Si con su anterior trabajo, All Kinds Of You, Ryley walker apuntaba maneras, ahora con su nuevo Primrose Garden me ha dejado completamente noqueado. Este joven de tan solo 24 años acaba de lanzar un disco que es atemporal, y dentro de algunos años será venerado como una joya de la música.
Hacía tiempo que no pinchaba un disco una vez tras otra, y Primrose Garden es lo que te contagia, ganas de escucharlo más y más. Su título ya invoca a la ensoñación: “Primrose Garde” es como se conoce a una mezcla de whiskey con semillas, que proporciona un estado turbio cercano al de la absenta. Cantante y compositor con sede en Chicago, su mezcla podría parecer una simple amalgama de folk británico con sonidos pastorales, pero Ryley va un poco más allá de los campos y los bosques de donde parece brotar su inspiración.
Ryley es sin duda deudor de figuras como Joe Fahey en su estilo de abordar la guitarra acústica, pero por supuesto, artistas del calibre de John Martyn (escuchen la tremebunda “Same Minds”) y Tim Buckley (escuchen la alucinante “Summer Dress”) han debido de mimar sus oídos durante su adolescencia.
En un disco como Primrose Garden no hay momento donde uno pueda dejar de extasiarse ante tanta belleza y arte. Ryley combina con una demoníaca maestría la perfecta alquimia entre la oscuridad, lo hipnótico y lo alucinógeno, para empolvar sobre sus composiciones semillas de jazz y sonoridades célticas.
Lo increíble de todo esto es que Ryley llegó a los estudios con poco tiempo, y muchas de las letras y la música se fueron improvisando sobre la marcha. Cada tema es un poco de él, un instante o un largo camino en su vida. Ryley sabe amaestrar almas atormentadas con su encantamiento que flota sobre cada composición. Hasta cuando sube un tono de manera más férrea con “Sweet Satisfaccion” sigue encandilando hasta dejarte exhausto.
Walker se suma a esta “nueva” hornada de músicos con un germen creativo de gran nivel, donde están William Tyler y Steve Gunn. Una música desnuda y exuberante, inocente y al mismo tiempo enrevesado. Mágico, sin ninguna duda. Este disco es un camino que se hace corto, muy corto… Y de ahí la necesidad imperativa de volver a escuchar “Primrose Green” una y otra vez.
Esperemos que gracias a su arte y a tantos otros jóvenes músicos como este, las nuevas generaciones se interesen por bardos tan fascinantes como fueron John Martyn y Tim Buckley.
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