Hay sitios donde tocar que simboliza el triunfo, la cima de una carrera para muchos músicos, por poner algunos ejemplos tenemos el Olympia en Paris, el Royal Albert Hall en Londres y el Carnegie Hall en New York. Este último santuario es el que no interesa, ya que el amigo y currante de las seis cuerdas Joe Bonamassa ofreció el 21 y el 22 de enero de 2016, dos conciertos acústicos únicos e irrepetibles.
Esas mágicas noches acaban de ser lanzadas al mercado hace unos escasos días bajo diferentes formatos como viene siendo costumbre desde que el vinilo ha reaparecido, es decir en CD Doble, Doble DVD, Blu-ray y 3 LP de vinilo. En ellos se puede escuchar no sólo sus grandes éxitos con unos nuevos arreglos, también tienen cabida algunas nuevas composiciones. Bonamassa se acompaña de Reese Wynans al piano, Anton Fig en la batería y Eric Bazilian en la mandolina, saxofón, guitarra acústica y voz, también destacar al violonchelista chino Erhuistin Tinao Guo y al percusionista y compositor egipcio Hossam Ramzy que muchos recordaran por su participación en el disco de Jimmy Page y Robert Plant, No Quarter.
Para Joe un concierto en el Carnegie Hall era uno de sus sueños de infancia, por lo que no podía ofrecer un show habitual, tenía que rizar el rizo y nada mejor que dar un lavado de cara a sus composiciones para este espectáculo, otorgándole un nivel de emoción como antes no se había oído en sus composiciones. La primera vez que vi a Bonamassa recuerdo que éramos cuatro gatos en la sala Caracol de Madrid, el chaval de la eterna gorra ofreció un brillante concierto, pero demasiado plagado de virtuosismo vistoso e inútil. Hoy en día es aclamado en todo el mundo y ha lanzado 25 álbumes en solitario en los últimos 17 años, pero también ha sabido madurar como compositor y cantante sabiendo enfocar su carrera perfectamente con diferentes proyectos y estilo; buena prueba de ello son sus discos junto a Glen Hughes en Black Country Comunion que, por cierto en breve se lanzará su tercer trabajo, un disco muy esperado por muchos de nosotros.
At Carnegie Hall suena a disco con alma, donde se otorga principalmente protagonismo a la emoción antes que al virtuosismo, y aunque el disco este repleto de ello, se disfruta de otra manera. Desde su misma portada se vislumbra como un trabajo con sabor a clásico, atemporal, cálido y sorprendente. De lo mejor de Joe sin ninguna duda.
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