Domingo. Día del Señor.
Hablar (o mejor dicho, escribir) de lo ocurrido en la Caja Mágica ayer es algo que me cuesta. Y me cuesta porque aún soy incapaz de procesar muchas cosas. Yo me entiendo.
Al llegar al recinto Toundra ya estaban en el escenario principal llenando de atmósferas y melodías todo el recinto. Tanto, que no me extraña que aún hoy haya esquinas o pequeños recovecos en los que todavía quede el eco de canciones como “Cobra” o “Kitsune”. Una deuda más que cierro al verlos. Logro conseguido.
Poco más hubo que esperar para que Max Cavalera y su gente de Soulfy se plantasen en el escenario y nos recordasen por qué en el Groove Metal es imposible ser un espectador estático. Imposible no mover el cuello con esos riffs pesados acompañados de la percusión brasileña. Desde la clásica “Back To The Primitive” a la última “Ritual” ninguno de los ritmos quedó exento a atención. Aunque el tiempo disponible, como siempre pasa, no es eterno, sí que es cierto que todos los allí presentes nos quedamos con ganas de lo que ya sabréis. Pero en fin. Habrá que esperar a una próxima ocasión para escuchar material mucho más antiguo (no hace falta que escriba ese nombre, ¿verdad?)
Como en todo, la evolución es inevitable, y muchos de los ritmos que Architects nos dedicaron no podrían ser concebidos sin la estela de bandas como Sepultura (ea, ya lo he dicho). Así que ni que decir tiene que muchas piezas empezaron a cuadrar. “These Colours Don’t Run”, “Gravedigger” y “Hereafter” fueron tres de los himnos que la magnífica voz de Sam Carter no recitó sola. Estábamos con él.
La noche se iba acercando. Y de nuevo una extraña dualidad se puso de manifiesto. Mientras Watain demostraban por qué son los que han recogido el testigo de Dissection, aportándole un nuevo aire además de su toque propio; Sum 41 llenaba de energía positiva al público. “Furor Diabolicus” e “Into Deep”, “The Child Must Die” vs versiones fugaces de Queen (“We Will Rock You”) y Pink Floyd (“The Wall”). Cada una provenía de un mundo, una realidad distinta, y aún así parecía que habían convivido desde siempre. Una extraña casualidad que no dejamos de celebrar.
Y llegó el momento. Lo que muchos esperábamos durante tanto tiempo que éramos incapaces de recordar la cuenta. Tool iba a salir a escena. Ya sin hacer nada, sólo viendo que el escenario estaba montado y que iba a ser real desató una histeria silenciosa en la gente. Una histeria que se revolucionó en cuanto el más mínimo sonido se puso de manifiesto. Y se hizo realidad.
Hablar de lo que fue anoche para mí ver a Tool es algo que se me antoja prácticamente imposible. Imposible porque no soy capaz de procesarlo. Aunque con el amanecer haya llegado un nuevo día para mí no es así. Una parte de mí sigue viviendo en esa noche. Y no quiero abandonarla, ya que tengo la certeza de que jamás veré nada parecido. Tool están más allá de este mundo. Hay personas en cada una de las ciencias y disciplinas que pueden ser cultivadas que llegan a sitios donde el resto no llegaremos jamás. Y Tool son de esa pasta.
Da igual que hayan pasado trece años. Da igual que no pisen nuestro país desde 2007. Da exactamente igual todo el tiempo de silencio que quieran establecer, porque cuando rompen ese sello es porque tienen algo que decir. Algo importante.
Anoche escuché temas que llevaban sonando en mis reproductores de música durante lustros de una manera antes no concebida. Las luces me obnubilaron, las proyecciones me cautivaron, el sonido me estremeció. Jamás creo que pueda estar ante algo tan grande y precioso a la vez.
Pero todo esto es mi primera impresión. He de rumiar este concierto a lo largo de mucho tiempo, porque sólo así podré comprender una mínima parte de lo que aconteció.
No sé qué más decir. Sólo quiero viajar unas horas atrás en el tiempo para volver a vivirlo. Y para ello no necesito una máquina del tiempo. Tengo mis recuerdos.
[divider]FOTOS CEDIDAS POR LA ORGANIZACIÓN[/divider]
Tool es a la música lo que el Don Quijote a la Literatura.
He dicho.