De la interesante filmografía de Sidney Pollack se suelen destacar éxitos de taquilla como Memorias de África o Kramer contra Kramer. Sin embargo, mi película favorita de Pollack es Danzad, danzad, malditos!. Curiosamente, es una de las pocas ocasiones en las que el título en castellano me gusta más que el original.
Basada en la novela “They shoot horses, don’t they?” de Horace McCoy y publicada en 1935, la película narra el desarrollo de un maratón de baile de esos que tan populares se hicieron en la Norteamérica de la Gran depresión. Los concursantes eran personas desesperadas que estaban dispuestas a pasar días enteros sin dejar de bailar a cambio de comida y con la esperanza de ganar un suculento premio. Cualquier cosa vale cuando el hambre aprieta. Poco a poco el cansancio y el hastío se irán apoderando de los concursantes y del espectador. El título original se refiere a que con los caballos se suele tener compasión y se acaba con su agonía de un disparo. Sin embargo, los sufridos protagonistas de la película no tienen esa suerte, deben someterse a la humillación pública por un trozo de pan.
Reconozco que pocas veces me he agobiado tanto viendo una película. Acabas identificándote con los personajes y sientes su sufrimiento como propio. Hay personajes especialmente memorables (el presentador, la embarazada, el marinero) que logran transmitir una gran carga de patetismo. La eterna tortura a la que son sometidos acaba por traspasar la pantalla y el espectador se agobia sin remedio.
No sólo los concursantes resultan patéticos. El público asistente a este espectáculo estaba formado por personas solitarias que para buscar algo de emoción en sus vidas se identificaban con una pareja de concursantes. Igual que los gladiadores en el circo romano, los toreros, un equipo de fútbol o cualquier participante en un reality show moderno, los concursantes sirven de diversión al pueblo. Cuanto mayor sean el sufrimiento y la emoción, más disfrutará el público. Me impactó mucho una escena en la que una anciana muestra su incondicional apoyo a una sorprendida pareja que no entiende la identificación que dicha señora siente por ellos. Muchas veces se tiende a interiorizar un hecho ajeno a nuestras vidas (y a menudo bastante trivial) para magnificarlo y convertirlo en un acontecimiento histórico. La influencia de los medios de comunicación a la hora de crear héroes y los patrocinadores comerciales en busca del negocio a base de los sufrimientos ajenos son temas muy actuales que la novela y la película ya avanzaron hace bastantes décadas.
Técnicamente el film es impecable. Sidney Pollack dirige magistralmente a los actores y sabe crear un ambiente cada vez más opresivo gracias al uso de travellings, escenas a cámara lenta, flashbacks, etc. Danzad, danzad, malditos recibió 9 nominaciones al Oscar, aunque sólo ganó 1 por la genial interpretación de Gig Young como el repulsivo presentador del evento. Las interpretaciones de Jane Fonda, Susanah York y Michael Sarrazin son igualmente formidables y merecedoras de elogio.
En la década de los 60 el cine americano empezó a cambiar y comenzó a tratar temas que eran tabú en décadas anteriores. Grandes directores como Sidney Pollack innovaron no sólo en los temas elegidos, sino también en la forma de rodar y en el montaje. La visión del mundo se hizo mucho más pesimista y los finales felices empezaron a escasear (Bonnie and Clyde, Días de Vino y rosas). El cine clásico dio paso al cine moderno. Había nacido el cine de autor.
Una gran película. Imprescindible.
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