En los años 90, una manera muy habitual de descubrir un grupo nuevo, era gracias a algún amigo que te recomendaba algún disco que se había comprado y si tenías mucha confianza con él, pues te lo grababa en una casete para poder escucharlo también, y esa fue la manera en que me llegó este disco “Storm Of The Light’s Bane”, el primero que escuché de la banda sueca Dissection, y que me abrió las puertas a un estilo musical donde los ritmos rápidos y voces desgarradas se mezclan con partes más melódicas, con guitarras acústicas y una voz tranquila que nos cuenta una historia. Con el tiempo y ya trabajando, pude agenciarme el disco en digipack que incluía el Ep “Where Dead Angels Lie” y disfrutar del original con esa magnífica portada obra de Kristian Wahlin, con el sobrenombre de Necrolord, con esa muerte a lomos de un caballo negro que nos indica el paso del tiempo con un reloj de arena. También me compre el primer disco de la banda, “The Somberlain”, y el directo “Live Legacy” que se lanzó Nuclear Blast, mientras los fans de Dissection esperábamos pacientemente a que su líder y único miembro permanente del grupo cuya formación cambiaba incluso durante las giras, Jon Nödtveidt, saliera de la cárcel tras ser condenado por colaborar en asesinato. Ya en el 2006 pudimos disfrutar de su tercer disco, “Reinkaos”, unos meses antes de que Jon Nödtveidt decidiese acabar con su vida de un disparo.
Una banda como Dissection marcó época y estilo con solo tres discos, aunque siempre he sido más predilecto de los dos primeros, que me acompañaron durante muchos años y que todavía disfruto de vez en cuando para recordar mis años mozos y las sensaciones que tenía cuando disfrutaba de sus canciones con los cascos, ya que cuando lo ponía en el equipo de música, siempre solía sufrir la queja de algún compañero cercano, que no soportaba el constante tronar de la batería que marcaba el ritmo a las guitarras y esa voz que salía de la oscura noche del invierno sueco.
Mis compañeros de esta página posiblemente se centren en las letras de las canciones, donde Jon trasmitía sus ideas personales sobre la vida, lo que le llevó a pertenecer a la Orden Luciferana Misántropa, como recalcaba en los libretos de sus discos. Yo lo que animo es a sentarse tranquilamente y dejarse llevar por este tren arrollador que con cada tema nos va trasportando por un paisaje oscuro y boscoso con otros momentos de tranquilidad donde el paisaje se vuelve cálido gracias a la breve salida del sol en los inviernos de las tierras escandinavas.
Que lo disfrutéis.
Seguidamente, el Staff, pasa a opinar sobre esta obra. Y si te apetece, puedes dejar también tu comentario.
OPINIONES DEL STAFF
Bernardo
De nuevo, regresamos a la reseña de un disco escogido por un colaborador, al cual, el resto damos nuestra impresion. Me gusta esto porque me hace salir de mi zona de confort musical para descubrir otros mundos. La eleccion de la banda, Dissection, es para mí todo un viaje a territorio inexplorado, pues escuchar death metal es como viajar a lugares remotos, ya que ni dispongo de fundamentos ni conozco la historia del género. Vamos, un neófito en la materia que soy.
Una intro de unos tres minutos que parece propia de la apertura de las puertas del frío metal de Morannon (la puerta negra de Mordor), nos prepara para una hora de trepidante y virtuosa velocidad de guitarras que escasamente dejan espacio sonoro ni respiro. Sorprende que la voz no sea tan gutural, lo que me permite lograr cierta interacción con las canciones que sí disponen de bastante carga melódica llena de diabluras a lo Paganinni.
No es mi estilo pero he de reconocer que puedo apreciar las bondades de este trabajo como puerta para conocer el género y que sirva como standart de medida para ser comparado con otros.
Carlos
Que el disco elegido para rescatar esta sección haya sido «Storm of the light’s bane» ha sido una acertada jugada por parte de mi compañero David Galeote, porque estamos hablando de un disco considerado una joya imprescindible por una minoría, en contraposición de una mayoría que posiblemente ni tan siquiera conozca su existencia o aún siendo consciente de su lanzamiento en el lejano ya 1995 no tenga la osadía de acercarse a su escucha.
