Por norma general las bandas de thrash deberían de transmitir esa peligrosidad implícita en la furia de su sonido, no en vano el thrash nació como un paso adelante en cuanto a potencia, una posición contraria a la cara amable que estaba tomando el metal en los ochenta. Pero amigos, a mi la gente de Tankard me parecen más bien entrañables y que cojones, bien que está. Al pie del cañón desde hace ya muchísimos años, manteniendo la línea (musical, que el tiempo físicamente no siempre perdona), lo cerveceros más metálicos siguen siendo referencia para todos aquellos que mantenemos el thrash metal como bandera, como estandarte, como esa música fiel que a pesar de los pesares, ha combatido el tiempo y las modas, permaneciendo ahí. El nuevo disco de la banda se títula «One foot in the grave» que espero que no sea nada profético, porque esperamos que su tanque de cervezas y decibelios siga cargado durante mucho tiempo más.
35 años y 17 discos no es algo de lo que todo el mundo pueda presumir, y de poseer las portadas más cachondas del mundo del metal, tampoco. Esta vez, Tankard además de sus ya conocidas odas al alcohol, también intentan despertar en sus canciones la conciencia social. ¿Se puede hablar de evolución en Tankard?, si se puede, porque este disco es una muestra clara. Haced la prueba. Yo he estado escuchando «One foot in the grave» y «The morning after», intercalando ambos, y evidentemente, aunque los clásicos de la banda se lleven la palma, no es a eso a lo que me refiero, sino a la evolución en cuanto a agresividad, y es que como le ha pasado por ejemplo a Kreator en su último disco, Tankard se han alineado en su faceta más heavy clásica, acercándose al sonido (y no tomad la comparación literalmente) de unos Accept más cabreados de la cuenta.
«Pay to pray» abre el disco. Directa, potente, de manual thrash. «Arena of the true lies», la que mejor representa lo que comentaba de de ese acercamiento a posturas más propias del heavy, no en vano la propia banda cuenta que es posiblemente la canción más melódica que han escrito. «Don’t bullshit us!» mete una marcha más, y consigue construir un estupendo puente entre el heavy y el thrash, gracias a la melodía y ese ritmo infernal. La canción que da nombre al disco posee un buen riff que se va haciendo hueco entre la potencia de la batería hasta que la canción se va acelerando. «Syrian nightmare» tiene una guitarra buenísima, baja un poco la potencia pero aún así suena muy contundente y se convierte en una de mis favoritas del disco. «Northern crow (lament for the undead king)» se vuelca en sonoridades más lentas, pesadas, cercanas al doom desde el punto de vista de Tankard, para ir endureciendo el sonido e incluso incorporarle un cierto aire épico.
«Lock’em up» busca una base más propia del thrash, aunque esa guitarra a veces puede recordar a Dave Mustaine. «The evil that the man display» es posiblemente la que más se acerca a sus canciones de los ochenta, aunque evidentemente, no hubiese entrado en ninguno de los discos de esos días. «Secret order 1516» se alimenta con su intro en ese ambiente épico más propio de otras bandas que pululan por el mundo metálico para luego entrar a saco en posturas más thrashers. ¿interesante?, quizás. «Sole grinder» en la que no hay complicaciones ni inventos, puro thrash de una escuela que ellos ayudaron a crecer. Un buen disco de Tankard, pero que quizás se queda un paso por detrás, ya no solo de su propia discografía, sino de muchos de los lanzamientos que siguen saliendo del género.
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