Los ciclos siempre tienen una premisa fundamental: aprender a valorar el pasado y afrontar con garantías tanto el presente como el futuro. En todo arte siempre hay un movimiento rupturista que, ante todo, busca una vuelta a las raíces, una toma en consideración de aquellas premisas que hicieron a una determinada disciplina artística en el referente cultural y social de millones de personas. Y en el Rock no iba a ser distinto. El rock alternativo, término siempre tan difícil de aprehender, nació en la década de los sesenta, de forma involuntaria, y tuvo un desarrollo fundamental en los ochenta, noventa y en la actualidad -pese a que el del siglo XXI pueda ser una perversión de aquéllos en muchos casos-. Hoy, con esta entrada, pretendo hacer un sucinto repaso de aquellos trabajos de este género los cuales, de una forma u otra, marcaron un antes y un después por su gestación, los esquemas o argumentos esgrimidos o por un sonido característico y por servir de faro o guía para las posteriores generaciones de ‘revolucionarios’.
1. The Velvet Underground – The Velvet Underground & Nico (1967): ¿acaso podía sorprender este primer puesto? Es la panacea. La historia nos la sabemos todos: Lou Reed prohibió a sus compañeros tocar alguna nota o escala de música Blues so pena de ser expulsado del grupo. Su propuesta musical, plagada de disonancias instrumentales, ritmos reiterativos sazonados con letras con propuestas sadomasoquistas –‘Venus In Furs’–, el demoledor efecto del consumo de heroína en el sistema nervioso –‘Heroin’– o sobre la peligrosa vida en los arrabales de una gran ciudad –‘I´m Waiting For The Man’- crearon escuela. Su ópera prima apenas se vendió, pero como diría Brian Eno: todo aquel que escuchó el debut de la Velvet, formó una banda de Rock. Muchos dicen que el género se hizo adulto en los setenta, y creo que no podría estar más en desacuerdo con tal afirmación: para el que suscribe este artículo, el Rock se hizo mayor y callejero con este disco.
2. Sonic Youth – Daydream Nation (1988): últimamente, este álbum y esta banda, en concreto, se encuentran vinculadas a esa lacra que son los ‘modernos’ de hoy día; pero que los prejuicios no nublen vuestra mente: este trabajo contiene, prácticamente todo los trazos definitorios del género. Gestado en una época de inestabilidad debido a los problemas de liquidez de la discográfica -lo que dificultó enormemente la promoción del trabajo ya que ésta quebró al poco tiempo de salir el álbum-, muestra la habilidad de los neoyorquinos para pergeñar temas donde el sonido de la Velvet y las melodías Pop se entrelazan en una serie de estribillos que, especialmente en ‘Teen Age Riot’ o ‘Silver Rocket’ se convertirían en himnos que preconizaron la ruptura con el estilo pomposo y recargado del Heavy Metal y el Hard Rock de los ochenta. Lección magistral sin paliativos.
3. The Smashing Pumpkins – Mellon Collie and The Infinite Sadness (1995): un Billy Corgan cada vez más ególatra y altivo declaraba en varias entrevistas que su intención era hacer el The Wall de los años noventa. Para ello, decidió alejarse, prácticamente, de cualquier atisbo de civilización y bosquejar el contenido de este disco. Fruto de ello fue uno de los compactos más celebrados de los noventa: un doble álbum espectacular en el que se citan auténticas joyas de música Pop como el célebre single ‘1979’, el barroquismo preciosista de ‘Tonight Tonight’ -con uno de esos vídeos que hacen época- o la furiosa y directa ‘Bullet With A Butterfly Wings’ conformaron uno de esos lanzamientos adelantados a su tiempo, arriesgados y complejos que requieren de mucha paciencia para poder asimilar toda su grandeza.
