Si en el transcurso de tan pocos años Luke Winslow King venía a España por tercera es que las anteriores tuvo éxito. Y tras el éxito de convocatoria de un músico como él, de recintos medianos, americano, de estilo minoritario (¿country? ¿folk americano? ¿swing? ¿en la capital de España?) se escondía lo que se confirmó anoche: talento y profesionalidad.

A esas dos cualidades, esperables, añado otras tantas que escribo con rotundidad tras el show: sutileza y elegancia. Elegancia en el cantar y sutileza en el tocar, de él y de toda la banda. Gracias al excelente sonido que disfrutamos desde el principio, pudimos disfrutar de cada nota dentro de las jams que manejaban a su antojo, cuando y como les viniese en gana, apreciar los detalles. Notas tocadas con tanto control, salidas de tan profundo, que todas y cada una parecían cruciales. Jugaron con muchos de los temas que interpretaron, dejando algunos planos, tal como suenan en el disco -«I’m glad trouble don’t last allways», «Act like you love me»-, pero buceando en lo más profundo del blues pantanoso en medio de piezas como «Esther please» y «As april is to may».

Si el público nunca perdía la atención en esas infinitas inmersiones fue gracias, por un lado, al carisma y la experiencia en manejo de audiencias de Winslow. Por otro, al increíble hacer a la guitarra de Roberto Luti, uno de esos músicos que en otra época se habría convertido en leyenda pero que, hoy día, se conforma tímidamente con algunos abrumadores aplausos del público. King es bueno, tanto a la voz -sobrado- como a la guitarra, pero lo de Luti es puro corazón, control absoluto de los tiempos, los bends y las melodías leves. Desde la primera nota olvidamos que tuviese el índice de la diestra escayolado para recordarlo únicamente al abrir los ojos y admirar su aparente facilidad para tocar la fibra, sacando brillo de guitarras viejas. Inolvidable descubrimiento el de este tipo, un segundo robaplanos del que espero que Luke no se separe en mucho tiempo.

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El recital de más de hora y media fue un sube y baja de blues, swing bailongo, folk, y swing menos bailongo, recorriendo su discografía e incluyendo cuatro temas de su excelente nuevo álbum, del cual dejó para el final la pieza más emotiva. Cuando interpretó «No more crying» ante una sala en la que no había mucho espacio de sobra, brazos en cruz, cantando sus sentimientos post ruptura, algunos nos unimos en plena emoción dando por finiquitado lo que había sido un show de lo más pantanoso, con mucha recreación de los cuatro -si bien Luti eclipsaba al resto, conviene no perder de vista a la base rítmica que, además de dar espectáculo funcionando como un metrónomo bien calibrado, hacían estupendos coros-.

Y no. Volvieron a salir para despedirse de la que, según Luke, es su «ciudad favorita del mundo» con un explosivo «Swing that thing», 100% sonido auténtico de Nueva Orleans. Rasgueo arriba, rasgueo abajo, mucho cachondeo en el escenario, y mucho ánimo del público. Una comunión cuyos lazos se construyeron al lo largo de una hora y media amena y divertida llevada con mucha profesionalidad. Tan seguro se sintió entre fans que el protagonista no pasó por el camerino. Tras la nota final saltó al foso, a repartir besos, abrazos y apretones de manos entre quienes lo mantienen donde está.

Ah, que no se me olvide: humildad.

by: Edgar

by: Edgar

A la música le dedico la mayor parte de mi tiempo pero, aunque el rock me apasiona desde que recuerdo, no vivo sin cine ni series de televisión. Soy ingeniero informático y, cuando tengo un hueco, escribo sobre mis vicios. Tres nombres: Pink Floyd, Led Zeppelin y Bruce Springsteen.

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