Hablar de black metal es muy complicado. Alguién dijo una vez que posiblemente fue la última expresión de arte vanguardista. No se si la última, pero tal afirmación no está exenta de razón. Me reafirmo en la dificultad de afrontar un estilo tan controvertido en todos los aspectos como el black metal. Muchos se centran en el sensacionalismo que pueden suscitar sus letras y actitudes. Otros reclaman que el centro de toda controversia sea única y exclusivamente su música. Pero en mi opinión, no se pueden obviar unas ni otras. Tanto letras como música (y simbología que le rodea) forman un ente completo.
Viajar a principio de los 90 acompañado del gélido aliento del black metal nos lleva sin duda a Noruega y eso hace que a veces dejemos en un segundo plano la escena sueca, a la que concedemos el honor de haber revitalizado el deaht metal como mérito propio. No olvidemos que las relaciones entre el Inner Circle noruego y la escena Black sueca no eran buenas (a pesar de que sí que llegó material sueco a manos de Euronymus y su sello Deathstrike like Silence). Los primeros odiaban a los segundos a los que consideraban unos impostores, una pura pose. También a sus otros vecinos Finlandeses. Y viceversa. Varg Virkeness declaró al fanzine Kill Youself Zine: «las únicas bandas auténticas son las noruegas, las bandas finlandesas no son más que unos estúpidos payasos…». Como anécdota recordar que en la contraportada el debut de Impaled Nazarene se podía leer: «Tol compt Norz Norz Norz» es decir «No se aceptan pedidos de Noruega».
Pero centrémonos en Dissection. No olvidemos el papel tan importante de Suecia a principios de los 90 con lo que muchos denominaron el sonido Goteborg o (término que no me gusta nada personalmente) death metal melódico.
Dissection venían de publicar un primer disco «The somberlein» que sí se ajustaba a los esquemas del black metal nórdico. Esa batería es inconfundible. Pero estamos en el 95 y la escena noruega se encuentra en el filo de la navaja. Por un lado los propios músicos se comienzan a cansar de su sonido inicial e investigan otros parámetros que asociar a la oscuridad. Mayhem cambiaba su concepción de brutalidad. Emperor daba un paso adelante para lo que se denominaría black metal sinfónico. Una nueva generación de bandas tanto en Noruega como Dimmu Borgir o en UK como Cradle of Filth tenían acceso gracias al interés de los grandes medios metálicos a un público mayoritario dentro del metal. Y por otro, muchos paralizan su actividad por los juicios y condenas por inciendios, asesinatos, agresiones… Dissection para grabar su segundo disco firma con Nuclear Blast lo que hace que muchos puristas ahoguen sus quejas entre murmullos. No eran los únicos, y eso a muchos no les cuadraba del todo. Salir del círculo de pequeños sellos que incluso se unían para editar grabaciones, aprieta demasiado las tuercas a una escena donde el nihilismo se adora de manera malévola. Por fin, en noviembre de 1995, ve la luz (desafortunada metáfora) «Storm of the light’s bane» donde ya su portada es como un escalofrío en tu columna vertebral. Esa parca en su corcel con su afilada guadaña en una mano y un reloj de arena en la otra parece acercarse a ti desde la fría y helada estepa nórdica anunciando que cualquier intento de escapar es en vano.
Musicalmente el disco es una auténtica maravilla. Acompañada por unas letras de contenido maléfico y poéticas influenciadas por la militancia de Jon Nödtveid en la Orden Luciferiana Misántropa. Arropada por una producción excelente que permite saborerar cada instrumento, cada cambio, cada desarrollo que Dissection reflejan en este disco presentando esa dualidad entre calma y agonía que se ve reflejada por los intervalos acústicos y las oleadas sónicas que se dan cita ineludible en este trabajo. La perfecta combinación de melodía y atmósferas gélidas que convergen en este disco es algo al alcance de muy pocos. Escuchar una canción como «Thorns of Crimson Death» y no caer rendido a su grandeza es querer cerrar los ojos y negar la evidencia. Sin dejar de lado su influencia por el metal de corte más clásico como se puede apreciar en «Where dead the angels lies» que resume como un perfecto manual las bases del llamado death melódico. Desde la decadente intro con «The fathomless depth» a esa avalancha titulada «Night’s blood» con sus intervalos melódicos de tensa calma donde te sientes como cuando aprovechas ansiosamente esos segundos de sosiego para recobrar el aliento antes de que se te venga encima la última embestida del enemigo, hasta finalizar con la instrumental «No dreams breed in breathless sleep» donde el solo de piano brilla en este compendio de oscuridad para un disco donde sobresale ese aire marcial tan propio de ciertos compositores de música clásica que de un modo extraño quizás también aparece como referencia en la música de Dissection. Una obra cumbre no solo del metal extremo.
