“La noche de las guitarras locas” fue como Brian May bautizó el último día de aquel glorioso festival Leyendas de la Guitarra en Sevilla, 1991. Yo no estuve allí, pero sí lo vi en la tele, algo más tarde, siendo un cachorro aspirante a rascacuerdas, y así fue como el bueno de Brian me presentó, rayos catódicos mediante, al maestro Joe Satriani. Chupa de cuero, el entonces abundante cabello recogido, una breve reverencia a los músicos y al público y, de repente, Satch Boogie. Imagino que medios como Guitar Player y similares habrían podido describir en detalle aquella apisonadora de seis cuerdas con coloridas frases como “maestro del shred melódico” o “poseedor de un legato impecable” pero yo solo pude acertar a articular, entre balbuceos, “¿pero qué cojones hace este tío?”. Mi mundo, en efecto, jamás sería el mismo.
Pero el resto del mundo sí que siguió girando y, lo que son las cosas, casi más de 20 años más tarde me soltó en Londres, donde Satriani finalizó el pasado martes 10 de Noviembre su gira Shockwave Supernova; esto convertía en imperativo el ir a ver a Joe desplegar su magia e incluso descubrir si tenía alguna sorpresa preparada, que vaya si las hubo. La primera: un sonido a la altura. No es que una mala sonorización me haya arruinado del todo algún que otro concierto, pero sí parece que a veces no nos queda otra que hacer de tripas corazón y volvernos permisivos ante aberraciones sonoras (recinto inadecuado, mala ecualización, etc.) después de haber soltado nuestros buenos cuartos. En ese sentido, chapeau por la Eventim Apollo y sus responsables.
Segunda sorpresa: un telonero de lujo como es el enorme Dan Patlansky. Un auténtico virtuoso que, además de haberse escuchado mucho y bien los discos de Robben Ford, Stevie Ray Vaughan y Hendrix, tiene en su haber un material de auténtico lujo y que defendió con nota. Muy merecedor de ser seguido de cerca y a la postre un tío de lo más humilde, pues le dedicó unas palabras de agradecimiento y admiración a Satriani, reconociendo que jamás se habría imaginado teloneando a uno de sus héroes. Como ven, todo acaba siendo cosa de fans.
Y la sorpresa final fue la que se llevó un servidor, pues gracias a una personal manía consistente en no consultar ningún detalle previo sobre la gira del artista o grupo al que voy a ver y entrar al concierto en una estado cuasi virginal, pude descubrir para mi asombro como iban subiendo al escenario los acompañantes de Joe, todos de auténtico lujo: un Marco Minnemann inconmensurable a las baquetas, con su tiempo para lucirse, al igual que una leyenda viva como Mr. Mike Keneally, quien compartiera aventuras con Zappa y que a día de hoy sigue siendo el mejor en lo que hace, que no es otra cosa que hacer bien todo lo que se le ocurre. ¿Difícil de seguir? En tal caso tanto como explicar el talento de Keneally, capaz de dominar cada instrumento que toca e incluso, a veces, llevando dos a la vez. Otro genio sobre el escenario, al igual que otro viejo conocido por este dúo de acompañantes como es el grandísimo bajista Bryan Beller. Cómo no se derrumbó el escenario tras soportar tanto peso, un misterio.
Y ahora habrá que hablar un poco del alma de la fiesta, o no, porque todo lo que os pueda decir yo o cualquiera de los asistentes no dejará de ser una aproximación que no haga justicia al show que dio maese Satriani. Todos sabemos lo bien que toca y lo poco que se pueda decir de él y que no se haya dicho aún pero aun así y con todo, Satriani hace que cada fraseo, cada nota y melodía cuenten. En este tipo de conciertos donde la técnica es tan importante y cada músico tiene medido el tema milimétricamente, uno tiene miedo de que se pierda la espontaneidad y la frescura, pero un concierto de Satriani es algo que se disfruta con más sentidos de lo humanamente posible, ya sea con esas melodías tan cantables como Always With Me, Always With You o Butterfly and Zebra o temas tan atmosféricos como Time o Flying In a Blue Dream. La elección del repertorio estuvo, a mi parecer, muy bien medida y la banda se ajustó muy bien hasta alcanzar algo más de dos horas donde hubo tiempo para desgranar gran parte del reciente Shockwave Supernova mientras que iba alternando con clásicos como Ice 9 o Not of This Earth. Yo, personalmente, me quedo con un fin de fiesta conformado con Satch Boogie que precedió a unos bises colosales: un Big Bad Wolf que pensaba que no iba a entrar finalmente y un superlativo Surfing With The Alien, acompañado de una proyección con Estela Plateada, a la sazón uno de mis personajes preferidos de la Marvel, combatiendo contra Galactus. Una épica tan cósmica como la que vimos sobre ese escenario.
Mucho llovió desde aquel festival sevillano aunque la sensación con la que salí de este concierto es bien parecida. Desconozco si en el futuro tendrá muchos más ases en la manga y sorpresas guardadas y será toda una aventura descubrirlo, pero yo, todavía rumiando todavía lo que vi este martes en la Eventim Apollo, me sigo preguntando cómo puñetas voy a poder volver a coger una guitarra.
Lolo García para Rockthebestmusic
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