Si ha habido una banda en nuestro país que entendió a la perfección el concepto de evolución, sin lugar a dudas, ha sido Hamlet. Y es que, parece mentira que, aun habiendo pasado veintiún años desde la publicación de Sanatorio de Muñecos, el conjunto madrileño todavía tenga las ganas intactas de seguir experimentando con nuevas texturas sonoras a la par que reinventarse conforme el panorama musical en nuestro país cambia es digno de mencionar.
Su carrera musical, una vez superados ya los embates del Metal alternativo, tal como demostraron con su ópera prima, Revolución 12.111, Amnesia, o El Inferno, la carrera de los madrileños, a excepción de esos íntimos y sentidos Syberia y Pura Vida, editados en el año 2005 y 2007, respectivamente, viró hacia la búsqueda de un sonido mucho más consistente y pesado. Trabajos como Antes y Después, La Puta y el Diablo o Amnesia, ejemplificaban a la perfección su querencia y las ganas de abrazar el sonido del Metal en el primer decenio de nuestro siglo actual. Dicho esto, ¿qué puede esperar uno del undécimo álbum del conjunto que lidera J.F Molly?
Básicamente, una continuación de los parámetros musicales de las que hemos hecho antes referencias: La Ira no pretende reinventar ningún concepto de la música Metal; pero sí sabe ofrecer ese punto de frescura que, en muchas ocasiones, se le suele achacar a ciertas formaciones cuando rebasan los diez, quince o veinte años de vida.
Al igual que en su anterior trabajo, el último lanzamiento del quinteto continúa con esa afilada propuesta musical que, en su momento, el afamado Colin Richardson –su productor en el primer disco y uno de los nombres más conocidos en la profesión-, hizo hincapié cuando estaban barruntando la opción de acometer el cambio estilístico: composiciones como Lamento, Imperfección, Mi Religión o Salvación servían como nexo de unión entre el Metal de los años noventa y el actual; difícil no ver en éstas, así como en Ciudad de Dios y Miseria, ecos de los In Flames de Reroute To Remain hasta la actualidad, Soilwork así como de los Pantera de Far Beyond Driven, Machine Head de Burn My Eyes o los Sepultura de Chaos A.D.
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Las letras, a diferencia de su primera época, ya no se centran tanto en el análisis político y social sino en ese método de instrospección que siguieron, sobre todo, en los ya mencionados El Inferno o Syberia: concienzudos análisis del alma humana, incidiendo en sentimientos de frustración y dependencia emocional de momentos de calma pretéritos.
Sin embargo, son capaces de dar rienda suelta a todo un entramado emocional de furia y agresividad tal y como hicieron con Revolución 12. 111. Lejos de querer repetir una temática antisistema, como en sus tres primeros trabajos discográficos, ahondan en cada uno de los males del hombre moderno: individualismo, falta de empatía, pérdida paulatina de la confianza en uno mismo, entornos opresivos, cárceles hechas a base de soledad y sucesos del pasado; y es que los integrantes de Hamlet, sin tener, por ejemplo, la finísima ironía de Def Con Dos –por citar un ejemplo-, consiguen con frases contundentes hacer llegar un mensaje intrínseco a nuestra propia condición como humanos.
En resumidas cuentas: los madrileños han conseguido hacer una muy buena continuación de su anterior trabajo, situándose, una vez más, como una de las bandas más importantes del panorama actual.
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