César
Se nos conmina desde la parte más oscura y extrema del Staff de Rock, The Best Music a comentar el segundo disco de los suecos Dissection, una de las bandas más identificativas e icónicas del Blackened Death Metal escandinavo de los 90’s.
Para el oído neófito en este tipo de música extrema, reconozco que Storm Ot The Light’s Bane no es un album fácil a la hora de adentrarse en los inhóspitos y hostiles parajes gélidos gestados por su líder, Jon Nödtveidt. La sobrecarga instrumental, esas voces escupidas desde el mismísimo Averno, unas dolorosas y sangrantes letras (sacadas directamente de rituales satánicos en los que participaba el propio Jon) que te estremecen hasta el mismísimo espinazo y la urgencia suicida en la ejecución técnica, son un verdadero ‘tour de force’ incluso para quien suscribe, acostumbrado en Criaturas Salvajes a proponer de vez en cuando Death Metal y otros estilos del mismo calado estilístico.
Sin embargo, pasadas las dos primeras escuchas y soportada la brutal tormenta de hielo y nieve decibélica que te abraza mortecinamente en la inicial “At The Fathomless Depths” con la ‘Parca’ abriéndote el paso y que se acaba por manifestar definitivamente con el gélido ciclón oscuro de “Night’s Blood”, te das cuenta, percibes, asimilas, que hay algo más, más bien diría que mucho más. Quitando de lado guturales y voces poseídas por Belcebú, la labor instrumental está trabajadísima, con muchas construcciones claramente influenciadas por clásicos como Beethoven, Wagner, Bach, incluso pasajes progresivos con constantes cambios a toda hostia y esto dice mucho del trabajo de instrumentación y melodía tras el muro provocado por los adrenalíticos parches y los constantes corre-mástiles de Jon & Cia.
La sensación estremecedora que te recorre por todo el cuerpo es constante, todos sabemos cuál fue el desenlace de Nödtveidt, pero con lo que de verdad se queda uno es con la lucidez compositiva de un artista dentro de la oscuridad temática y musical que nos propone. Si te gusta sentirte bien cerca de los Caminantes Blancos (ahora que están a punto de invadirlo todo de nuevo) y de la sensación de desasosiego y dolor de aquel Black Metal 90’s, amiga/o, éste es tu disco.
Jose Luis
Hasta hace poco, más de una década, no he sido gran degustador del metal extremo, pero gracias a, entre otros, David Galeote, he aprendido a disfrutar de estos ritmos tan contundentes. En su enciclopédica sabiduría y su siempre fenomenal compañía puedo preciarme de haber vivido en directo conciertos de grandes bandas de «black» y «death» metal como Dark Funeral, Venom, Mayhem, Craddle of Filth, Satyricon o Marduk en todo tipo de recintos; aunque en este caso el elegido ha sido el «Storm of the light´s bane» de Dissection. Banda sueca que estuvo activa hasta el suicidio de su guitarrista, cantante y líder Jon Nödtveidt en 2006, tras un peregrinar entre la cárcel, el satanismo y la muerte; representada en esa portada bajo un monte helado con la «parca» cabalgando con un reloj de arena en una mano y la guadaña en la otra.
Un disco que se convertía con los años en su obra más redonda y su mejor legado en la fusión del «black» y el «death» metal, comenzando con «At the fanthomless depths», casi dos minutos de introducción guitarrera con toques de batería que parecen prepararnos para la oscura batalla que se inicia con «Night´s blood» marcada por la violencia en la voz, alararidos desgarradores y ese sonido «sucio» propio del «black metal».
La sorpresa llega a mitad de canción con algunos pasajes acústicos de gran belleza (una constante en el álbum), llevándonos hasta el final con acordes más propios del «death» melódico. Le sigue «Unhallowed», una melodía que se funde entre guitarras «cucaracheras» (término utilizado por algunas eminencias de este género a los cuáles tengo en alta estima) con un breve descanso final entre tanta barbarie. «Where dead angels lie» contiene más de un minuto de prefacio musical para seguir con una estructura más melódica y cercana al «death» que al «black». El tema homónimo «Retribution- storm of the light´s bane» vuelve a mezclar estilos, destacando la pegada de la batería y su duración, pues no pasa de cinco minutos.
