Si os soy sincero, ésta ha sido la primera vez en toda mi vida que he acudido a una sala de cine a ver una película del género ‘slasher’. Todas aquellas grandes sagas como Pesadilla en Elm Street, Viernes 13, El Muñeco Diabólico, Scream, etc,… siempre fueron adquiridas y consumidas con pasión ‘teenager’ gracias a aquellos extintos videoclubs en donde el VHS triunfaba al máximo nivel y en donde el ritual terrorífico comenzaba desde el mismo momento en donde cogías el estuche de la peli y te abstraías observando esas portadas imaginándote la sangría que estabas a punto de presenciar en la pequeña pantalla.
El pasado sábado y teniendo ya a la vista Halloween acudí, sorprendentemente, con mi mujer e hija a ver el regreso de Michael Myers a la pantalla grande. Sabía que ellas llegaría un momento determinado en el que se sentirían incómodas a pesar de que mi vástaga sea amante de monstruos y demás seres inquietantes, ella quería verla (y uno no iba a impedírselo), conocía las andanzas de Michael a pesar de que fuese a un nivel muy superficial pero, claro, todavía es demasiado ‘niña’ para presenciar semejante cadena de matanzas y tuvo que salirse de la sala antes de llegar al primer cuarto del metraje. A mi mujer le hizo hasta un favor…
Obviamente yo me quedé dentro, sintiendo egoistamente una sensación de relajación al no tener que lidiar con lo que puede o no ver una menor y me dispuse a disfrutar a tope de La Noche de Halloween (2018), parte que hace ya la undécima de la franquicia, todo hay que decirlo. Sin haber visto las secuelas de Rob Zombie, la verdad es que me pareció más que correcta, con un eleco actoral la mar de acertado volviendo a tener de nuevo a Jamie Lee Curtis como la icónica Laurie Strode y situándose la trama 40 años después sin tener en cuenta las demás pelis de la saga. La historia no es nada complicada, Myers se encuentra en estado latente en el correccional en donde es confinado y un cambio de prisión provoca que, en su traslado, haya un accidente y se escape buscando a quien le lleva esperando toda una vida que no es otra que Laurie, que lleva preparándose para este momento de forma obsesiva provocando en su familia varios desencuentros por esta fijación.
Los sustos, el suspense y las escenas más explícitas que ha facturado David Gordon Green (teniendo como productor ejecutivo y asesor creativo al mismísimo John Carpenter) me han gustado, no se recrean en demasía con la sangre a pesar de que haya momentos brutales. El ritmo también me parece aceptable, te tiene en vilo en todo momento y, a pesar de que intuyas en algún momento cómo se solucionará una escena, estás en constante tensión pues nada se ve forzado. En realidad es una peli sencilla, sin grandes pretensiones más allá de pasar un buen rato con el corazón encogido pero se consume muy fácil y está perfectamente filmada con excelentes ‘fueras de campo’ para generar todavía más tensión si cabe. Concluyendo, no estamos ante la película perfecta pero como ‘nueva secuela’ funciona perfectamente.
0 comentarios