Una tarde noche de las importantes la vivida el viernes 11 de noviembre con una Sala Riviera de Madrid que había colgado el billete de vendidas todas las localidades y con un público que esperaba impaciente en la larga cola formada más de una hora antes de la apertura de puertas para ver el triple programa formado por Grand Magus, Testament y, sobre todo, Amon Amarth.
Comenzaban a las siete de la tarde, con una exquisita puntualidad, los suecos GRAND MAGUS, un trío demoledor que mezcla el metal con el stoner y cuyo resultado es formidable tanto en disco como en directo y que en sus cuarenta y cinco minutos de actuación dejaron unas gratas sensaciones revelándose como una agradable sorpresa para una parte del respetable que nunca había podido disfrutar de sus evoluciones encima de un escenario (entre los cuales me incluyo). Llegaban a presentar su interesante último LP titulado «Sword songs” ,toda una declaración de intenciones y que casaba perfectamente con la épica del cabeza de cartel, y del que, por desgracia, solo interpretaron el tema “Varangian”. El resto fue un repaso al resto de su trayectoria tras la intro con “I, the jury”, “Sword of ocean”, “Steel vs Steel”, “Iron will”, “Like the oar strikes the water” y “Hammer of the north”. Tuvieron poco espacio en el escenario al encontrarse tapado toda la parafernalia de sus compatriotas pero aprovecharon su hueco en el cartel.
Si los nórdicos fueron la sorpresa, los norteamericanos TESTAMENT se convirtieron en una pequeña decepción. Y no es que estuviesen mal, pues con una larga carrera de más de treinta años, la banda suena formidable y su conjunción es innegable pero les faltó agresividad y contundencia. Parecía un día más en la oficina, un no querer ofrecer todo su potencial al no saberse las principales estrellas del programa teniendo un nombre impecable en el “trash metal”, labrado por el esfuerzo de los años y la experiencia. Es lo mismo que les puede suceder a Accept al compartir “tablas” con los mucho más recientes Sabaton en enero del próximo 2017. Y tampoco se puede objetar el inexorable paso del tiempo, pues los vi el pasado 2015 en el Download británico y bordaron sus escasos treinta minutos. Llegaban a presentar su reciente “Brotherhood of the snake”, del que tocaron el tema homónimo, “The pale King” y “Stonghold” que se unieron al repaso del resto de su discografía con “Into the pit”, “Disciples of the watch” y “The new order” del álbum con ese título, del “Dark roots of earth” sonó el que da nombre al CD y “Rise up” y “Over the world” y “The formation of damnation”. Clásicos del “trash” los de Chuck Billy con una voz lastrada por los inviernos pero todavía con un tono aceptable y que siempre anima con ese maravilloso “air guitar” con su medio pie de micro y donde destacan las guitarras de Alex Scholnik y Eric Peterson que demuestran que los californianos tienen “cuerda para rato”.
Tras los invitados caían las negras sábanas que tapaban el enorme casco con cuernos donde se situaba la batería y las escaleras en modo atalaya del escenario de AMON AMARTH que consiguieron que su fiesta fuese completa, ya desde la brutal entrada con “The pursuit of vikings”, a las que siguieron “As loke falls” y “First kill”, primera de las seis canciones que mostraron de su reciente “Jomsviking”, uno de los diez mejores discos del año en opinión del abajo firmante, junto a “The way of vikings”, “At dawn´s first light”, “On a sea of blood”, “One thousand burning arrows” y el primer bis con “Raise your horns”, brindado con cerveza con su cuernos en mano. No fue lo único destacable de la puesta en escena, pues tuvimos lucha entre soldados a espada, subida a lo alto de la escala con lanzas y arcos o la aparición de Loke con su apariencia de bruja y la demostración del gran momento de forma de los escandinavos, todo un compendio de buen hacer en el death melódico, con sus armonías y riffs ejecutados a la perfección y un Johan Hegg en estado de gracia, que demostraron en “Deceiver of the gods”, “As Loke falls”, “Father of the Wolf”, “War of the gods”, “Destroyer of the universe”, “Cry of the black birds”, “Runes to my memory” y los bises, que sumados al antes referido, con “Guardians of the Asgaard” y “Twilight of the thunder god” dejan claro que, quizás, se encuentren en el punto álgido como grupo. Es su momento. Y conciertos como el ofrecido en Madrid lo dejan claro. Hora y treinta minutos de espectáculo tanto musical como escenográfico. Y no puedo terminar esta fiesta vikinga sin mencionar que al comenzar a las nueve y cuarto de la noche, a las once menos cuarto estaba todo el mundo saliendo a tiempo para cenar, continuar la velada o llegando a casa a una hora decente quien tuviese que trabajar al día siguiente o bregar con alguna actividad deportiva o familiar que le obligue madrugar.
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