«Thorns of crimson death» sorprende tras un inicio instrumental de más de minuto y medio donde parece que la muerte cabalga sincopada con la música en el corte, quizás, con más melodía del Lp, devolviéndonos «Soulreaper» al «black» más o menos «puro», aunque todo no es extremo, pues «No dreams breed in breathless sleep» está compuesto a piano recordándonos a los «nocturnos» de Frederic Chopin.
Y siguiendo esa línea clásica se atreven con «Where the angels lie» a una variación del cuarto corte, como Bach con las «Goldberg» o Beethoven con las «Diabelli», aunque con un sonido que presagia a bandas paganas escandinavas posteriores. Los dos siguientes temas tienen forma de homenaje pues «Elizabeth Bathory» es una versión de Tormentor, grupo de culto húngaro que con su «black metal» acabó triunfando en esas frías latitudes nórdicas, acabando su vocalista Attila Csihar como cantante de Mayhem, con quien colabora desde el «De Mysteriis Dom Sathanas» y «Anti Christ», una versión de Slayer con una visión más «death» de uno de los grandes del «trash». El final llega con «Feather fell» con unos susurros inquietantes en otro instrumental que entronca con la octava canción y «Son of mourning» que sirve de despedida con un acelerado «Black metal». Por cierto, para este comentario se ha elegido la versión remasterizada de 2006, con cinco temas añadidos a la edición original de 1995. Que lo aprovechen.
Laurent
Soy un tipo que escucha de todo, desde Free Jazz hasta música clásica pasando por la new wave de los ochenta. Con el cine me pasa igual, salvo que cuando veo una película de miedo o terror me parto el cajón y no hay manera que me meta en ella. Será, a lo mejor, un sistema de auto defensa inconsciente. Con este estilo de música me pasa más o menos lo mismo, no me la creo, ya de primeras etiquetarlo como Black Metal Melódico es como comerme un chorizo sin colesterol, no me concuerda el asunto.
Es un poco como los que temen escuchar un disco de Jazz o de Free Jazz. Tienen temor a adentrarse en su interior, no vaya a ser que no vuelvan a salir.
Enfundado en una preciosa portada creada por Kristian Wåhlin, esconde un disco muy cañero y con sensación de encerrar mucho odio, con una voz la de Nödtveidt que pasa por muchos registros, desde guturales hasta berridos de ultra tumba. Sí, está muy bien concebido y se nota que es un clásico del género Death/Black. Pero “not muy cup of tea”. Es cierto que no me disgusta el disco, pero me parece algo no natural en lo musical. Es como una misa, una llamada a una secta y eso es algo completamente diferente.
Manuel
Detrás de la estupidez humana también puede haber genialidad. Del talento de un alma torturada puede salir el instinto de quitar vidas y a la vez el de dar aliento a una obra maestra del metal extremo. Así fue Jon Nödtveidt, un infeliz abstraído en su propio mundo que lo llevó a componer una obra genial como esta, al igual que lo empujó a quitarle la vida a un inocente junto a otro desadaptado como él, amparados en su creencias satánicas y en órdenes ocultas, una película montada para justificar su homofobia y su mundo de caos.
Detrás de eso está una obra maestra a medio camino entre el frío black y el death más oscuro. Una obra llena de negrura y a la vez de melodía, que personalmente yo descubrí escuchando un recopilatorio del sello Wrong Again Records y que incluía temas no editados de Katatonia, Eucharist, In Flames, Dark Tranquillity y Ceremonial Oath, entre otros. En este recopilatorio pude escuchar «Where Dead Angels Lie» y «Elisabeth Bathori», dos canciones que fueron grabadas exclusivamente para este variado y que luego lanzaron en un Ep. Con estos dos temas Dissection me capturaron de por vida, justamente por esa capacidad de irradiar luz en un mundo de oscuridad, una luz que proviene en forma de melodía pero que irónica y preocupantemente no trae consigo nada de esperanza, parece ser una luz árida y que precede a la muerte. Intenso y clásico disco dentro del metal extremo.
Pablo
Hablar de Storm Of Light’s Bane es hablar del mejor disco de Black Metal hasta la fecha. Todavía hoy, más de veinte años después de su publicación, sigue siendo una fuente constante de inspiración en la que siempre encontrarás un detalle brillante. Es plenamente cierto que Dissection cuenta con una discografía impecable. Con sólo tres álbumes han aportado más de lo que otras bandas han hecho con diez. Además, en el caso de Reinkaos, expande sus fronteras más allá del Black Metal para adentrarse en lo que hoy podemos catalogar como rock satánico, estilo bastante nutrido de bandas en este momento. Lo cual vuelve a constatar una realidad: Dissection sigue yendo por delante de todos.
