“Not in this lifetime tour”. No en esta vida, así se llama este tour de reunión de Guns N’ Roses. Una antigua frase de Axl Rose sobre una posible reunión que recuerda al Hell freezes over de los Eagles. El infierno se congeló y hemos vivimos para verlo.
Duff McKagan y Slash han vuelto al redil de Guns N’ Roses. Parecía imposible pero hay muy pocas heridas que el tiempo y el dinero no puedan curar. Estos Guns N’ Roses no son los originales, faltan Steven Adler e Izzy Stradlin, pero son lo más parecido a esa apisonadora que echó a andar hace 30 años. El tiempo pasa para todos, pero estos tipos todavía saben ofrecen un excelente espectáculo de rock. Ayer no hubo olor a naftalina ni apareció la sombra de la decadencia. Nada de eso. Guns N’ Roses están de vuelta, ahora de verdad, y en un envidiable estado de forma. Ya no son los mercenarios que aguantaban el ego desmesurado de Axl Rose. Los de ayer eran Guns N’ Roses.
El nuevo San Mamés es precioso y no dudo que sea un gran campo de fútbol en el que los cánticos de los aficionados se oigan de maravilla pero, oído lo oído anoche, su acústica no es la mejor para conciertos. El sonido fue turbio y poco claro al principio (It’s so easy sonó a desastre) pero se fue arreglando paulatinamente. La reverberación y el eco no cesaron en todo el recital, pero no arruinaron la función. El montaje era ciertamente apabullante. Parece haber sido diseñado siguiendo el patrón del que vimos a AC/DC hace un par de años. Un escenario enorme de 20 metros de alto y 50 de ancho, pantalla gigantes, proyecciones, cañonazos, un piano que emerge del suelo, fuego, etc. Esto es el gran espectáculo de rock en estadios. Pero no olvidemos lo más importante: ahí estaba el icónico trío Axl, Slash y Duff otra vez sobre un escenario y la emoción se hace inevitable. La dupla Slash-Axl han limado asperezas y han vuelto a juntarse aunque no hubo complicidad ninguna entre ellos. Ni se miraron ni se tocaron en todo el concierto, solamente el saludo final les obligó a rozarse. Pero han vuelto a tocar juntos, será por dinero pero no podemos dejar de celebrarlo. Ambos estuvieron a la altura de lo esperado, cada uno en su papel y en su lado del escenario, con medidos momentos de gloria para cada uno.
Axl ya no tiene esa cara de ángel que volvía locas a las féminas ni es el tipo más sexy del planeta tampoco luce esos ceñidos pantalones deportivos (afortunadamente). Ha ganado peso y se viste de forma estrafalaria a base de pañuelos y sombreros. El tipo lo sigue dando todo en directo, corre de un lado para otro mientras se desgañita. Quien tuvo, retuvo. Por cierto, se cambió unas 6 veces de camiseta y usó otras tantas chaquetas y sombreros. Cuando se sienta al piano me recuerda a Liberace con esos enormes anillos que engalanan sus dedos. Pero cumple sobradamente. En esta gira no hay retrasos ni enfados de diva venida a menos. Axl parece estar bastante más centrado que en los últimos lustros. Nada de seguir jugando en el casino hasta una hora después de la fijada para un concierto ¿Y Slash? Pues a lo suyo. Sigue con su chistera de tahúr, sus gafas, sus rizos, sus Converse y sus pantalones ajustados. Como si estuviéramos todavía en 1992. Se marca unos solos con su Gibson de quedarte con la boca abierta mientras adopta sus míticas poses. Es impresionante ver en las pantallas gigantes primeros planos de sus punteos y sus bendings. Un maestro de las 6 cuerdas, por si alguien lo dudaba, que no ha perdido un ápice de rapidez ni precisión. Duff, por su parte, está en muy buena forma y parece ser el contrapunto entre las personalidades antagónicas de sus dos compañeros, tanto en lo musical como en lo personal.
El repertorio fue de infarto, en las 3 horas que duró el concierto sonaron todos sus clásicos: Welcome to the Jungle, Estranged, Sweet Child O’ Mine, You Could Be Mine, Civil War, November rain, Nightrain, My Michelle, Coma, Rocket Queen o Don’t Cry. Ufffffff. Todo ello para acabar con una tremenda Paradise city entre cañonazos y confeti. Un repertorio perfecto ejecutado de forma sobresaliente en show total. Personalmente, solamente eché de menos Used to love her, un set acústico no hubiera estado mal, es una opinión. Las canciones del Chinese Democracy no recibieron del respetable la misma acogida que sus clásicos. La verdad es que ni Better, ni Sorry son malas canciones pero no pueden competir con las anteriormente citadas. Tampoco faltaron sus versiones de Live and let die de Paul McCartney y Knocking on heaven’s door de Bob Dylan (paradigma de canción de Dylan que gana enteros cuando la interpretan otros). Tampoco faltó a la cita la melodía de El Padrino de Nino Rota interpretada por Slash. Ninguna sorpresa hasta aquí. Hubo emotivos recuerdos a Chris Cornell (tocaron Black hole sun y sonó You know my name al finalizar el show) a Gregg Allman (juntaron Melissa con Don’t cry) y Eric Clapton (Axl incorporó partes de Layla al final de November rain). Sí me sorprendió que tocaran Wish you were here de Pink Floyd y The seeker de The Who (con los que van a girar próximamente por Sudamérica) y que el público recibió con cierta frialdad, como si no la conociera. Estos tipos pueden ser unas leyendas pero siempre se agradece ese toque de humildad al rendir pleitesía a sus ídolos.
Lo dicho, un gran espectáculo que demuestra que Guns N’ Roses son una leyenda viva.
Previamente, Tyler Bryant y Mark Lanegan y su banda actuaron de teloneros. No llegué a tiempo para ver a Bryant pero sí a Lanegan. Como suele ocurrir, casi nadie les hizo caso. Con un sonido deplorable, sin watios y sin pantallas, Lanegan desplegó su tormentoso cancionero pero fue ignorado por el respetable. Por suerte la noche siguiente en Las Armas, en un recinto mucho más adecuado a su estilo, Lanegan encontró un público mucho más receptivo.
Crónica perfecta del concierto , coincido en todo lo comentado , saludos
Me alegro que coincidamos. Muchas gracias por el comentario. Me han dicho unos colegas que abajo el sonido fue muy deficiente, sobretodo en el Golden circle donde los graves se comían el resto del sonido. El la grada el sonido fue bastante aceptable tras un inicio desastroso, algo habitual.