Disney sigue rentabilizando aún más la compra de Lucasfilms por 4.050 millones de dólares en 2012. Al menos, ya no corremos el peligro de que George Lucas se saque de la manga insoportables personajes de grandes orejas generados por ordenador. Rogue One no es un episodio más de Star Wars, tampoco es una precuela ni una secuela, sino un spin-off. El primero del universo Star Wars, obviamente no será el último. Ya se habla de otros spin-offs como el dedicado a contar la juventud de Han Solo, Boba Fett o Chewbacca. Todo es posible, ya sabemos que Disney tiene pocos escrúpulos a la hora de hacer caja. Rogue one nos informa desde el título que estamos ante una avanzadilla, el primer film que rompe el hielo en solitario (rogue significa solitario entre otras acepciones). Vamos, que Rogue one forma parte del universo Star Wars pero no es un episodio oficial de la franquicia. Aparece el rótulo de «Hace mucho tiempo en una galaxia muy muy lejana…» pero no los títulos que se pierden en el espacio. Tampoco la partitura es del maestro John Williams, en esta ocasión Michael Giacchino se basa en la mítica banda sonora de Williams pero no va más allá de la simple recreación. Su música recuerda a pasajes de sobra conocidos, pero no crea ninguna melodía destacable. Como todo en Rogue one, cumple su cometido de conectar y expandir con la saga original pero no innova ni fascina.
La historia de esta Rogue one se sitúa cronológicamente justo antes del Episodio IV (Una nueva esperanza) con el que enlaza sin fisuras. Ahora, 40 años después, nos enteramos de cómo fueron las pesquisas para robar los planos de la Estrella de la muerte. ¿Realmente a alguien le interesaba saber cómo se robaron esos planos? La verdad es que no. Pero da igual, cualquier excusa es válida para volver a al universo de Star Wars y volver a disfrutar de la saga galáctica más célebre de la historia. Vamos, para que Disney saque tajada. Rogue One lo intenta pero se queda a medias. Vayamos por partes.
El trailer de Rogue one ya nos avanzaba que Darth Vader aparecía en el film. Vader aparece poco y de forma casi testimonial, pero el interés del film sube bastantes enteros cuando su máscara y su respiración entran en escena. Ahí está la voz de James Earl Jones en la versión original, en la versión doblada se ha tenido que sustituir la voz de Constantino Romero ya que el mítico doblador ya falleció. Darth Vader es quizás el mayor reclamo del film. Un villano que estaba en plena forma. También aparece Grand Moff Tarkin, interpretado en el film original por el gran Peter Cushing y fallecido hace más de 20 años. Pero la muerte no es impedimento a la hora de darle coherencia a la historia. Ni mucho menos. Con los modernos efectos digitales, se ha devuelto a la vida al gran actor británico. Lo cierto es que la cara digital de Cushing da el pego perfectamente, sus gestos se han copiado magistralmente y casi puedo asegurar que su interpretación es la mejor del film. Si no supieras que Peter Cushing lleva muerto dos décadas, te creerías que un actor de carne y hueso todavía en activo, asombroso. No ocurre lo mismo con otro mítico personaje de la trilogía original cuyo nombre no voy a desvelar y que también ha sido generado por ordenador. La verdad es que uno agradece los guiños a los fans en forma de cameos, pero alguno del final se lo podrían haber ahorrado. No digo más.
Lo más novedoso de Rogue one es ese creciente protagonismo de los roles femeninos en el universo Star Wars. Tanto en el Episodio VII con Rey como en este spin-off con Jyn Erso, las mujeres toman las riendas de la trama. Jyn Erso, encarnada por la estupenda actriz Felicity Jones (Un monstruo viene a verme, La teoría del todo), no es una princesa que debe ser rescatada por el joven héroe. La verdad es que el reparto resulta creíble aunque desaprovechado. Dentro del bando de los rebeldes tenemos al británico-paquistaní Riz Ahmed, el mexicano Diego Luna, el afroamericano Forest Whitaker, el hongkonés Donnie Yan y el chino Wen Jiang. Quizás sea una treta comercial de Disney para ganarse los mercados latino y asiático, pero se agradece la variedad étnica y que esos personajes no estén generados por ordenador. Por su parte, Alan Tudyk presta su voz al robot K-2SO, una especie de sucedáneo de C3-PO cuyas supuestas gracias no lo son tanto. El padre de Jyn, Galen Erso, está encarnado por el danés Mads Mikkelsen (Hannibal) tan inexpresivo como siempre. A mí quien me ha fascinado, como siempre, es la inquietante presencia de Ben Mendelsohn (Lost River). Eso sí es un villano que aterra con su sola presencia, sin máscaras ni respiraciones forzadas, un cabrón de una pieza corroído por la ambición. Una pena que el decepcionante guión no le haya dado más cancha a este personaje.
Disney ha contratado como director a Gareth Edwards, un tipo que con solo 2 películas de monstruos (Monsters y el remake de Godzilla) se ganó el respeto de la crítica y público. Edwards hace un buen trabajo y dirige siendo consciente que el éxito del reto se basa en contentar a unos fans que no quieren innovaciones. Con ser fiel a lo ya conocido tenía mucho ganado. Su film es un éxito si hablamos de continuidad con el universo Star wars en el que se engloba. Nada desentona ni resulta estridente. Edwards sabe rodar y se desenvuelve perfectamente en las escenas de batallas a pesar de haber actualizado algo la manera de presentarnos la acción. Hay más movimientos de cámara y juega con el enfoque constantemente, algo que ya pasaba en El despertar de la fuerza. También la fotografía es más oscura y de colores terrosos, con una textura algo inusual. En todo lo demás, Edwards está en piloto automático y se limita a rodar sin salirse un ápice de los cánones de la franquicia. Otra cosa hubiera sido impensable.
El problema de Rogue one no reside en la correcta dirección de Edwards sino en su guión. Se dice que una vez finalizado el rodaje, los capos de Disney se alarmaron con el resultado y decidieron reescribir el guión (en el que colaboró hasta Tony Gilroy) y volver a rodar buena parte de las escenas durante dos meses de rodaje extra. Todo ello explicaría los bajones de ritmo y la confusión reinante en el producto final. Peor aún, Rogue one se hace tediosa por momentos al público infantil y fracasa a la hora de presentar y desarrollar los personajes. Ni K2 consigue ser ese droide simpático ni las relaciones entre los personajes están bien plasmadas. Sirva como ejemplo el desastroso desarrollo de la pareja formada por Baze Malbus y Chirrut Îmwe (el oriental ciego). Una pareja que podría habernos proporcionado grandes momentos de diversión y aventura pero que se queda en nada. Una pena. A esta historia le falta ironía y un toque de humor, yo eché de menos a Han Solo y a esa pareja mal avenida que son R2-D2 y C3-P0. Los efectos especiales, los diseños, el vestuario y las naves de Star wars están ahí, pero falta la magia. Rogue One tiene un final épico perfectamente rodado que no emociona lo suficiente debido a que no se ha dedicado el metraje necesario a desarrollar los personajes. En 133 minutos, no se consigue crear en el espectador la empatía necesaria. Entre tanto nuevo planeta y tanto viaje al híper espacio se han olvidado de que más allá de los efectos especiales Star Wars enganchó a varias generaciones gracias a la identificación con unos protagonistas y unos secundarios muy carismáticos. Y aquí el carisma no asoma por ningún lado.
Rogue one ni innova ni sorprende, es un sucedáneo innecesario que ni siquiera divierte lo debiera. Cumple, pero nada más.
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