Los chicos de Eldorado saben tan bien que cuentan con una importante base de fans en la capital como que, para no caer en repetición, se les pide -y permite- atrevimiento. Para el concierto del viernes decidieron sorprender desde el comienzo, jugándosela con un pesado medio tiempo para abrir fuego y demostrar que, tras el último importante cambio de formación -el regreso de su batería anterior Javier Planelles- vuelven a soñar cañón.
Pero antes de tal arranque, que dejó a los presentes patidifusos, pudimos disfrutante algo más de cuarenta y cinco minutos de Ultima Experiencia, el trio que no deja de patearse escenarios aquí y allá inhundando todo recoveco posible de su blues rock con tintes comerciales. Para este primer encuentro con Eldorado, optaron por dejarse llevar hacia su vertiente más blues, embarrizada e instrumental, en mi opinión, su punto fuerte. Aunque no era la primera vez que los veía, sí que, en esta ocasión, atraparon toda mi atención con improvisaciones que venían muy al pelo, alguna que otra versión -oportuno «Purple Rain»- y los suficientes ecos de la época dorada como para que ningún fan de Eldorado se sintiese desplazado. Cierre con «Mi guitarra y el blues» perfecto, lejos de la melodía fácil de «Ladyzabella», más madura y muy, muy sentida.
Los madileños de oro, tras arrasar a guitarrazos con «Caída libre» y, esta vez sí, un batería que vuelve a copar protagonismo en muchas ocasiones, dieron por finalizado el calentamiento y dieron rienda suelta a sus pasiones con «Hipernova». El trallazo, que bien podía haber usado Blackmore para abrir algún bolo, terminó por encajar al público entre los raíles de un concierto en el que habría de todo: desarrollos instrumentales propios de Woodstock, como «La flor de la envidia» o la excelente dupla que armaron entre improvisaciones basadas en «Paint It Black» y «Riders on the storm», y pesadas piezas de rock que, sin dejar de sonar a zepelines y profundidades purpúreas, superan a los clásicos en tonelaje y distorsión, como «Puedes decir adiós» o su tema estrella, «Kassandra».
Los temas nuevos mantuvieron en ristre la fe que se tiene en esta banda, de imparable crecimiento desde que hiciesen aparición, mejorando disco a disco. Gracias al buen sonido al que esta sala nos tiene acostumbrados, fue fácil apreciarlos detenidamente y, asímismo, disfrutarlos como parte de un repertorio variado y potente en el que también, con «Space mambo» hubo espacio para el baile.
Dadas las improvisaciones propias de jam band que tan bien ejecutan, los once temas se alargaron durante más de noventa minutos, finalizados de manera dolorosa por todo lo que se quedó fuera: «Another bright sunday», «Atlantico», «Luciérnagas» y un sin fin de grandes canciones. Único reproche posible, mas teniendo en cuenta el precio de la entrada habría que celebrar resultados como este; un balance que si se compara con el resto de oferta de celebración masiva, ya saben, grandes nombres a grandes precios, produce risas de incredulidad.
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