Seguimos con restaurantes malteses y en este caso viajamos al sureste de la isla principal, al precioso pueblo pesquero de Marsaxlokk, una zona menos explorada pero que los domingos se llena de locales y turistas con su encantador mercado alrededor del puerto donde además de pescado se puede comprar numerosos comestibles y artículos diversos. Una estampa idílica que recordamos en la primera escena en el pequeño país mediterráneo de «El hombre de Mac Kintosh», la estupenda película de John Huston, con Paul Newman.
Aparte de la belleza del paisaje, es una de las zonas donde mejor se come en Malta y creemos que es difícil errar al elegir restaurante, pues todos poseen pescado y pasta fresca, incluso en uno anunciaban que el pez espada había sido pescado por el marido de la propietaria. Bromas aparte, es interesante observar lo que ofrece cada local, ver su carta y decantarse por el que mayor interés nos ofrezca. Elegimos el Carrubia, un restaurante y pizzeria que posee una bonita terraza frente al mar, otra en la azotea también con vistas y un amplísimo comedor en la primera planta. Tras reservar la mesa nos sentamos en el exterior, al estar el resto completo y pedimos una botella de Green Label, blanco maltes de las bodegas Delicata, tal vez las más conocidas en la isla. Un refrescante chardonnay, seco y afrutado que sirvió de forma perfecta para que la potencia de los platos no se extinguiese ni frenase ante el vino. Porque cabe decir que las raciones son abundantes y generosas en sus fondos y acompañamientos. De hecho, con cualquiera de los tres platos que probé cualquier persona de un apetito normal puede acabar saciado, así que cuidado al pedir la comanda pues es fácil que sobre. El primero era una preparación del spaghetti que no habíamos probado, al ser mezclado con pulpo. Deliciosos, con su pasta «al dente» y una salsa magnífica de tomate casero, ajo y los cefalópodos que además estaban perfectos de sabor. Tan buenos como el spaghetti marinara con pulpo, mejillones, langostino y olivas, en una salsa parecida de tomate y ajo.
Y si bueno es la pasta, apetecible es el plato de pescado y marisco donde resaltan dos enormes langostinos «jumbo» pero que nos convencieron de sabor, ya que muchas veces al ser tan grandes acaban resultando insípidos. Lo mismo sucedía con los mejillones aunque no lleguen a la calidad del gallego y acompañado por un lomo de salmón con salsa tártara y una tosta con un guiso de pescado encebollado, probablemente el lampuki. Eso, y la cercanía con Sicilia, nos recordó esas parrillas callejeras cercanas a la Piazza della Kassa de Palermo, donde se asa el pescado a la vista de todos, acompañándolo con pasta y donde por primera vez nos sirvieron un spaghetti alle vongole, que incluso llevaba canela en su elaboración. Nos quedamos con ganas de probarlo en Carrubia, al igual que la pasta au ricci (con erizos de mar). Seguro que la próxima vez que volvamos lo haremos.
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