Tercera incursión en la dirección de Denzel Washington, tras “Antwone Fisher” y “The great debaters”, obras que giran en torno a polémicas a cuenta del tema del racismo. En “Fences” ha dado “una vuelta de tuerca” más, ya que esta historia ambientada en el Estados Unidos de los años 50 tiene algunas metas secundarias que tratan dicha problemática, ya que tenemos a un hombre que por el color de su piel no puede conducir el camión de la basura donde trabaja, puesto reservado a “blancos”. Pero es un apéndice paralelo a la historia principal, que no es otra que un padre y esposo, estricto y respetuoso con su mujer pero que, probablemente, diste mucho de ser una buena persona.
Adaptación a la gran pantalla de una obra de teatro que tuvo bastante éxito y que su dupla protagonista ya habían interpretado sobre un escenario. Sin duda, una película donde lo más destacado es el duelo actoral, mucho más que su argumento y, sin duda, su dirección. Pues no nos engañemos, esta se limita a realizar teatro filmado. Muy poco riesgo en el plano, aunque intente evitar el plano- contraplano en muchos momentos y se limite a rodar desde ángulos donde podamos seguir el diálogo viendo a los dos, o más, personajes. Y eso es de agradecer, pero que por la duración del filme acaba por resultar agotador si el espectador se evade de lo que está sucediendo en pantalla. Pues ese es otro de los problemas de la cinta, pues se nota demasiado que el guionista August Wilson se ha limitado a copiar al August Wilson dramaturgo y se ha limitado a una trascripción similar de su obra teatral. Y, a ver, los diálogos son buenos y es lo fundamental del “libreto” pero se nota en demasía que provienen del mundo escénico y no termina de cuajar en 35 mms. Algo similar a lo que sucedía en “El consejero” de Ridley Scott, donde las preguntas y respuestas de los personajes eran magníficas y de un talento incuestionable pero que parecían más propias de una novela que de un largometraje. El que estuviese en los créditos el estupendo escritor Cormac Mc Carthy tenía mucho que ver.
Hace casi veinte años, siendo un joven estudiante, hice un curso de Introducción a la Puesta en Escena en la Sala Cuarta Pared de Madrid. Entre las ponencias de los diferentes “profesores” hubo una que me marcó, pues de visita en el Teatro María Guerrero (sede del Centro Dramático Nacional) su entonces director; Juan Carlos Pérez de la Fuente, nos preguntaba a los alumnos de donde proveníamos. Al decir mi compañero y yo que del mundo del cine se sorprendió, pues entre los cuarenta asistentes éramos los únicos. Y ahí nos dio una auténtica lección, pues ante la perplejidad de los compañeros que vilipendiaban este arte en comparación al teatro, donde explicó que aunque sean medios diferentes se pueden complementar y así los cineastas pueden aprender mucho de técnicas para conseguir mejores interpretaciones y la imagen puede abaratar montajes y conseguir vistosos resultados tanto en teatro como en ópera. Y esto me barruntó por la cabeza al visionar estas casi dos horas y veinte minutos de metraje, pues es verdad que se puede trasladar una obra a celuloide pero hay que aportar algo más de los múltiples recursos que posee el séptimo arte.
En lo que es magistral “Fences” es el “tándem” protagonista, pues Denzel Washington, que ha envejecido mucho en poco tiempo, está soberbio y da todo un curso actoral, pleno de los muchos matices que puede sacar a su personaje y una Viola Davis que le da una réplica perfecta consiguiendo una de las interpretaciones del año. Ellos saben el “caramelo” que tienen entre manos, papeles construidos para ganar todo tipo de premios. Y por eso, y por más de un momento de gran intensidad “Fences” merece algo más que el aprobado. No trascenderá y su realización acaba siendo mecánica y tediosa pero no decepcionará a los degustadores de grandes actores. Pocos escenarios en una cinta intimista, vallados por las cercas del título en inglés y donde los personajes, lo que dicen y como lo dicen son sus principales virtudes. Eso sí; me trajo recuerdos de un pasado ya lejano cuando uno tenía muchas más ganas y menos años.
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