Vemos a un niño agachado, una postura sencilla, cuando tenemos
esa edad. Una postura que algunos abandonan para siempre. Aunque
lo bueno de esa posición, es que puedes encontrar cosas inesperadas,
como un bancal de violetas amarillas, o un montón de insectos nacarados
bullendo, bajo una piedra.
Cuando el niño era niño, andaba con los brazos en los bolsillos. Quería
que el arroyo fuera un río y ese charco el mar. Para él, todas las almas
eran una. Cuando el niño era niño frecuentemente se sentaba en cuclillas,
y de pronto, echaba a correr.
Ese tiempo era el de las preguntas: ¿Por qué soy yo y no soy tú?
Cuando el niño era niño no podía tragar las espinacas. Despertó
una vez en una cama extraña, y ahora lo hace una y otra vez. En la copa
de un árbol, cortaba las cerezas emocionado, como aún lo sigue estando.
Tiraba una vara como lanza contra un árbol, y ésta, aún sigue ahí, vibrando.
Queremos que el niño crezca sano. Que sea feliz, a veces, y que salte precipicios.
Que su corazón tenga fuerzas para perdurar y que su mente despierta llegue lejos.
Pero no tan lejos como para ver el futuro. Ahorradle, fuerzas celestiales, ese don.
0 comentarios