Hay que reconocer que la gente de la editorial Malpasao sabe hacer la cosas muy bien. Basta con hacerse con su libro sobre Ian Curtis/Joy Division para comprobarlo. Estamos ante un libro imprescindible para cualquier amante de la buena música que se hizo en los 80, porque como ya hemos reseñado en nuestra revista, los ochenta tuvieron muchas cosas buenas, y una de ellas fue Joy Divison. A su frente estaba Ian Curtis, el poeta maldito de su generación, el cantautor del post punk, el hombre que vino del frío.
Nacido en la ciudad de Manchester, Ian Curtis era un joven introvertido de clase media. Padecía epilepsia, además de haber cultivado una depresión galopante. Amante de la música de Bowie, Eno e Iggy Pop, sobre todo de sus épocas Berlinesas, también era un gran lector de la obra de Kafka. Él mismo podría haber sido un personaje Kafkiano, siempre vestido con una chaqueta caqui, en la que se podía leer a su espalda pintada con pintura acrílica de color naranja la palabra “hate”. Sus canciones eran reflejo de su alma, sombría y depresiva, y aunque fue un corto legado, dejó una huella muy profunda.
En Cuerpo y Alma: cancionero de Joy Division, es el perfecto anexo a la biografía escrita por su mujer Deborah Curtis.
El crítico Jon Savage, conocido por ser una referencia en la crítica musical, ha escrito, entre otros la biografía oficial de The Kinks y England’s Dreaming: Sex Pistols y Punk Rock. Se le puede considerar, pues, una gran referencia a quien ha reunido en este libro las cuarenta composiciones que Curtis escribió. Podemos descubrir sus textos de puño y letra, donde las influencias antes descritas se hacen evidentes. Con sus composiciones y teniendo sus textos entre las manos, uno puede intentar imaginar a este joven sensible sometido, poseído y luchando contra todos los fantasmas que vivían en su interior. Acongoja ver las reproducciones de páginas de sus cuadernos donde materializaba su angustiosa poesía.
Este libro no es una biografía: es tener entre sus manos un pedazo de memoria de aquella época que surgió a finales de los setenta de las cenizas del movimiento punk, de una generación acosada por el desempleo y sin rumbo fijo, que legó una música de tonalidades oscuras, abriendo camino para lo que luego se conocería como rock gótico.
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