Que Eldorado presenten disco en la capital conlleva hacer hueco en la agenda, caiga cuando caiga. Más en la sala Caracol, sala que han convertido en su posada particular en la que, de seguro, suenan esplendorosos. En esta ocasión presentarían temas de su recientísimo Mundo Aéreo, nueva entrega discográfica que han aprovechado para renovar su sonido cambiando métodos, estilo y productor. Había expectación ante lo posible y lo difícil de probar: que siguiesen sonando a los Eldorado de siempre, o que no.
Dude rompieron el hielo ante una sala aun despoblada. La banda de los The Muggs Tony DeNardo y Todd Glass, en la que el bajista\teclista hace las veces de vocalista, evidenciaron unas tablas dignas de su banda madre. Sonaron compenetrados, engrasados, diestros. Presentaron sus rodados temas con naturalidad, entre amigos. Temas que suenan al blues rock de los sesenta, con toques psicodélicos de entonces, cada uno con un reglamentario solo de guitarra, cimentados por una de las bases rítmicas más potentes que se pueden ver hoy en día, pues el tal Todd Glass, aun comedido entre estas bambalinas, sigue siendo un espectáculo por sí mismo. A medida que la sala se llenaba, los aplausos se intensificaban. La despedida con un heterodoxo rock & roll fue una correcta culminación que mantuvo a los presentes lejos del hastío en todo momento.
Eldorado despejarían dudas en lo que duran dos canciones. «Riding the sun» suena infinitamente mejor en directo que en el nuevo disco. Suena a Eldorado: orgánica, eléctrica y cálida, señas de su directo. Y digo más. A nivel escénico se mostraron más seguros que nunca, llenando un hueco que siempre he criticado: tanto César como Andrés no dudaron en asumir el frente del escenario mientras Jesús se retiraba tras el teclado. Ahora sí, el grupo domina el escenario en todo momento. Tras sonar el «Reactor» ya nos tenían en el bolsillo.
He escrito tantas veces sobre conciertos de Eldorado que, en cada nueva ocasión, temo repetirme. Sin embargo, gracias a la evolución continua de la banda, me resulta imposible. Siempre hay algo nuevo, siempre hay cambios. La banda hace años que escribió «renovarse o morir» en la puerta de su local de ensayo; se nota. Además, el trabajo desde la mesa de sonido fue impecable, permitiendo al público disfrutar de todo lo que da de sí tanto la banda como Caracol. A excepción de un problema técnico con la guitarra acústica -ojo, tocando una personal visión de «Planet Caravan»-, todo sonó en su sitio, incluida la desbocada potencia de un Javi Planelles que salió a matar, y destacando el sonido tan crujiente de la guitarra de Andrés Duende. Para no perder detalle. Una gozada.
Tanto los nuevos cortes, como «Plastic flowers» o la tan bien recibida «Madre agua», como los que han convertido en clásicos -«Kassandra», «Space mambo» o Another bright Sunday»- reafirmaron de continuo que la banda sigue en la cresta de su ola. Cuentan con una discografía tan sólida que, a estas alturas, empiezan a echarse en falta muchos temas en su repertorio. Bien podrían sustituir las versiones habituales -como «I don’t need no doctor»- por alguna que otro clásico propio, como también podrían haber alargado el concierto de hora y media escasa algunos minutos más, pues no hubo bises y nos dejaron con ganas de más.
Tanto por directo -un directo vivo que no deja de madurar- como por canciones -ya quisieran algunos componer un «Looking at the stars» como este-, Eldorado se alzan con con firmeza entre la abundancia. Bandas y conciertos como este ayudan a que rockeros menores de 30 años piensen sin sentirse locos o blasfemos que, a pesar de que muchos lo nieguen, el rock pasa por un muy buen momento; que el presente tiene, además, futuro.
0 comentarios