Aunque el gran experto en sonidos desérticos es el camarada Púpilo Dilatado que nos deleita con sus oleadas stoners y llena nuestros altavoces de guitarras poderosas y sonoridades áridas, me vais a permitir que hoy sea yo quien se descuelgue con un disco que me ha atrapado irremisiblemente, a base de guitarrazos, riffs marcados y una forma de componer cercana a las estructuras más clásicas del género. Se trata de lo nuevo de los sudafricanos Black Pistol. Tirando de cliché, no puedo remediar soltar aquello de que este es de esos discos que no hacen prisioneros. Es cierto que igual habrá gente que los considere no demasiados evolucionados, o estancados en una forma de entender el stoner que pueden precisar que se ha quedado un poco atrás en el tiempo. Pero reconozco que esas hechuras en las que no esconden sus influencias tanto hard rockeras como metálicas son las que a mi me ponen a cien y me convencen para caer de bruces frente a los pecados del padre que me ofrecen el cuarteto sudafricano. Diez canciones en los que el riff es el camino elegido a seguir, a disfrutar, a honrar como buen sacrificio ritual descarnado.
Abre el disco «Nowhere to run» en la que melodía y potencia forman un dúo vencedor. Influencias clásicas se combinan a la perfección con ese retumbar stoner que desprenden. Las guitarras de «Call to arms» gritan hard rock en voz alta, y además la letra no deja duda de como sienten estos tipos lo que hacen. Guiños sureños se dan vida en ese riff. Cojonudo. Me la apunto para momentos posteriores. Para «Devil in disguise» es el bajo quien toma el control de la situación antes de que el riff te machaque induciéndote a un headbanging sin fin. Magnifico estribillo. Puro stoner. No way out dudes. Siguen machacando vertebras esta vez con el ritmo hipnótico y repetitivo de «Down the hatch» y su espíritu punk. Si, he dicho punk, o hardcore como influencia incrustada ahí en medio. «Heaven & Hell» no solo bebe de Black Sabbath en el nombre, aunque adivino ciertas influencias en el riff inicial de bandas de la NWOBHM como Witchfinder General que se pierde pronto para dejarnos quizás una de las canciones más flojas del disco. Ojo que no mala, pero si es cierto que baja respecto al nivel del resto.
«Sins of the father» recupera el pulso con un riff potente y unas líneas vocales muy melódicas que incluso pueden añadir más influencias aún al coctel sonoro que estos tipos manejan con destreza. Me gusta el estribillo que suena a momentos clásicos dentro del hard rock. Probablemente junto a «Call to arms» mis favoritas del disco. «Psycho maniac» repite esquemas anteriores, buscando una fórmula magistral que los defina como banda. Por cierto, ¿a quien os recuerdan en el estribillo?. «Disease» se lanza a por todas, no dando tregua y poniendo como caballería pesada el riff. Y es que este, amigos, es el santo y seña de todo el disco. Para que no haya dudas. «Evil» incide en la potencia como prueba palpable, aunque la línea vocal a veces me descoloca un poco. El último pecado del padre viene con el bajo pegándote en el pecho como carta de presentación de «Preacher». Un muy buen disco de stoner de vieja generación, con el hard rock y el heavy metal como influencia palpable y el omnipresente riff como centro de la plegaria.
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