4. Pixies – Surfer Rosa (1988): sí; han hecho muchas más cosas aparte de ‘Here Comes Your Man’. De hecho, hubo una época en la que, casi todo lo que tocaban, les salía prácticamente perfecto; y una prueba de todo ello es este trabajo. Para aquel entonces, ya contaban con el mecenazgo y la supervisión del padre del movimiento Alternativo como Steve Albini, quien les ayudó en un álbum debut que jugueteaba con el Pop, el Rock de los sesenta y, sobre todo, letras absolutamente geniales como las de ‘Gigantic’ –donde Kim Deal y Black Francis nos hablan de los enormes atributos sexuales de los hombres de raza negra- o ‘Cactus’: una especie de novelita surrealista en la que se nos cuenta la historia de un preso que le pide a su pareja que empape su vestido de sangre y se lo envíe acompañado de un cactus, constatan la escasa seriedad con la que los norteamericanos siempre afrontaron sus composiciones y carrera. Pero que ello no obsta para decir lo siguiente: uno de los discos clave de los ochenta, precisamente, por esa despreocupación y ese sentido del humor del que hace gala.
5. The Afghan Whigs – Black Love (1996): clase, estilo, elegancia, talento musical y lírico… La banda dirigida por el siempre eficaz e histriónico Greg Dulli tuvo que afrontar su carrera siempre navegando entre dos corrientes bien diferenciadas entre sí: una, la del sonido de Seattle, donde fueron encuadrados de forma más que arbitraria, y la otra, la que ellos siempre admiraron como es la del Rock y el Soul. Y es que, lo que siempre diferenció al cuarteto oriundo de Cincinatti es la mezcla entre el Rock de los setenta –especialmente el de los Stones, banda de la que siempre fueron seguidores acérrimos, y la música negra; especialmente Barry White, Stevie Wonder o Aretha Franklin: letras irreverentes, ritmos bailables, lentos, grandes melodías vocales y un directo arrollador hicieron de este combo, como sucedió con Faith No More –por citar un ejemplo-, en una de esas agrupaciones que, por talento deberían haberlo tenido todo y por las reglas implacables del mercado, se quedaron con menos de lo que debieran. Imprescindibles.
6. Hüsker Dü – New Day Rising (1984): ¿nos sabemos la historia, no? 1984: el Heavy Metal y el Hard Rock copan las listas de ventas. Sin embargo, mientras una gran parte de América se solazaba en las melodías y la irreverencia de aquellas bandas, otra, más oculta, empezaba a sentar las bases de ese ‘do it yourself’ del que el Grunge, el Hardcore o el Crossover siempre fueron deudores. Esta banda, que apenas tuvo relevancia si exceptuamos el selecto grupo del ‘underground’ de aquella época, lanzó en 1985 un disco tan trascendental en el género como lo pudo ser el Appetite For Destruction para el Hard Rock –obviando, evidentemente, la repercusión comercial de un trabajo y otro-: melodías furiosas, cortantes y agresivas, letras en las que se hablaba al corazón con la misma fiereza con la que el Punk llegó a las mentes de millones de muchachos en los setenta, constataban que, a menudo, la belleza de las pequeñas cosas muchas veces reside en lo llano y sincero, por muy fútil que pueda quedar. Un jovencito Kurt Cobain nunca se perdía ningún concierto de ellos
7. Screaming Trees – Sweet Oblivion (1992): el combo que lideraba el inefable Mark Lanegan es capital, entre otras cosas, para conocer el ‘otro’ Grunge: ignorado y duro de asimilar. Sin embargo, este álbum es tan esencial como lo podría ser un Ten, Superunknown o Dirt. La portentosa habilidad de Lanegan para tumbar el mundo de las esperanzas y recrearse en la inutilidad y mentira del sueño americano, de la mano de una voz cavernosa que parecía salir, por momentos, de alguna cueva, y los punteos aguerridos y psicodélicos de Garry Lee Conner hacen que, composiciones como ‘Nearly Lost of You’ o ‘Shadow of Season’ sean, así como los discos en solitario del propio Lanegan –perfilándose, día tras día, lanzamiento tras lanzamiento, en el nuevo Tom Waits-, indispensables no sólo para entender qué fue la Generación X sino, también, para abordar una de las joyas ocultas de los noventa.
