MuMuse, con su atrevida relación simbiótica entre Rock progresivo, Space Rock y el sonido que brillantemente implantaron Radiohead con Pablo Honey, The Bends y el aclamadísimo OK Computer –años 1993, 1995 y 1997, respectivamente-, se erigieron como la banda con más presente y futuro del Reino Unido. Las letras del combo, intrincadas, ambivalentes, y sujetas a referencias traídas de un Bellamy obsesionado por las teorías freudianas –citemos como ejemplo una canción como Muscle Museum, de su ópera prima, en la que hablan del sempiterno conflicto entre los dictados de la conciencia y la naturaleza primaria del hombre-, la filosofía de la Antigua Grecia –Cave no es más que una revisión un tanto heterodoxa del célebre Mito de la Caverna de Platón-, la temática espacial, las utopías y distopías –Space Dementia hacía alusión a un término que la NASA usaba para hacer referencia al estado hipotético estado de demencia en la que pueden incurrir los astronautas en sus misiones espaciales, mientras que a Orwell lo tenemos presente en Citizen Erased, una arriesgada letra en la que se nos cuenta cómo la memoria de los ciudadanos se borra para que el poder ejerza su función sin más complicaciones que las necesarias-, también aparecen no sólo aunando los conceptos clásicos esgrimidos por el citado Orwell, Aldous Huxley o Ray Bradbury, sino también, metabolizando y asimilando para sí mismos el futurismo que, en cierto modo, el Rock británico dejó casi de lado tras el cese de la actividad de Pink Floyd.

Dejando de lado cuestiones líricas a un lado, el conjunto inglés avanzaba con paso firme, derrochando no sólo talento sino, por supuesto, una especie de misticismo que en sus actuaciones en vivo, reforzaban el culto que le profesaban a la banda que lideraban Roger Waters y David Gilmour. Absolution y Black Hole and Revelations fueron el pináculo de la banda en cuanto a creatividad se refería; ¿qué pasó a partir de ese momento? Fácil: dejaron de tener hambre. Era raro el momento en que no copaban portadas de revistas especializadas y sin especializar; para muchos, Matt Bellamy supuso el referente musical de una nueva juventud que, por desgracia, no tuvo la suerte de ver en escena a Elvis, a los del famoso ‘club de los veintisiete’, Syd Barrett, Bon Scott, Freddie Mercury y un largo etcétera. ¿Era el mejor? Evidentemente, no; pero sí supo cómo usar la dicotomía existente en el siglo XXI entre accesibilidad y creatividad. Si algo nos enseña el ciclo musical es que, a menudo no reinan los capaces, sino los avezados. Y ahí, pocos podían rivalizar con Muse. Y que no suene como menosprecio, ni mucho menos: si el trío se hizo tan grandes fue también por méritos musicales: Bellamy, en aquella época tenía un caudal lírico y musical impresionante.

Sin embargo, todo empezó a cambiar en The Resistance -2009-. Conforme uno escucha las canciones de ese disco, difícil no constatar el progresivo vaciamiento de la banda. Evidentemente, habían vuelto a erigirse como una de las bandas más importantes en lo que a marketing se refiere –nada criticable, por supuesto-; pero, sin embargo, uno empezó a encontrar un grupo mucho más estándar. Forzaron demasiado las comparativas con Queen –algo que se podía percibir, sobre todo, en las baladas que el líder interpretaba acompañado de su piano-, en los citados Pink Floyd –difícil no encontrar en sus giras los mismos elementos que había en los tours de Animals o The Wall-, y, sobre todo, con los U2 de ZOO TV –hasta la banda, en el vídeo de Undisclosed Desires había introducido una serie de mensajes que guardaban parecido con los lanzados por los irlandeses en las giras de promoción de Achtung Baby y Zooropa, al igual que los conciertos de los británicos, actualmente, también recuerdan a los de los irlandeses.

