Recuerdo que era solo un chaval, días de instituto, rebeldía, música a cada momento, el abismo a vista de retrovisor. Creo que fue en Plastic, (que tiempos aquellos en los que había música en la televisión, no realitys shows reprogramados en concursos en busca de supuesto talento) cuando me crucé por primera vez con Dogo y Los Mercenarios. Ya ha llovido desde entonces, mucho. Sus discos han quedado como parte de la leyenda del mejor rock fabricado en este país, y la sempiterna duda de cuanta gente sigue recordándolos. Dogo, personaje de la mejor farándula del rock and roll, fundador del mítico Fun Club sevillano, carne y sangre del mejor sonido canalla del sur del sur, una forma de entender la vida que muy pocos son capaces de comprender. Tras algún intento que al final no terminó de cuajar, Dogo vuelve a la carretera, y se ha buscando una banda de esas que quitan el hipo, con dos Señor No en sus filas, Xabi y Jorge, junto a Juancho (Paul Collins Beat, Bummer, The Thunderbolts…) en el bajo y un batería espectacular, Sam, que le sirven como batería sobrecargada a un Dogo con un repertorio que tira de espaldas.
Dogo y su banda pasaban por el caluroso verano portuense un jueves, y la cosa prometía. El día antes habían descargado en Sevilla y buenas fuentes me hablaban de que Dogo estaba en forma, ¡pero coño!, no imaginaba que sería un auténtico huracán después de tantos años. Aunque el concierto estaba programado para las 22.30, como suele ser (mala) costumbre en la Sala Milwaukee, unas cervezas más tarde, sobre las 23.20 comenzaba en la noche portuense una fiesta de decibelios que será complicado olvidar y que lamentarán haberse perdido, aquellos que mientras Dogo prendía fuego al escenario prefirieron quedarse en sus camas. Desde el minuto 0 aquello fue un ataque frontal, con un Dogo en una forma tremenda, tanto en actitud como en voz, con muy buen humor, muy comunicativo y una banda que es una jodida bomba de relojería, aportando una potencia descomunal que rápidamente convirtió en un todo a la gente que se había acercado esa noche a la Sala Milwaukee.
Dogo muy comunicativo, nos contaba historias, bromeaba sobre su edad y sobre todo nos volaba la cabeza. Sonando cañonazos como «Que bien me lo paso», «Alma y corazón», «La cueva» (reconozco que amo esas dos canciones)… Clásicos imperecederos como «La Reina de la noche», satisfacción a ambos lados del escenario, la banda entregada, la gente más aún, si es que eso era posible. Aprovecha «Sureños» para presentarnos la pedazo de banda que le acompaña, recuerda viejos amigos con viejas canciones, suena «Ángel» dedicada a Ángel Caballero y Dogo nos recomienda que busquemos el disco de El Ángel y los Volcánicos, a quien está dedicada la canción. «Sueños rotos» dedicada al nunca suficientemente reivindicando Silvio. Momento emotivo para «Mil noches sin ti». bajando un poco el pie del acelerador. Dogo nos habla de Moris, y nos dice que hacía unos rock and roll de muerte y unas baladas de llorar, lo que a él más le gusta, y a nosotros maestro, y a nosotros. Suena «Rock de Europa», canción de uno de los mejores discos de rock and roll que se ha grabado en este país.
Un final de concierto de locos, «Mala reputación» que suena antes del cover de Moris, un crudo y punk «No fun» y una memorable y cañera «Rock and roll caliente» que pone punto y final a la noche. Estoy seguro que Dogo no venía a hacer prisioneros pero desde los primeros acordes, ya todos estábamos desarmados y entregados, dispuestos a sudar y bailar con su rock and roll de bares. Una auténtica barbaridad lo que vivimos esta calurosa noche, que Dogo y sus chicos se encargaron de que subiese la temperatura mucho más. ¡Enormes!
0 comentarios