Obviamente, en este agosto ya fenecido, no sólo he devorado discos que muy pronto irán saliendo por aquí, las lecturas han ido por buen camino (sobre todo dos) y, cómo no, las series también han tenido un espacio y dedicación en momentos en donde el calor apretaba con salvaje intensidad. No me he dedicado tan sólo a las novedades, tenía muchos frentes abiertos como en el caso de Mad Men (me quedé en su día por la 5ª), Narcos o The Black List entre otras pero, si he de destacar alguna por encima de todas, esa, sin duda, es la 3ª y última temporada de The Leftovers basada en una novela de Tom Perrotta y creada para HBO por él mismo mano a mano con Damon Lindelof (LOST) que, para quien suscribe, ha cerrado por fin una historia como toca, cosa que no puede decirse de aquella serie ‘isleña’ que le dió la fama.
Para empezar, reconozco que no fue una serie que me entró a la primera, me gustan los dramas, claro está, pero no los ‘dramones’ y la primera temporada fue un verdadero ‘tour de force’ en donde vemos el sufrimiento forzado al que se ven sometidos los protagonistas al desaparecer (sin motivo alguno y de repente) el 2% de la población mundial, oséase, 140 millones de personas, así como la reestructuración de la sociedad en sectas, entre ellas ‘Remanente Culpable’, la más dominante. Como os decía, me atrapan mucho los dramas personales bien planteados y el trabajo de personajes pero era tanta ‘la culpa’, tanto ‘el dolo’ que por momentos me sentía hasta agobiado esperando pistas sobre los por qués de lo que estaba ocurriendo. La segunda temporada me descolocó un poco en un principio, la familia de Kevin Garvey (Justin Theroux) y Nora Durst (Carrie Coon) se traslada a una población que se convierte en lugar de peregrinación de propios y extraños, de apocalípticos oradores y de lava-cerebros, pero a medida que la trama se desarrollaba te das cuenta de la crítica brutal que cada capítulo hace del concepto de ‘creencia’ y del concepto ‘religión’ en todos los sentidos y desde muchos puntos puntos de vista.
Sin querer desvelar demasiado, en la temporada 3 se van hilando poco a poco las respuestas a las preguntas iniciales, con maestría, sin demasiados despliegues (más bien ninguno) visuales pero con coherencia a pesar de que haya capítulos de cierta concepción ‘fumeta’ como el viaje iniciático que el padre de Kevin realiza por el país de los canguros buscando una ‘canción’. Lindelof ha cerrado lo que no supo cerrar con la serie del doctor Sheppard, con un giro inesperado en el que nada de lo que nos pareció que había ocurrido en un principio era lo único posible, con un revés en donde aparece el punto de vista de ‘los de la otra parte’, en definitiva, con una conclusión que me ha encantado en donde el personaje de Nora Durst, perfectamente interpretado por la grandísima Carrie Coon, adquiere un protagonismo crucial. «El Libro de Nora» se ha convertido en uno de los cierres de serie más brutales que he visionado en mi vida contando tanto con tan poco, de tú a tú, mirándose a los ojos, sin más…
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