Los conciertos de rock tienen cierta magia. Si el concierto empieza a las 23 h., yo aparezco a menos cuarto, por profesionalidad. Poco antes de entrar el que nos recibe en la entrada está muy disgustado porque en unos folletos había una errata que le ha hecho perder nueve euros en tres entradas. Y encima le pedían consumición gratis. Me encuentro el bar muy tranquilo, pero mucho. Mientras preparo mis cosas (sobre todo la primera caña, porque tengo la garganta como el desierto del Atacama), no puedo evitar cierto ramalazo de miedo, imaginando una entrada paupérrima que no haga justicia a un grupo que viene de lejos y al que ha habido que pagarle hotel y demás. Mientras observo cuidadosamente la decoración (el Stereo podría organizar exposiciones sobre la historia de la música) en medio de una charla relajada, la gente empieza a llegar, aunque a cuentagotas. Joe Gabardo es el primero en asomar. Con una sonrisa confiada y su imponente físico, se coloca en la esquina de la barra y pide combustible con un gesto. Emmanuel lleva una camisa sin mangas que muestra sus poderosos tatuajes. Ángel, que habla animadamente, Fabio, con un semblante serio, concentrado, y Al, que parece a punto de sufrir una epifanía. Son los Outsiders, sólo falta SodaPop.
Observo el escenario. Una batería sin grandes alardes (bombo, caja, tom de piso, charles y tres platos), un par de guitarras Gretschy una Danelectro, la acústica y, en medio del escenario como un derribado titan, el contrabajo, negro azabache con dados rojos en el clavijero.
El caso es que en un parpadeo en la barra donde tenía espacio más que de sobra ha quedado reducida a poco más que el huevo donde colocar el codo para tomar notas, y el resto del bar está abarrotado. No puedo evitar una sonrisa. The Boo Devils se suben al escenario, se colocan en sus puestos, un golpecito a la caja aquí, una púa que tantea unas cuerdas por allá… y ¡Pam! La primera canción estalla con onda expansiva incluida. Sin presentaciones, sin agradecimientos y sin rodeos.
Old skulls. Más que una canción, es un relámpago. Empieza con un ritmo marcial, sobre todo de caja, como los primeros compases de Am I evil?, y estalla en una melodía más rockabilly. Tengo que recolocar mi mandíbula antes de seguir.
Yo knowtheyknow. Es la versión en inglés y años cincuenta de Soy un macarra, de los Ilegales. El estribillo tiene un punto más melódico, pero lo que más llama la atención es la batería, tirando de tom de piso.
Toomuchbooze. Han empezado como un rayo y tienen a la gente entregada y, mientras cogen aire como un boxeador antes de lanzar su mejor uppercut, Al nos da la clave de la situación: “lo único que tenéis que saber es que, durante la próxima hora, vuestros culos son nuestros”. Por lo menos tenemos las cosas claras. Así que la canción arranca con tanta fuerza que Joe y su guitarra, que cabalga como Pegaso, y Emmanuel y el enorme contrabajo que hace sonar se ponen como locos. ¡Menudo estribillo!
Llevamos tres canciones y estamos entre paralizados por lo que estamos viendo y deseosos de más. La ovación al final de esta canción lo demuestra.
Devilwaits at home. Me recuerda mucho a mi amigo Javi Faraón en Es la vida. La austica, una Gibson, es el tronco de la canción alrededor de los que se suman coros y guitarrasen un punteito digno heredero del country a lo Willie Nelson.
Theballadofthecheaters. Sobre el papel, es decir, en el disco, de mis favoritas, y en vivo no defrauda, ni mucho menos. Hablando de los HighwayMen, esta es digna sucesora de Ghostriders in thesky, sobre todo en la voz de Johnny Cash. Un ritmo de caballo trotón, parece sacado de Centauros del desierto, derivando a Ecstasyofgold en los compases finales.
Monster. Hay una canción, No se ve, que la compusieron mis amigos Dr. Trotski y la versiono mi colegui Pelayo y su banda La Vil Canalla, llevando el sonido a un estilo más rockabilly, más a rock clásico. Esta canción lleva el mismo espíritu, con el contrabajista haciendo equilibrios encima de su instrumento. Las cuerdas vibran tan fuerte que las siento en el diafragma a cada golpeteo con los dedos. Mil veces más duro aquí que en el disco. Y creo que Pelayo, que está en primera fila con una sonrisa perenne, les ha dado el visto bueno. ¡Uaaaaauuu!
Friday night. Esta tiene un estilo de orquesta, como si estuviera a punto se salir Tony Bennett o Frank Sinatra. Al no llevar instrumentos de viento, ganan presencia las guitarras, más crudas, y sobre todo el contrabajo.
Love in vain. Me recuerda un poco a Thisisthelife, de Amy Macdonald, pero llevándoselo al terreno The Boo Devils para terminar con un aire de rock irlandés, por ejemplo, Jonny I hardlyknew ya, de los DropkickMurphys.
Black &whitelife. Empieza un ritmo a base caja con un aire marcial, digamos como London calling, de los Clash (presentes por cierto en un poster tremendo), aunque también me acuerdo de La línea del frente, de los Kortatu. Esa batería va pateando los culos que Al ha dicho que son suyos por este rato.
