Joder troncos (¿se puede decir tacos en una publicación seria?, pues claro, cojones), de no ser porque me importa una mierda lo que hagan con mis cenizas una vez que la parca venga a visitarme y me invite a bailar con ella mientras suena «Don`t you fear the reaper», allá donde me guardasen como recuerdo de un tiempo vivido, me gustaría que grabasen como epitafio, «Rest in riff», fabulosa frase que da nombre al tercer disco de Hell’s fire. Tercera andanada de los madrileños que sin abandonar su (mi, nuestro) adorado southern metal, se introducen en terrenos más desérticos propios del stoner a ratos como contrapunto a los efluvios pantanosos que ya poseen en sus canciones desde hace tiempo. Un fantástico artwork, desde la portada hasta su currado y magnífico interior, pasando por un grandísimo sonido conseguido en los Estudios 51, que se convierten en el complemento perfecto a este fabuloso trabajo, once temas propios más tres covers para terminar de redondear la obra.
Que Pantera es parte del evangelio de la banda es algo que nadie va a negar ni a descubrir a estas alturas, pero que han ido incorporando influencias para alimentar aún más su amalgama de potencia excelentemente controlada, es un hecho. El disco se abre con «Call of the swamp», y ese riff a lo Sabbath te avisa de la tormenta de decibelios que se te va a venir encima y enlaza de directamente con «The hearse» de nuevo con un riff señero, la base rítmica marcada, contundencia y un estribillo matador. «Never too high» suena brutal, cortante, como una bomba a punto de explotar. «Nightstalker» suena a anteriores andanadas de la banda, buscando un desarrollo más fuerte, directo y un riff que marca el camino. «Same old story» en rock sureño electrificado al máximo de potencia. «March of the witch» es una pasada, como van construyendo la canción, afilada, rítmica, marca de l casa.
«The mirror» tiene esa forma de sonar cercana a Zack Wilde, con quien estoy seguro que comparten muchísimas influencias. «Muddy bottom» posee unas guitarras muy buenas y sacan a relucir ese sonido stoner que se muestra como nueva seña de identidad. «The whorehouse» muestra una faceta más melódica, sin perder contundencia, enroscado en ese southern metal que tan bien se les da, una canción para enmarcar y no dejar de escuchar una y otra vez. «Trust» regresa a dominios stoner, con una sección rítmica que funciona como una maquinaria infernal, precisa y brutal. Cierran con «No shelter», de sabor pantanoso, pleno de distorsión, antes de regalarnos como premio, tres muy bien interpretadas versiones, «Roadhouse Blues» de The Doors, «Neon Knights» de Black Sabbath y «Bury me in smoke» de Down. Un gran disco el que han parido Hell’s Fire.
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