Tal era el magnetismo de PJ Harvey, que un caballero salvaje y elegante como Nick Cave quedó, momentáneamente, supeditado a los encantos de la inglesa, protagonizando un dúo con él en esa maravillosa Henry Lee del Murder Ballads, discazo que el australiano nos brindó en 1996. Es curiosa su evolución musical. Cuando debutó en 1992, su música recordaba mucho a la Velvet Underground: átona, fuertemente distorsionada, con subidas, bajadas, arrancadas, parones, todo ello acompañado de letras que hacían gala de un feminismo galopante en la que, la británica revisando amores olvidados, se reía estentóreamente del modelo de hombre tradicional. Los tiempos iban cambiando en el rock, y todas las chicas que estaban en el negocio adquirieron en los noventa una postura más beligerante que en décadas anteriores.
La británica apostó por un concepto musical donde la mujer tendría que recuperar el control, de la misma forma que, en su momento, formaciones como Bikini Kill o Babes in Toyland, adoptaron pero con una salvedad: si las norteamericanas elaboraban su lírica de una forma absolutamente salvaje, la británica, apostaba por expresar su sexualidad más sobria y enarbolando una bandera musical que bebía no sólo del noise rock, sino también de los Beatles, los Smiths, e incluso Tracy Chapman, congraciándose esta última a la perfección con su querencia por Lou Reed y la Velvet Underground. Su gran cambio llegó con el comienzo del nuevo milenio, bajando las revoluciones en su música, manteniendo un mensaje poco condescendiente con la opresión, de lucha, fuertemente comprometida, sí, pero exaltando una visión no tan ácida. Unos años noventa de lucha y reivindicación dieron paso a una visión social y del mundo sin ese ojo crítico que desmenuzó la estupidez y la bisoñez del mundo occidental en la década anterior.
El siglo XXI fue complejo en todos los sentidos. Y sin embargo, ella fue de las artistas que mejor envejeció de los que fueron referentes anteriormente. Cuando salió en el año 2000 este genial Stories From The City, Stories From The Sea, se empapó de una nueva Inglaterra que respiraba al son del revival del Brit-Pop, Brit-Rock y un pujante rock alternativo mucho más íntimo que, en la figura de Radiohead y Thom Yorke, tuvo a uno de sus máximos exponentes y valedores. Mostrando su lado más sexy y dejando de lado el salvajismo y la iracundia de su juventud, la inglesa, también establecida en el establishment de la MTV, con una producción mucho más cuidada, consigue, de la mano de una perfecta simbiosis entre poesía callejera y Pop-Rock, expresar esa visión de la mujer elegante y combativa a la que aludíamos en párrafos anteriores. Cortes como This Is Love, Big Fortune, This We´re Miss In o A Place Called Home servían como lienzo donde pintar todos esos sinsabores y victorias que la vida le brindó en el terreno social y amoroso.
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Te lo ponemos fácil.
Aunque las canciones no tenían ya el componente de distorsión acerada de trabajos como Rid of Me o Dry, el disco con el que debutó en el mercado, sí resumen a la perfección la madurez de una compositora que, pese a sus bajones, siempre apostó por un concepto minimalista en lo instrumental y una finísima ironía a la hora de perfilar trazos de la sociedad contradictoria en la que vivimos; todo ello con Nueva York de fondo; pero no de forma idílica, como si de una película de Woody Allen se tratase, no; la suya era la de una cantautora que, con el pretexto del atractivo que supone siempre la ciudad de los rascacielos, refleja cómo el ser humano, pese a los progresos en la ciencia y tecnología, permanece más desunido que nunca.
Discazo, sin duda. Para mí el mejor de su autora. Su disco más maduro y completo.