Hotspur. Yo creía que Hotspur significaba algo así como “espuela caliente”, estaba pensando en el Tottenham Hotspurs, o en los San Antonio Spurs. Pues no. Según Joe, hotspur es un hombre malo, un hombre que está en medio de la calle Laurel y es como si estuviera en pleno desierto. Tiene momentos que recuerdan a Ring offire, del inmortal Johnny Cash, pero sin trompetas. Ese rollo con un medio redoble de caja y tom de piso… es como si un ejército zombi fuera a emerger del suelo con paso marcial.
Devilcameto me. Pensaba que había leído mal, que habría dos canciones que se titulasen igual… pues tampoco. ¡Dover en rockabilly! A un ritmo más lento, sin la distorsión inmisericorde, pero con los estribillos a chillo pelado y una batería que amenaza con desconchar los muros del espacio. ¡Ay los Dover… antes molaban!
Who killedGina? Estaba pensando en Twin Peaks, o en Anna Molly, de los Incubus, pero The Boo Devils se la llevan a un sonido Taintedlove, de Soft Cell. Nuestro frontman Al está al borde de la luxación de hombro. Con la base de la guitarra, pero el contrabajo y la batería hechos un rodillo y coreando a pleno pulmón. Sin lugar a duda, la mejor de la noche, un auténtico misil, y la gente lo agradece con un aplauso ensordecedor.
Alltheprettythings. Chuck Berry estaría orgulloso de esta, sobre todo en las estrofas que son puro Johnny B. Goode. El contrabajista se carga el instrumento sobre una rodilla, como si fuera un bajo y se coloca en primer plano para demostrarnos su dominio sobre las cuerdas.
TheMessenger.Parece que fuera a salir Rita Hayworth en PutTheBlameOn Mame. Setenta y dos años desde que se estrenóGilda y todavía sigue presente en el imaginario popular. Incluso influyendo una canción de rock de los primeros tiempos como esta. También es cierto que si The Boo Devils pueden llevarse a su terreno a Dover… El grupo viene en su mejor momento y la dinámica de la canción anterior influye en el derroche de energía sobre las tablas. El final de la canción deriva en un solo de contrabajo que me ha recordado al pobre Newsted en Cunning Stunts, los únicos minutos que pudo sobresalir por encima de la guitarra.
Deadmantalkin’. Muertos y guitarras. ¿Quién quiere más? Bajo la atenta mirada de la máscara del santo, que decora las paredes del Stereo, una canción fácil de recordar, como cuando Bruce Springsteen hizo Born in the USA en plan country, mascullando el estribillo. No sabía que una batería podía tocarse con unas maracas, y Fabio me ha dado una lección.
Buzzin’ bop. Hay palabras que hacen inmortales a grupos o canciones, y bop va irremediablemente unida en el subconsciente a blitzkrieg y a los Ramones. Resulta más parecida a rock and roll a la plaza del pueblo, de los Tequila, pero en mejor hecha.
Thelongway back home. Ya empiezan a amenazar con despedirse y lo hacen con un tema digno del final de una película del espagueti western, pero con la base de Apuesta por el rock and roll que Más birras compuso y Héroes del silencio convirtió en leyenda. Parecemos a punto de oír un “vuelve, Shane, vuelve”. Y el Stereo, coreando a ambos lados del escenario un “oh” extendido en el tiempo, se ha convertido en una especie de cofradía de conversos vehementes adoradores de esos dioses paganos del rock and roll.
Inferno. Y de la cofradía al infierno rockabilly sólo hay un paso, bueno, sólo una canción. Si apareciera Satán, se quedaría en una esquina dando palmas. El estribillo es napalm puro, silabeando IN-FER-NO, contrabajo y guitarra punteando, batería desbocada… cuernos en cada mano presente. Las estrofas no las canta, las susurra, tan solo con el charles y el contrabajo. ¡Somos The Boo Devilsy esto es el noble arte del rock and roll!
Who willsave rock n’ roll? Es más cañera que la original, por lo menos en vivo. Más de punteo y de riff de Gretsch. Se lo llevan casi a Whiskey you’retheDevil, de thePogues.
Surelikethelook in youreyes. Una armónica que corta como una cuchilla, una Gibson que no se anda con florituras y Al, micro en mano, son los ingredientes para lanzar la canción que más se acerca a John Lee Hooker o R. L. Burnside. Rock añejo, rock con mayúsculas y con letras de oro, de ese que huele a tubo de escape y a chupito de etiqueta negra (del que por cierto corren litros). Con un simple movimiento de brazo y dando la espalda, Al logra ese semblante a lo Elvis. Creo que no lo ha ensayado delante del espejo jamás. Es una actitud, casi una forma de vida. Su forma de vida.
Y hasta aquí nuestro episodio de hoy. Una vez se han bajado del escenario, se transforman. Vuelan chapas, discos, camisetas… hasta algún que otro vinilo. Firmas por todos lados, gestos cariñosos, carcajadas… Al, el mismo que nos ha llevado al infierno hace unos minutos, se transforma en un tipo atento y directo. aunque agotado, está exultante. Ese orgullo de banda, de pertenecer a algo más grande que uno mismo y la satisfacción por el trabajo invade a sus compañeros. Apenas hablo un par de minutos, agradecer la invitación y poco más, y los dejo allí disfrutando de su momento. Esas palmadas y esas bromas son los que hacen que valga la pena tanta kilometrada y tantas horas de ensayo y de composición en el local.
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