Y con The 2nd Law y Drones –años 2012 y 2015-, vemos a una agrupación que ya se había desmarcado del todo de su credo musical. La cuestión, a día de hoy, puede resultar chocante; pero es que Bellamy funcionaba mejor como músico de laboratorio, obsesivo e incisivo en lo que a búsqueda de nuevos sonidos se refiere, que como una estrella del establishment: los dos últimos trabajos, especialmente Drones , suponen el pináculo de un ego exacerbado y ensalzado, quizás, hasta límites insospechados. No queremos decir con ello que este último sea un disco, para nada malo, pero sí la prueba de que a los integrantes de Muse, a este paso, se les va a poner cara de prescindibles. El trabajo, aun así, tiene buenas canciones: Dead Inside es brillante; la electrónica, sabiamente congraciada con las guitarras, nos recuerdan que Bellamy, en algún momento de su vida tocó la guitarra, y no se dedicaba a ensayar poses absurdas en directo. Cortes como Drones y Psycho, incardinados ambos en el concepto que Huxley o Vonnegut, entre otros, desarrollaron, como el de una humanidad siendo absorbida por seres programados -amén de las teorías de la conspiración esgrimidas en los años de la Guerra Fría, especialmente en los sesenta, en obras cinematográficas como Dr. Strangelove– funcionan a la perfección como contrapeso de la influencia del citado The 2nd Law y el acercamiento a The Resistance.

Sin embargo, no todo iba a ser electrónica encubierta en melodías de corte Pop. La sorpresa más grata, nos la llevamos en el acercamiento al Metal con Reapers, un incisivo tema donde la guitarra toma protagonismo, endurecida, más de lo que los británicos nos tenían acostumbrados desde hace bastante tiempo. No podían faltar, cómo no, las críticas al poder establecido, presentes en ese speech de JFK a raíz de la frustrada intervención americana en Cuba a través de la invasión de Bahía Cochinos –no olvidemos que gran parte de las teorías de la conspiración que tanto le gustan a Bellamy, tuvieron como atanor, precisamente, el asesinato de Kennedy, así como el papel que protagonizaron Jack Ruby, Lee Harvey Oswald o la Comisión Warren-. En cambio, con The Aftermath y The Globalist vuelven a reincidir en su obsesión por el combo que lideró Freddie Mercury: grandilocuencia, pomposidad, túneles musicales llenos de pianos grandilocuentes, guitarras sin ton ni son, y la sensación de que, muchas veces, en la música, menos por menos suele más, salvo para Bellamy.

Muchas veces se achaca al fan del Rock y a los que escribimos sobre música de ser sectarios en muchas ocasiones y de machacar a las bandas por cambiar de estilo. A mi juicio, que una banda decida dejar de militar en las catacumbas y convertirse en una banda de estadios, me parece lo más loable. Progresar en la vida es una de las cosas que motiva al ser humano a seguir trabajando; a fin de cuentas, integridad no es estar toda tu vida tocando en pequeños clubes o salas o hacer siempre el mismo disco para satisfacer siempre a los mismos: integridad, a fin de cuentas, es conservar un sello y los ideales que a uno lo llevan a querer destacar en un determinado sector. La cuestión acerca de la carrera de Muse, actualmente, no es si simplificaron esquemas o no para llegar a un mayor número de personas, no: la pregunta, a día de hoy, después de coger tanto este trabajo como el vilipendiado The 2nd Law, es que se han convertido en demasiado predecibles. A Bellamy y los suyos, tocar en Wembley, ser cabezas de cartel en Glastonbury y reventar el O2 de Berlín, les ha sentado, pero muy mal. Van camino de convertirse, desgraciadamente, en los U2 del Pop y en los Metallica del Load y Reload. Esperemos que no sea así. Drones mejora su anterior trabajo, pero queda muy lejos, demasiado lejos de los anteriores plásticos.

MUSE – Drones: demasiado predecibles

by: Alex Palahniuk

by: Alex Palahniuk

Veinticuatro años. Estudiante de Derecho, amante de la música, la literatura, el ensayo y apasionado de la escritura.

2 Comentarios

  1. Luis Cifer

    Pues coincido casi plenamente- Muse es un gran grupo en el que la obviedad de sus influencias pesa demasiado. Son grandes gracias a un público muy joven que no conoce buena parte de los grupos de los que Muse beben descaradamente.

    Responder
  2. Esteban

    No me molestaría el que Muse fuese hacia el U2 del Pop o el Metallica del Load, en ambos casos había una propuesta, nos gustará más o menos pero propuesta había. Esto a diferencia de lo de Muse con Drones, un disco que recurre constantemente al auto plagio descarado o al manoseo de ideas ajenas con descaro. No son malas canciones las que acá hay pero es que copiando cualquiera!

    Saludos!
    Esteban
    http://politomusica.blogspot.com

    Responder

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