Camino por el Campo del Sur, el gaditano malecón, como pensaría ese inmenso andaluz llamado Carlos Cano mientras cantaba aquello de «…La Habana es Cádiz con más negritos, Cádiz es La Habana con más salero…» buscando el abrazo materno de la playa de La Caleta. Aparcar ha sido toda una odisea pero merece la pena el sacrificio por bañarse en las aguas de esa República de barcas que representa la coqueta playa gaditana. Sentado al fin en sus arenas, el sol pica con ganas, será que el levante anda contenido a la espera de saltar sobre esta tierra trimilenaria. Pasa el canastero con sus blancas vestiduras, «el camarón de la Bahía, lo cojo de noche, lo vendo de día», mientras mis pulmones se llenan de la vida que desprende la salada claridad impresa en el aire. Cierro mi libro y hago lo propio con mis ojos mientras con gesto automático me coloco los auriculares y pulso en play para dejar escapar la libertad encerrada en una canción a la que no dejan sonar. Mi mente vuela y me encuentro en Triana, cruzando el puente. Al sur el precioso barrio sevillano, al norte, una plaza de la Toscana me invita a probar sus vinos reflejado en un espejismo imposible de una costa californiana donde una tabla de surf me espera clavada en su amarilla arena. Al este el río Guadalquivir, al oeste, el árido desierto almeriense donde Sergio Leone rueda con el rostro impenitente uno de sus mejores westerns.

Ese viaje me lo propicia Pájaro, porque es su «Gran Poder» lo que suena y anida en mi interior. Pájaro que pertenece a esa cofradía que hago mía, en la que desfilan en procesión nazarena Lorca, Alberti, Silvio, Ruibal, Camarón o Jesús de la Rosa. Porque al final todos necesitamos creer en algo, y yo que manejo la fe a mi manera, los santos me los diseño a mi medida y es que puede ser que la eternidad sea una gran mentira, pero a mi me consuela pensar que el día que me repartan el billete solo de ida, allá donde acabe encuentre un bar de copas que no cierre al acabar la madrugada y en cuya barra pueda apoyar mi creyente y sediento codo por los siglos de los siglos. Y tal vez, cada noche, se cuele a escondidas de beatas miradas, entre socarronas risas de tabernero, las canciones de Pájaro. ¡Apaga las luces niño!, que esto es el sur del paraíso y aquí nos alumbramos con la lumbre que viene de allá abajo. Resuena el soniquete cofrade de «Corre chacal, corre», instrumental fronteriza, como un spaguetti western protagonizado en medio de la calle Sierpes. Entra la voz de Pájaro para recordarnos a «Los callados», reivindicación a los vencidos con Julián Maeso en el fregado y letra clara y certera.

«Rayo mortal» convierte el rock fronterizo en religión, un desfile de nazarenos que cambiaron los cirios por guitarras, tan del sur como este te dejar ser, esa contradicción con la que algunos elegimos vivir. Yo habitante de la Bahía, me miro al espejo de los versos de Alberti, y cuando Paco Ibañez los convierte en música, sirven para que tantos años después y tan vigentes como siempre, Pájaro recupere «A galopar» a ritmo de combativo western. «Lágrimas de plata» me recuerda al barrio, donde tantos conocidos se perdieron persiguiendo el caballo que corría por sus venas y que por desgracia presiento de nuevo de reojo al pasear por sus deprimidas calles, como canta el propio Pájaro «…la muerte ha vuelto otra vez a la calle Desengaño…». El tabernario» suena sucio, oscuro, rock de garage profundo, blues de media chica. «Yo fui Johnny Thunders», compuesta con retazos de la novela de Carlos Zanón del mismo nombre y que no debeis dejar de leer, si queréis seguir viviendo en pecado, luce como banda sonora de una Pulp Fiction rodada al sur del sur.

«Tangos del mentidor» te invita a escuchar con calma cada verso, cada prosa, cada movimiento de caderas provocado por su ritmo. Termina con una revisitada cover de The Beach Boys bautizada para la ocasión como «Migrar», y deja la tarjeta de visita de este disco en tu recibidor para que no olvides cumplir tu penitencia y confesar tus pecados a la sombra de «Gran Poder». Hay cosas que son muy complicadas de comprender si no se hacen con el corazón, quejíos que necesitas alojarlos bien adentro para expiar tus culpas, como dijo Camarón antes de cerrar los ojos «pa» cantarle unos tangos a Caronte, «mai¡íta mía, que es lo que tengo», amigos míos, no perdáis la oportunidad de volar junto a este Pájaro borracho de arte y libertad antes de que os tengáis que arrepentir.

PÁJARO – Gran poder

by: Carlos tizon

by: Carlos tizon

Licenciado en el arte de apoyar el codo en la barra de bar. Comencé la carrera de la vida y me perdí por el camino, dándome de bruces con el rock and roll. Como no pude ser una rock star, ahora desnudo mi alma cual decadente stripper de medio pelo en mi blog, Motel Bourbon.

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