Pero volviendo al trabajo que hoy nos reúne, si jamás te has acercado a él te diré qué encontrarás tras este punto y seguido. Oscuridad, agresividad y melancolía presentadas con belleza a través de unas composiciones brillantísimas. Canciones de una complejidad y musicalidad apabullantes. Eso y mucho más, pero será mejor que lo descubras tú mismo y hagas tuya esta obra maestra.
Independientemente del resto de aspectos de su vida, Jon Nödtveidt fue un genio musical. Y la mejor prueba de ello la tienes en este disco. Escúchalo con atención. Centra todos los sentidos que puedas dedicar y prepárate para un viaje sin aliento a través de la fría noche que te brindarán sus melodías.
¿Una canción? “Thorns Of Crimson Death”.
Angel
Eran otros tiempos. El momento del auge. La mayoría de las bandas de rock se apropiaban de conceptos generales y fuertemente marcados. Unos se hicieron con la infinita tristeza, otros, con el odio, con la melancolía ocurrió lo mismo. Todas estas emociones recorrían espacio yermo y los grupos, a la cabeza de su movimiento elegido y soportándolo, dibujaban un bello camino a pesar de la oscuridad. Pusieron luces donde antes solo había confusión y negrura.
Una cosa tengo clara. Nadie se pone de mala hostia porque sí. Algún motivo tiene que haber. Siempre lo hay. Es muy fácil pensar que el puzle de la existencia tiene solo dos piezas. El bien y el mal. Los buenos y los malos. Pero esta representación que llevan metiéndonos en la cabeza a todos desde hace miles de años me parece demasiado sencilla para ser real.
La portada presenta un paisaje helado, blancoazulado. En contraste a la vida, que es una enorme escala de grises hasta el negro, el color que representa la muerte a caballo. La primera impresión que he tenido al escuchar este disco es la de estar en una estación viendo pasar un tren a toda marcha, sin la oportunidad de poder subirte a él. Después he escuchado velocidad, precisión, escalas imposibles que rozan melódicamente la música clásica. Una música rota por la ira de una voz gutural. Una voz en estado berseker que no soporta más dolor y se abre paso por entre el hielo para conservar la llama que nos viene dada al nacer. Una voz que grita lo terrible de la belleza e inconformista, busca peligrosas respuestas entre los márgenes de la existencia.
Este disco es un choque de dos extremos opuestos, el frío del alma, la muerte del ser, contra la superviviencia, el hecho ético y moral de seguir viviendo (si se consigue), a pesar de las circunstancias. Todo ello sumado a la necesidad de todo ser de definirse a sí mismo para ser reconocido, sin conseguirlo nunca del todo. Sin poder nacer a la vida. Un existir soterrado en estado agónico para siempre. Algo perfectamente sugerido por el sonido.
No soy un experto en black metal. Pero distingo qué es un disco de calidad compositiva. Y con algunas de estas atrayentes y poéticas letras, corres el peligro de quedar atrapado, aunque sus fúnebres melodías me parecen difíciles de apreciar porque no admiten término medio. O estás en situación, o las vives, o no es un disco para ti.
Para terminar el comentario, y abarcando todos los textos de mis compañeros, citando al poeta, diría que «todas estas explicaciones, tienen la suficiente claridad y, también, la deliciosa oscuridad de la armonía… pero demasiada herrumbre querido, demasiada herrumbre».
Uno de los mejores discos de la historia del metal, han pasado más de 20 años desde su publicación y sigue teniendo frescura y garra, cosa que otros discos llamados clásicos pasados 20 años ya no poseen. Lo tiene todo: técnica, fuerza, oscuridad, belleza, melodía, etc. Y cuando digo melodía, no hablo de melodías facilonas que cuando has escuchado el disco muchas veces acabas aborreciendo, aquí no es el caso, las melodías que surgen de las guitarras de Dissection son para la eternidad, hay un talento en este disco fuera de lo normal. No vale escucharlo un par de veces, no entra a la primera, pero luego la recompensa es enorme. Mucha gente no le dará una oportunidad por ser metal extremo, pero repito, es uno de los mejores discos de metal que jamás se ha hecho.
Gracias por el comentario, Jesús. Un disco que sorprende. Todo un clásico.