La primera temporada de «El exorcista» había acabado siendo un soplo de aire fresco en el complicado mundo de las series televisivas de terror, merced a unas interpretaciones más que convincentes y una trama donde un poco antes de la mitad de sus diez episodios se daba un giro inesperado que conseguía acercarla a la cinta original de William Friedkin de 1973. El problema era que en más de una ocasión las sub-tramas y algunas situaciones parecían alargadas en exceso pero aún así el resultado era satisfactorio.

Esta segunda temporada baja el nivel unos cuantos puntos pues a pesar de algunas virtudes encontramos demasiados defectos en su interesante idea. Su historia gira en torno a un padre de acogida que vive recluido en una isla junto con varios hijos adoptivos con graves problemas de adaptación y una oscura entidad acechando entre las sombras. La llegada de una antigua novia, supervisora del gobierno que vela por los intereses de los muchachos, ya que la esposa del hombre se suicidó no hace mucho desencadenará otra posesión a la que llegarán los dos sacerdotes que siguen descubriendo fraudes y expulsando espíritus en los casos reales. A ello se suma una nueva heroína que une fuerzas al padre Bennett para acabar con la conjura demoníaca en el Vaticano. En el aspecto positivo, hay que decir que las dos historias principales están bien hiladas y lo que parece un montaje paralelo acaba convertido en una sola de carácter lineal, lo cual es de agradecer en el guion, ya que busca sorprender al espectador con técnicas narrativas y no mediante efectos visuales. Además Alfonso Herrera gana enteros en su papel aunque el peso de la labor actoral sigue siendo para Ben Daniels pero en general todos los personajes están bien defendidos por el reparto y este se revela como eficaz aunque entre los secundarios destaca John Cho, con una complicada interpretación con evidentes cambios de personalidad y múltiples matices. Y como fin de fiesta copian una de las secuencias más brillantes de «El exorcista III» que sin revelar demasiado tiene como lugar de acción un hospital y como protagonistas a una joven enfermera y unas tijeras de podar de respetable tamaño. Hasta aquí lo bueno. En el aspecto negativo sigue sin llevar una continuidad y en más de un capítulo parece que todo se repite en aras de rellenar metraje sin que la acción termine de arrancar, todo con ciertos problemas bañados de corrección política, pues los villanos son hombres blancos de mediana edad y gran posición económica en contraposición al calidoscopio de razas y orientaciones sexuales que existen en la casa aunque el ridículo mayúsculo llega con la revelación del padre Marcus en un imposible idilio homosexual que no aporta nada a la serie salvo un guiño a la nueva moral. No contentos con esto, se integra entre los exorcistas una nueva ayudante, una especie de superheroína que parece un cruce de Charlie Theron en «Atómica» y «Buffy, cazavampiros» por la facilidad con que somete a las fuerzas del averno. Estas son las cosas que acaban distanciando y reduciendo una correcta puesta en escena, una historia interesante y una gran dirección de actores a un producto mediocre que imaginó que se olvidará en poco tiempo aunque reconozco poder estar equivocado pues más de un miembro de esta redacción (gente con bastante criterio) ha ensalzado esta segunda temporada de «El exorcista» con aspectos que no he visto.

 

 

Crítica de la 2ª temporada de EL EXORCISTA

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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