8. Swans – My Father Will Guide Me Up A Rope To The Sky (2010): a nadie le debería sorprender a día de hoy que cualquier trabajo de la banda liderada por el ínclito e incorregible Michael Gira esté en cualquier lista que se precie de Rock Alternativo. Una carrera meteórica sin ruidos y estridencias y con la fisonomía sonora siempre definida por una mixtura de sonidos deudores del Rock Experimental de los setenta, fuertes inclinaciones Noise, Krautrock acompañadas de la actitud de su líder, son, ante todo, grandes derroches de imaginación y maestría, haciendo de este género una experiencia sensorial tan excitante como la de cualquier disciplina artística. Cojan este trabajo y luego –con calma, por supuesto- sumérjanse en los tortuosos senderos sonoros de The Seer (2012) y To Be Kind (2014): dos de las obras maestras de todo lo que llevamos de siglo.
9. Beck – Odelay (1996): una debilidad personal, disculpen. Sin lugar a dudas, entre tanto cantautor de raíces e hijo legítimo de Bob Dylan, Bruce Springsteen o Neil Young cansino, de mirada esquinada y barba raída que pulula por todas las salas dando, literalmente, la chapa, que emergiese Beck Hansen supuso, de la mano de la estupenda trayectoria de Nick Cave en los noventa, una evolución más que interesante en la canción de autor. Al señor Hansen ya le llegó el éxito en 1994 con Mellow Gold y su célebre hit Loser. Pero fue en este compacto, editado en 1996, cuando dio un paso más allá y, de la mano de grandes canciones como ‘Devil´s Haircut’, ‘Sissyneck’ y ‘High 5 (Rock The Catskills)’, consiguió, entre otras cosas, hacer una grandiosa labor de codificación musical –si se permite el término- donde Folk, Country, Rap, Rock Experimental o el Noise se dan cita en una de las grandes obras de este excelente compositor.
10. Manic Street Preachers – Generation Terrorist (1992): en Estados Unidos, muchos consideraban a Rage Against The Machine como la banda más contestataria y revolucionaria; en el Reino Unido, Manic Street Preachers eran, por así decirlo, parientes cercanos suyos. Diametralmente opuestos en lo que concerniente al terreno musical, el combo británico, al igual que hicieron brillantemente The Smiths en la década de los ochenta, supieron elaborar un mensaje transversal que supiese calar en cada uno de los estratos de la sociedad de la época. Las efectivas melodías del desaparecido Richey James, así como su carisma e ingenio lírico, lograron concienciar a toda la juventud sobre el sempiterno problema de la alienación del hombre, la explotación de las multinacionales a los países tercermundistas, las teorías ‘conspiranoicas’ basadas en la obsesión de James por alimentar su tesis de que el SIDA fue un virus creado, exclusivamente por Estados Unidos para frenar el aumento de la natalidad en continentes como el africano, llamaron poderosamente la atención. ¿Canciones? ¡Qué diablos! ¡El disco entero!: una mezcla más que interesante entre Noise, Alternativo, Glam, Punk-Rock y Rock and Roll.
Como todo el mundo sabe, en toda lista es difícil que quepan todos los nombres y discos habidos y por haber. Alguno se preguntará por qué faltan, por ejemplo, Faith No More. Y la respuesta es sencilla: el combo liderado por Mike Patton tuvo una influencia más notoria en el Metal Alternativo –especialmente en el denostado Nü Metal– que en el Rock Alternativo; Jane´s Addiction no dejaba de ser una maravillosa banda de Hard Rock y Rock Ácido, al igual que los Red Hot Chili Peppers –trabajando desde el Funk-. Lo mismo se puede predicar de los Melvins: otro maravilloso grupo ignorado por las grandes audiencias pero que siempre tuvo una fuerte base del Metal tradicional y el Sludge.
Me alegra que hayas incluido a Husker Du, son ninguneados por mucha gente. Personalmente, en mi lista entrarían Dinousaur Jr.
¿Y Radiohead?