En un concierto en el que el gran protagonista no es otro que ese genio de ya 70 primaveras que se nos presenta enfundado con la vestimenta habitual, en la que destaca ese enorme escudo en la parte posterior con sus iniciales, EJ, grabadas, a modo de dejar claro que su sola presencia es capaz de seguir llenando pabellones como es ese majestuoso Sant Jordi, emblema de unos tiempos que ya empiezan a quedar atrás, lo normal, lo lógico, sería empezar comentado las excelencias de este tipo, uno de esos dinosaurios perteneciente a esa generación inigualable que ha marcado a fuego el devenir del Rock, pero a mí me apetece iniciar esta crónica hablando de sus acompañantes, una banda en estado de gracia, capaces de obsequiarnos con momentos tan espectaculares y mágicos como esa jam que se marcaron en «Levon». Sólo por esos minutos ya valía a penar haber pasado por taquilla para ver como Elton Jon sigue, en lo que se refiere a voz y a virtuosismo musical (sus 70 primaveras acabadas de cumplir ya le empiezan a pasar factura en lo que al físico se refiere).
Elton John se nos presentaba ayer en Barcelona en lo que es la continuación de la presentación de su último disco, pero sólo un par de temas del mismo acabaron entrando en el set habitual de la gira. Tal como se esperaba, no hubo ninguna sorpresa y el guion fue el habitual. Un espectáculo diseñado para hacernos recordar al gran músico de la década de los setenta, y a lo largo de las dos horas de concierto, por ahí, fueron apareciendo algunos de sus grandes hits para el alborozo del personal que llenaba el Sant Jordi. No faltaron esas monumentales obras maestras de la música como son «Your Song» (quien no sea capaz de emocionarse con ella es que quizás no pertenece a este mundo), «Daniel», «I Guess That’s…» o la encargada de poner fin al concierto como esa maravilla con la que Elton y su Yamaha nos evocan el recuerdo de seres que ya no transitan por aquí, como es «Candle in the Wind». Cuatro canciones que nos presentan al Elton más personal, con las que junto a la oscuridad del pabellón sólo iluminada por los móviles, nos recuerdan el poder que aún hoy, en un convulso S.XXI, tiene la música. Unos convulsos tiempos que tienen su recuerdo con «I Want Love», cuando en su presentación Elton nos recuerda los horrores de la violencia y el terrorismo en una ciudad que todavía tiene bien presente lo acontecido en su corazón el pasado mes de agosto.
Pero Elton no sólo quiere contagiarnos nostalgia y amor, también quiere recordarnos que cuando se trata de rockear no se queda atrás, y es de nuevo cuando sus acompañantes, dos de ellos están con él desde finales de los sesenta, Nigel Olsson a la batería, y el majestuoso Davey Johnstone a la guitarra, un músico que podría haber formado parte de cualquiera de las grandes bandas de los setenta. Un auténtico espectáculo su actuación de ayer (double neck incluída) liderando una banda absolutamente grandiosa. Y es que, si bien el público había seguido más o menos sentado el concierto (la pista se había habilitado para seguir el concierto cómodamente sentado), es a partir de «I´m Still Standing», y hasta que «Saturday Night´s Alright for Fighting» pone fin el concierto antes del único bis de la noche, cuando ya no queda nadie sentado y el respetable (de una mediana de edad rozando la cincuentena) se suelta y todo acaba siendo una auténtica fiesta.
No sé si lo volveremos a ver por aquí, pero si vuelve, oigan, no se lo pierdan, y es que les aseguro que a lo largo de esas dos horas de concierto se van a olvidar de todos los problemas que puedan tener. Larga vida a Elton y a todos estos tipos que han hecho nuestras vidas mejores.
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