Bajo el nombre de Elephant Micah como nombre artístico se encuentra el compositor y multiinstrumentista Joseph O’Connell. Su nuevo disco, Genericana, es un trabajo difícil de encajar en una categoría de música. Un alt country espacial con la filosofía de juan palomo, yo me lo guiso y yo me lo como; aunque con la ayuda de su hermano Matt, que fue empleado de la compañía Moog, y Jason Evans Groth de Magnolia Electric Co.
Los tres han construido un sintetizador analógico que llama el “Mutante” y con el que consiguen un sonido particular, un ambiente que domina la “llamada del mar”.
Y es que nada mas comenzar con “ Surf A” suena el mar como telón de fondo, como si de un lienzo acuático se tratase, donde se mezclan americana y vanguardia y esto que no es un principiante en lo de publicar, ya que trece son los discos publicados. Trabajos grabados cuando tiene inspiración y tiempo, ya que no se gana la vida como músico si no como etnógrafo, que para el que no lo sepa es es el estudio sistemático de personas y culturas.
La música de este chaval es ante todo mucha tristeza, aquí nada de lanzamientos de cohetes; prima lo sobrio y la melancolía en estado arrido. Un cruce entre el Todd Rundgren mas inventivo y Mark Kozelek o similares como Jason Molina, Sam Beam. También es indudable que ha escuchado hasta la saciedad a gente como John Martyn, genio y figura que ha influenciado en la sombra a mas de uno de estos nuevos trovadores futuristas. Un disco que podría asemejarse a la taquigrafía haiku como he leído en alguna reseña, aquí no se busca la verborrea mareante ni los ritmos sincopados, en cierto modo me recuerda a aquel “Lorca” de Tim Buckley y ,curiosamente veo que también se hace referencia a este trabajo de Buckley en otra reseña de una gran revista musical, por lo que intuyo que he sabido introducirme en los ecos de lamento y esa soledad electrónica que algunos trabajos de Krautrock saben plasmar.
El sonido de Joseph O’Connell toma vida para describir el momento presente de la soledad del silencio y del ruido como unos Crazy Horse impulsados por Steve Reic. Es un álbum difícil de escuchar y que guste a la primera, puede dejar confuso esa mezcla de tecnología y combinarla con la fragilidad de lo acústico. En definitiva si eres de los que la melodía de las olas arrastrando las conchas hacia su interior o el goteo de la lluvia contra un cristal consiguen que te quedas extasiado, puede que este disco de guste bastante.
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