Echando la vista atrás, la primera vez que escuché hablar de Judith Mateo, fue a raíz de su colaboración con Jose Carlos Molina de Ñu. A partir de hay, me fui habituando en posicionarla en alguna que otra colaboración, pero reconozco que no me había centrado en su carrera particular. Si me hablan de violines y rock, mi cabeza vuela hacia David Garrett, o ya en terrenos más oscuros, por ejemplo en Martin Powell y My Dying Bride o Fritha Jenkins en Skyclad y por supuesto Robby Steinhardt, entre otros que pululan por ahí entre canciones. Así que cuando me enteré de que Judith Mateo se iba a lanzar en plancha con este disco de versiones, titulado «Rock is my life», tuve claro que ya era hora de centrarme en lo que podía ofrecer, sobre todo al meterse en el mundo de unas canciones tan conocidas, lo que siempre te lleva a ser comparado con el original o la multitud de covers que se han realizado de ellas a través del tiempo.
Judith ha elegido una serie de canciones clásicas, de fácil reconocimiento, y que evidentemente, pueden resumirse entre esas canciones que forman el bagaje de muchos de nosotros y nos hacen decir que el rock es nuestra vida. A pesar de que su violín es el gran protagonista del disco, ha conseguido, gracias al gran sonido de este disco, conseguir la sensación de banda en todo momento, y que no nos de la sensación de estar ante una serie de simples acompañantes de la figura principal. Abre el disco con un clásico entre clásicos, «Smoke on the water», donde el violín toma el relevo a Gillan, como si de un remozado vocalista de Deep Purple se tratara. Le queda muy bien la adaptación al castellano de «Rock is my life» de Bachman Turner Overdrive, con Chusé Joven a la voz, quien también se encarga de la adaptación de la letra. Muy bien le queda «Nothing else matter» de Metallica, canción que se adapta perfectamente a cualquier versión.
La siguiente acometida viene de la mano de otra archiconocida, «Thunderstruck» en la que a pesar de seguir la tónica instrumental que solo rompe en con «Rock is my life», si que mete voces a los coros y el violín, que queda francamente bien, en una canción, que tampoco es que se le pueda añadir demasiado. También se atreve con ZZ Top y «La Grange», canción arriesgada para el formato que presenta Judith, pero que sale muy airosa del intento. Ahora llega una de mis canciones favoritas, en las que de nuevo las voces aparecen en coros, «More than a feeling», que la hacen muy bien, dándole un toque personal, y demostrando el gran nivel que atesoran como banda. Como siempre, para gustos colores, y bueno, quizás, entre tanto clásico básico, a alguno que otro, nos pueda parecer desentonar un poco «Basket Case» de Green Day, pero una vez escuchada, te deja un muy buen sabor de boca, gracias a como toma las riendas de la melodía el violín.
Curiosa la versión de «Sweet home Alabama», con esas bases programadas. En principio no me pega aquí una versión de «Cotton eye Joe», la verdad, a pesar de que me da la impresión de que en directo puede funcionar muy bien por su aire festivo, y al César lo que es del César, se la curran muy bien, el violín suena de escándalo y ya os digo, que en directo monta la fiesta seguro. Cierran con «Walk on the wild side», que también ha quedado muy pero que muy bien, porque han conseguido encontrar ese aire «íntimo» que merece. Lo cierto es que es un disco entretenido, interesante, que se te hace muy corto y que disfrutas a bastante volumen y con unas cervezas. Judith ha arriesgado, y en mi parecer, ha salido victoriosa.
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