En los tiempos oscuros que vivimos actualmente, con tanta banda de historias políticamente correctas, necesitamos savia fresca que nos remueva. Por fortuna, llega el otoño y el trío madrileño 51 grados no va a permitir que baje la temperatura, sino más bien al contrario. Destino (Entrebotones / Tricornio Producciones, 2017) es puro rock americano, con grandes dosis de hard-rock y épica en castellano, una gran arma con la que se atreverán a asaltar esta temporada el cuartel de invierno.
Carlos Gonzalez (voz y guitarra), Rodrigo Montoro (batería) e Iván Porrero (quien ha sustituido al bajista original Alfonso Berrocal) han confiado en Eduardo Molina III (Idealipsticks, SCR, Playa Cuberris) a los mandos de la producción,grabado en los Estudios Uno (Leiva, Sabina, Fito…),y junto a las mezclas de Manuel Tomás (Uzzhuaia y La Pulquería, Latin Grammy con Niña Pastori), este ha respondido con un cañón lleno de riffs asesinos de guitarras, una pegada de batería contundente y unas líneas de bajo con mucho groove.
El éxito de la jugada ha sabido leerse en una dirección bastante inteligente, y es que rehúyen de sonar a disco de los 90. Hay sonido Seattle, rock americano alternativo, algo de garaje escandinavo… pero sin embargo, el sonido siempre presume de ser muy actual, prueba de ello es que sus influencias reconocidas son Queens of the Stone Age, Berri Txarrak, Havalina, Toundra, Oceansize, Porcupine Tree e incluso Uzzhuaia.
Antes de verano pudimos escuchar el single de adelanto, Desconexión, un cruce bastardo entre el hard-rock de riffs vertiginosos y el metal melódico de rítmica pegada. Una buena muestra del músculo que puede ofrecernos Destino, este nuevo disco, y quizás un excelente resumen a grandes rasgos de lo que nos vamos a encontrar en él. Del lado hard-rockero cae Estigma, la canción que abre el disco y una de las más potentes; del otro, Redentor, la más metalera del compacto. Entre ellas está el otro gran eje sobre el que gravitará el éxito de este trabajo y es que 51 grados ha trabajado con muy buen gusto los temas más intimistas y lentos del disco. Así, podemos disfrutar de Déjame, una gran balada rockera, de medios tiempos que oscilan entre Objetos perdidos, otra canción que pudimos conocer antes de verano y Cometas con algo más de contundencia. En el orden del disco también han acertado, haciendo de Destino un trabajo dinámico, variado, que ofrece bastantes cambios incluso en la recta final. La canción Destino sube en intensidad mientras sirve para dividir el trabajo en dos partes y darle aire, al tiempo que Soga, cual cara B, recupera la fuerza más rockera del trío. Invencible por su parte tiene unos riffs de guitarra con la firma del productor de la casa Eduardo Molina III; al tiempo que Nueve mundos recupera la esencia más pura de 51 grados ya vista en el single y videoclip. Para terminar, Faro se sumerge muy a su manera en la épica del rock de Biffy Clyro dejando en el conjunto un buen sabor de boca.
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