Pienso, creo, que en estos días diferentes, errantes, inciertos, en los que las grandes estrellas de la música van tomando el camino concreto que marca su edad y que el cambio radical del negocio, cierra las puertas a la forma tradicional del concepto de asimilación por parte del fan del concepto del músico adorado, es a veces lógico y comprensible el agasajamiento a ciertos nombres, ese intento de auparlos a un pedestal como figura identitaria de una nueva manera de mainstream adaptado a la realidad, incluso por encima del propio interés del interesado. Es el caso de Jason Isbell, que ha pasado a copar los sueños húmedos de una generación de viajeros de las redes sociales en las que socializar (valga la redundancia) la música que escucha y convertir en elemento focalizador grupal el nombre elegido. Y el ex Drive By Truckers aporta talento y réditos de sobra para estar en la picota, para ser tenido en cuenta y esperado cada nuevo paso que da en forma de canciones. Pero también la tentación en estos casos es grande, tanto para el abrazo y el halago exagerado y ciego como para la crítica desmedida y el menosprecio ventajista, no nos engañemos, porque a veces olvidamos que lo más importante de la música es las sensaciones que es capaz de hacernos sentir y vivir.
«The Nashvile Sound» es el nuevo disco de Jason Isbell, cuyo título seguro que hace levantar a más de uno la ceja, por lo que lleva de implicación el título y porque siempre las comparaciones son odiosas. Reconozco que el sonido Americana, como todos, los recojo y aspiro desde el punto de vista de un rockero que aprendió a dejarse llevar por aquello que era capaz de erizar la piel.También que por quizás vista corta y sobre todo por el impacto recreado, The Jayhawks siempre son faro de partida y llegada aunque las comparaciones resulten odiosas y no necesarias. Jason Isbell se colocará seguro en el disparadero, por delante de otros nombres que tal vez puedan aportar o más frescura o mas sabor añejo pero como decía el refrán, unos cardan la lana y otras la fama, o algo así, aunque eso no quiera decir que Isbell no merezca el reconocimiento masivo. He oído a gente hablar de las grandes excelencias de este disco, a otros arrugar el ceño y argumentar con acierto, y reconozco que yo decido quedarme cual Salomón de los tiempos modernos, en un medio tiempo, cercano más al gusto que al enojo.
«Last of my kind» abre este trabajo de Jason Isbell, llena de sentimiento, augurando buenas sensaciones en las que dejarse atraparse. La calma se torna tormenta con las guitarras de «Cumberland gap», que seguramente descoloque a quien ansiaba que la canción anterior fuese santo y seña de este disco. Guiños a Ryan Adams, otro de los aupado a los altares, aunque en estas lides, se encuentre más a gusto el de Jacksonville. «Tupelo» vuelve las cosas a su sitio, alma y espíritu en forma de canción, sosiego desosegado. La canción, mi canción de este disco es sin lugar a dudas «White man’s world» en la que no puedo evitar recordar a Burt Byler And The Bearded Souls, no hay explicación ni es necesaria para decir que esta canción me ha conquistado desde el primer momento. «If we were vampires» vuelve a mostrarnos su faceta desnuda, voz y guitarra como manera de ser.
«Anxiety» clava una pica en ese rock capaz de ser radiado sin ningún problema, lo que no es un handicap cuando está bien planteado, aunque se me queda un poco atrás cuando cierro los ojos para recordar este disco. «Molotov» aprovecha para colarse rápido gracia s a su melodía y te imaginas conduciendo mientras las ventanillas abierta de tu coche dejan salir la música sin más preocupación que devorar millas sin fin. «Chaos and clothes» busca volver a desnudarse ante ti, a no dejar más intermediarios que la historia. «Hope the high road» tiene cierto aire Springsteen de trovador que sinceramente, no muestra el mejor nivel de Jason Isbell. «Something to love» pone el punto final, con la sensación de que el final del disco no aguanta el buen nivel de la mayoría de canciones de este «The Nasville Sound», que es un muy buen disco, pero que puesto a ser malvado, no me emociona de la manera que el «American band» de sus ex, Drive By Truckers.
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