A pesar de tener un estreno semi clandestino, ya que ha sido estrenada en muy pocas salas, nos encontramos ante una película que seguro se va a revalorizar con el tiempo. Una película que posee más de lo que parece a simple vista, ya que no se limita a un terror al uso, sino que la historia es un híbrido de varios géneros y su dirección es interesante y con soluciones imaginativas en buena parte de su casi hora y media de duración.
Argumento simple donde un grupo de jóvenes tienen una avería en mitad de una carretera apartada, con apenas cobertura móvil, convirtiéndose en el objetivo de un francotirador apostado en las inmediaciones. A partir de ahí, se inicia una desigual lucha por la supervivencia entre el cazador y las presas. Y nada más que esto necesita su responsable, el nipón Ryuhei Kitamura para ofrecer una muestra de su talento como realizador, pues consigue que una obra con bajo presupuesto y en una sola localización consiga mantener el interés en buena parte de su metraje, con una presentación corta que con rapidez pasa al núcleo central de la acción, donde los jóvenes deben esconderse del asesino sin nombre y buscar una solución para seguir con vida. Para ello, se asienta en el aceptable guion de Joey O´Brian que a pesar de que se resiente en la última parte con algunas situaciones algo inverosímiles y excesivas, cuadra de forma perfecta para loa amantes de este tipo de subgénero. En algunos momentos nos ha recordado en cuanto planteamiento a «Alta tensión», «joya» del gore y que lanzó al estrellato a Alexandre Aja y con la que comparte algunos postulados formales, renegando de los efectos visuales generados por ordenador centrándose en los de maquillaje, lo cual se agradece, ya que consigue un efecto en el espectador admirable. Un «pastiche» que une el cine de terror, con toques gore y de «slasher», junto con el cine de acción y el «thriller» y una banda sonora a sintetizador de Aldo Shllaku en la línea de las compuestas por John Carpenter para sus filmes. De hecho, de todos es sabido que el norteamericano consiguió cimentar el cine de asesinos en serie, que mataban a cualquiera que estuviese por los alrededores sin preferencias y sin motivos personales en «La noche de Halloween» con su Michael Myers, cosa que con posterioridad perfecionaron otros «psycho killers» como Jason Voorhees de la serie de «Viernes 13» o el Freddy Krueger de «Pesadilla en Elm Street», seres sin rostro, con máscaras o deformaciones que acaban de forma brutal con todo joven que esté a su paso. Aquí tenemos a una especie de soldado camuflado, que con un rifle militar con mira telescópica es capaz de abrir un tremendo «boquete» en la cabeza de uno de los muchachos, en un plano similar a la de la nueva versión de «La matanza de Texas», donde la cámara llega al interior del craneo para salir por el otro lado y podamos ver en todo su esplendor los efectos de tan certero disparo, ojos reventados, una familia masacrada con niña ejecutada sobre la carretera en una bestial secuencia, que creo que solo habíamos visto en las orgías gore del cine de Hong Kong, tipo «Run & Kill».
Un aceptable entretenimiento para pasar una divertida tarde, perdonar sus excesos y sus limitadas interpretaciones y disfrutar de un tipo de cine con multitud de adeptos y un nombre como el de Ryuhei Kitamura que está empezando a forjar una trayectoria que merece que estemos tras la pista de sus nuevos proyectos.
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