y giras, Scumbag Millionaire.
Pretendo con esta reseña ser lo más breve y action rocker posible. ‘Los Goteros’ se estrenaron hace dos años con un incendiario single, Full Tilt Boogie (2017), que fue su carta de presentación para comenzar a girar por toda Escandinavia y parte de su extranjero. Dos años después tenemos un debut tan incendiario, rabioso y enfurecido que quema entre las manos, ¡y no os miento!. A las bandas antes citadas como referentes, se les une en este caso el espíritu y las gónadas de Motörhead en dos de los temas más atronadores del disco, «White Light» y «Bottled Blues» (Mr. Kilmister Is Alive!!!) en donde la base rítmica impone su ley tal y como hacía el Dios Lemmy. En fin, que el disco es una montaña rusa de electricidad del más alto voltaje con explosivas cuchilladas caso del inicial «(Ain’t No) Shangri-La» tan deudor de aquel Supershitty To The Max o el patea-culos «Gimme The Shakes», de cierto parecido a los Bloodlights con una sobredosis de speed del carajo. Paro aquí, no sigo, que los decibelios y la mala baba de los suecos te sodomice sin remedio…
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