Ningún aficionado del Rock que se precie debe ignorar el nombre de Ana Popovic -1976. Desde los quince años, sintió una insana curiosidad por el Blues. Su padre le inculcó, a la edad de quince años, la pasión por las seis cuerdas. Gracias a la educación musical recibida de su progenitor, la artista de Belgrado construyó su propio refugio donde poder resguardarse del horror de la Guerra de los Balcanes a través de la música de Duke Ellington, Eric Clapton o James Brown, entre otros.
A lo largo de sus siete álbumes de estudio, llenos de un talento y una frescura pasmosa, la instrumentista serbia, sin lugar a dudas, ha conseguido con su último trabajo, Blue Room -2015-, volver a demostrar que con Beth Hart, Lucinda Williams y ella, el Rock de raíces, así como el folclore norteamericano, en sí, hace tiempo que dejaron de estar dominados del género masculino para, de la mano de las mujeres, convertirse en algo todavía mucho más sensual y místico. El último lanzamiento de la balcánica, acompañada por su padre Milton a la guitarra, es un trabajo compacto, sin fisuras y abolladuras. Consciente de que, muchas veces, en la música, menos por menos, suele ser más, ha optado por un camino fácil: el de versionar a sus ídolos.
Así pues, las once canciones del plástico, Popovic, con la acertada y cartesiana producción de Jim Gaines –quien ya trabajó con Carlos Santana y el finado Stevie Ray Vaughan, entre otros muchos-, consigue que cortes ya inmortales y de cariz mitológico como Catfish Blues, Somebody, We Used To Know, Tupelo o Red River Blues, sincreticen a la perfección el sonido Americana clásico junto con el moderno. Los estilos de Ana y Milton, embebidos del espíritu del citado Ray Vaughan, así como de Elmore James, Charlie Parker o John Lee Hooker, ponen de relieve hasta qué punto, la música suele unir a aquellas generaciones maltratadas por el luctuoso curso de los acontecimientos. La guitarrista, ha conseguido, con este álbum, dar otro paso hacia delante en su carrera, rendir homenaje a su adolescencia, a esos héroes que la animaron a iniciarse en la música y, sobre todo, a dar un paso más en la perfección de un estilo clásico a la par que moderno; fino y exuberante, y lo que es más importante: a exonerar demonios del pasado con el apoyo de la música y a llenar su corazón con un presente y un futuro, cuanto menos, prometedores.
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