Supongo que conocereis el Club Bildelberg, o al menos os sonará de algo. Su influencia en el devenir del mundo parece probada. El tamaño de sus redes es algo a intuir, porque realmente nunca sabremos quienes son los que están detrás de las caretas, los que dirigen los hilos de los títeres que ponen sus caras al frente de los gobiernos y las corporaciones.
Hay multitud de libros y películas, que tratan de denunciar que vivimos bajo una tiranía comercial, donde hemos inventado un dios con forma de billete al que rendimos pleitesía, y al que los hechos demuestran, hemos convertido en único dios verdadero. El resto, no son más que excusas para mantener sedado al personal. En el nombre de la democracia se cometen atrocidades, en nombre de la justicia se masacran pueblos y se forman rebeldes a los que más tarde combatir para, a su vez, volver a instruir a otros y que el negocio armamentístico, siga en pie, dando beneficios y llenando los billetes de dirigentes, que ensayan compungidas caras con las que dirigirse al pueblo, frente al espejo.
Mientras los ciudadanos, muchas veces, no somos capaces de ir más allá del engaño que nos plantean y nos perdemos en banales discusiones sobre ideas, otros se reparten los dividendos que les genera, cargar con el muerto mientras los de siempre se reparten el pastel, sabedores de que sus cuentas bancarias reciben las transfusiones explícitas de esa sangre convertida en dinero, y que su futuro estará asegurado, en unas inmensas vacaciones pagadas, refugiados en el seno de alguna multinacional. Y esa especie de Santa Cena mundana, es lo que se refleja en la portada del nuevo disco de los asturianos Soldier, The great western oligarchy, una bofetada sonora y lírica contra todos aquellos que nos acorralan en nombre de los valores de la civilización occidental. Segundo disco de los asturianos, que aumentan la agresividad, en relación con aquel fantástico Gas powered jesus que les hiciera saltar a escena.
La voz se ha convertido en un auténtico cuchillo que desgarra entre esa tormenta de riffs. Ya había escuchado «Cristoholic«, y era consciente de lo que se nos viene encima, un huracán de decibelios, con una batería que se coloca al límite de la velocidad entre riffs y la voz como arma de destrucción masiva. «Axis of evil» se ha convertido rápidamente en una de mis canciones favoritas del disco, cuyo inicio más reposado es solo una quimera cuando se lanzan a degüello, con esos riffs compactos. Lo suyo es el thrash, de corte clásico y ciertos sonidos heredados de Pantera. «Genital wert» donde se notan influencias de Megadeth, sobre todo en esa forma de cantar en la estrofa tan Mustaine. No creo que necesitéis que os explique a quien va dirigido el puntapié en esta canción.
«Tianxia» es muy heavy, no tanto en velocidad como en potencia, gracias a los riffs y a la contundencia de la batería, con un Phil que en su forma de cantar, va alternando partes más melódicas con otras más agresivas, mientras la canción posee ese groove de guiños sureños que alteraron el metal de la mano de los de Dimebag. Bonitos apergios son los que se acercan de introducirnos en «Pilgrim«, un fantástico medio tiempo, que puede sorprender entre tanta caña, pero que les queda bastante bien. Vuelve la tralla con «Corrupted (sex in prison)«, con los riffs de nuevo tomando protagonismo y golpeando sin piedad, con esa aceleración antes de llegar al estribillo donde se vuelven más melódicos.
«Theory of nothing» es un pedazo de canción, va creciendo musicalmente, pasando de ese inicio acústico a la tormenta en la que se convierte, con unos riffs muy propios del heavy metal más clásico. «Black nº1» seguro que la conocéis, pues se trata de un cover de los Type o Negative del tristemente desaparecido Peter Steele, que la banda acerca a su estilo y pierde ese halo decadente de la original, quizás por ello es la que menos me ha convencido del disco. Pero se redimen con la siguiente canción, «Warbourne» donde pisan el acelerador, cierran los ojos y se lanzan a por todas, dispuestos a no dejar enemigos. Con el sonido de una bomba y apergios que van abriendo camino hacia el mar de riffs que dan vida a la última canción del disco.
Muy buen disco de Soldier, que aun con elementos melódicos, consiguen mantener toda la agresividad durante la duración del disco, buena producción que acentúa aún más el puñado de buenas canciones que estos tipos han sabido componer. Gran trabajo de Phil a la voz, así como de él mismo y Daniel a las guitarras, Pei al bajo y, madre mía, como golpea Lucas la batería añadiéndole siempre un toque de velocidad y contundencia más. Una gran apuesta dentro de la escena thrash nacional, que sigue creciendo a paso agigantados.
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