El día 28 estuve gozando de Bryan Adams en un estadio rodeado de miles de personas. El 29, respiré la música de un Paul Zinnard, sólo acompañado de teclado, en un acogedor sótano de Madrid, rodeado por escasas decenas. Contrastes.
Cada vez que veo a Zinnard, lo acompañan menos músicos. Cada vez que lo veo, lo disfruto más. Desde aquella primera vez en El Sol, desatando la fiereza del rock con una banda completa, pasando por la ocasión anterior, con batería teclista, hasta esta última, en la intimidad que puede ofrecer una sala en forma de «caverna«, regado el encuentro por una sensación de reunión de amigos en la que disfrutar del arte de uno de ellos.
Springsteen suele aceptar peticiones de sus fans en los conciertos, que se hacen notar por medio de pancartas. Yo tuve a Zinnard lo suficientemente cerca como para percibir su aura de vecino, de tipo conocido y afable, y no me corté en pedirle «Away from home» de viva voz. Más contrastes.
La ecualización, como cuando se centra en la música y no en el estruendo, fue estupenda. Esa sensación nada claustrofóbica de cercanía, la tímida pose del songwriter, y la naturalidad de Rubén, el teclista que lo acompañaba, a quién iba anunciando los temas sobre la marcha, fueron parte del contexto que contribuyó a la intimidad del músico y sus canciones con los que acudimos a verlo, a respirar las historias que canta con acento propio, a disfrutar de esa música que, oída mil veces de otras voces, parece que sólo él pudiese interpretar.
«Red or blue», «Happiness» o «Man falling on the ground» se interpretaron como si aquella fuese su forma natural, despojadas de todo arreglo y percusión. Pero el punto y aparte lo pusieron «You never get what you want», fácilmente su mejor canción y, por supuesto, «Away from home». Supongo que el recuerdo de esta última perdurará, ya sea por lo bien que le salió, o porque la interpretó para satisfacer la petición de servidor. Con el tiempo perdurarán las sensaciones, sin más.
Con toda probabilidad, me costará más olvidar a Paul despidiendo a su teclista para interpretar un tema no ensayado solicitado por el público que la épica de los que llenan estadios. Que le den a las comparaciones. Y a los contrastes.
Parece que a Zinnard le está costando demasiado tiempo el reconocimiento. Para quienes lo ignoran, se lo pongo fácil. Escuchen cualquiera de sus discos, pero si se creen demasiado duros, empiecen por este:
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