Andaba uno de estos días en los que el tiempo no acompaña, ordenando un poco la cantidad de trastos que voy acumulando, y con entendáis trastos de manera despectiva, ni mucho menos, que para mi son mayores tesoros que los que cualquier pirata pudiese encontrar después de desvalijar el más cargado galeón español en aquellos mares. Y andaba liado en dichos menesteres, no porque me apeteciese, sinceramente, sino porque alguien me etiquetó en una red social sobre un concierto del que han pasado ya más de 25 años, y en el que estuve, así que como respuesta y dispuesto a añadir prueba fehaciente, andaba tratando de localizar donde guardo mis entradas, que mi relación con esos trozos de papel llenos de historia da para mucho, porque tengo una facilidad horrible para extraviarlos, y no es lo único, si os digo que en mi última mudanza hace un par de años, perdí un vinilo de Pearl Jam, y eso que la mudanza la hice yo, vamos que fui quien guardó los discos, cargó con ellos escaleras abajo primero y escaleras arriba luego, en fin, que no recuerdo ya lo que os estaba contando, o al menos, en que quería centrar esta cuatro letras juntas. Ah, vale, si, que buscando las entradas de marras, que por cierto acabé encontrando, como suele pasar siempre, te pones a echar un vistazo, a rememorar momentos inolvidables, que casi siempre no solo relaciono a grandes conciertos vividos, sino a los que protagonizaron gente por la que siento especial devoción.
Uno de esos casos, es el de Dan Baird. Colegas, no podéis amar el rock and roll y no amar a este tipo, ya sea con los Georgia Satellites, con Homemade Sin, con Yayhoos…que digo, no caben hacer distinciones, todo lo que toca, todo lo que sale de su garganta y su guitarra, es esa gloria bendita revestido de veneno que nos da la vida. Este nuevo disco contaban que estaba hecho con descartes de su anterior grabación, pero claro, que lo que Baird deja fuera ya lo quisieran muchos para si, supongo que tal vez por eso ha decidido sacar este nuevo disco bajo su nombre. Aquí no hay sorpresas, ni ganas que las hubiese, rock and roll directo desde el corazón, con raíces sureñas, country y todo la amalgama que siempre ha sido distintivo de su forma de entender el rock. «Cemetery train» es el punto de partida y nos pone en bandeja recuerdos de una historia que al menos yo echo a veces de menos. «Showtime» es puro rock and roll, garitos llenos de humos, sudor y cerveza.
«Look away» goza de esa grandeza propia del rock americano, de las raíces bien apropiadas. «Naughtie Marie» banjo en ristre nos invita a perdernos en las raíces del otro lado del Atlántico. Sus majestades Satánicas se presentan en forma de musa inspiradora en «Get whatcha get». Me engancha esa guitarra que da vida a «Say goodbye» junto a su ritmo más pausado. «Get out and go» devuelve al Baird más rockero, de mete primera y tira hacia delante. Ritmos country para «Wont take much» antes de volver al rock más clásico de «Lay it on me» donde se mueve como pez en el agua, o en bourbon, o en cerveza, o… al igual que pasa con «Silver baby» con esa guitarra marcada a lo Keef. Recogimiento junto a la melodía de «Shes with me» antes de poner punto final con «Gotta get a move on». Quizás no sea su mejor disco, pero es que eso lleva implícito que es mejor de lo que mucha gente será capaz de lanzar durante toda su vida, porque si algo tiene Dan Baird, es que te puedes jugar el cuello a que no te defrauda, y amigos, este disco te pone la pilas a base de bien.
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