Para muchos supuestos entendidos, los ochenta siempre fueron la peor década del rock. La mayoría despotrica sobre aquellos sintetizadores empleados a mansalva, las horribles baterías electrónicas y los looks andróginos. Y no les falta razón, pero lo malo de ser obtuso es que te impide diferenciar el grano de la paja.
Los ochenta dieron grandes grupos y grandes discos, como cada época de la música. Nació un nuevo estilo con el descubrimiento de nuevas tecnologías que estaban aún en paños menores. La llegada de un rock mecánico o de sonidos mutantes obligó a muchos de los intocables del género a “modernizar” su sonido con unos trabajos vergonzosos como resultado. Muchos otros, sin embargo, supieron subir a la cresta de esa “new wave” y editar obras maestras. Aquella década también vio nacer grupos que hicieron historia, como The Cure con su fría e intimista visión del rock con su espléndido Seventeen Seconds. El disco, que se convirtió en un clásico desde el momento que salió al mercado, mezcla el romanticismo con una inquietud hipnótica. Dio paso a muchas otras bandas. Cómo no hablar maravillas del nacimiento de una banda como los Dexys Midnight Runners, que mezclan nothern soul con reminiscencias celtas, del indiscutible y talentoso compositor que es Kevin Rowland…
Cómo pasar por alto discos tan ajenos a la new wave que vieron la luz en aquellos tiempos como el Killers, de Iron Maiden, con una calidad de composiciones igualada pero jamás superada por la banda, o aquella patada en los mismísimos que fue Ace of Spades, de Motorhead; Kilmister y sus dos escuderos tenían una máquina de guerra con un motor V6 propulsado a base de speed con la que nos ofrecieron una dosis de metal raramente vista.
Los ochenta fueron un inmenso campo de cultivo donde emergió un sinfín de discos de diferentes estilos que se ha convertido en referencias inaudibles a la hora de hablar de música.
En pleno 1984, Deep Purple nos ofrece un disco grandioso como fue Perfect Strangers; Bruce, entre tanta electrónica y ritmos bailables sorprende a todos con una oda a las «murders ballads» y los «storytelling», Nebraska. King Crimson se reinventa por tercera vez con Discipline; Neil Young se deja de experimentos y el viejo hippie irrumpe justo el último de los ochenta con Freedom, recuperando una credibilidad que había perdido. Otros dos viejos bribones como Dylan y Lou Reed se sacan de la manga dos obras magnas como son Oh!Mercy y New York. Yes lanzó Drama, con un nuevo genio al frente, Trevor Horn. Aquel disco, que ha ganado mucho con los años, es un redondo indiscutiblemente a tener en cuenta.
Bandas como The Waterboys o Talk Talk nacieron en los 80 y desvelaron que tenían mucho que ofrecer con trabajos tan majestuosos y obligatorios como This is the Sea y Spirit of Eden.
Guns ‘n’ Roses nos volaron la cabeza a todos con su Appetite for Destruction: desde el chaval que nunca había oído en su vida hard rock hasta el pureta que llevaba años esperando un nuevo disco de Led Zeppelin. Aerosmith volvió a estar en boca de todos con Pump, un disco que representa su Ave Phoenix en una longeva carrera con muchos altos y bajos. El nacimiento de R.E.M, el final de The Police. Todo esto los tuvimos en los 80.
Y podríamos seguir páginas y páginas… Pero también hay que recordar bandas y discos que merecieron más éxito y respeto del público. Claro ejemplo son los Blue Nile, de quienes recomendaría que se recuperara rápidamente su Hats, pura orfebrería pop del mismo nivel que el Steve McQuenn de Prefab Sprout. Matt Johnson, bajo su seudónimo de The The, escondía un talento que algunos supieron ver a la primera escucha de discos tan increíbles como Soul Mining y/o Mind Bomb. The Go-Betweens con esa maravilla que es 16 Lovers Lane, por citar algún disco suyo. The Day of Wine and Roses, de Dream Syndicate. Glenn Hughes y Pat Thrall unieron fuerzas para sacar un único y magnifico álbum de hard rock y soul titulado, simplemente, Hughes and Thrall. Etc, etc. Hasta el jazz se vio transformado con Herbie Hancock y Miles Davis (otra vez) a la cabeza con discos como Future Shock y/o Decoy.
Menospreciar los ochenta es algo que está completamente fuera de lugar. Aquella década trajo a nuestras vidas una huella indeleble que las industria de la moda, el arte, el ocio, la tecnología y la publicidad han sabido rescatar: basta con mirar a tu alrededor para percatarte de que la nostalgia ochentera está de moda, tanto en la televisión como en la música o la manera de vestirse.
A parte de los discos y grupos mencionado en el artículo, valga esta pequeña lista de obras maestras de diferentes estilos que deberías escuchar al menos una vez.
Cowboy Junkies – The Trinity Session
Public Enemy – It Takes A Nation of Millions To Hold Us Back
The Smiths – The Queen is Dead
Terence Trent D’Arby – Introducing The Hardline According To Terence Trent D’Arby
Tom Tom Club – Tom Tom Club
XTC – Skylarking
Level 42 – A Physical Presence
The Cars – Heartbeat City
Everything But The Girl – Eden
Violent Femmes – Violent Femmes
Grace Jones – Island Life
Rush – Moving Pictures
Gino Vanelli – Nightwalker
Peter Gabriel – 3
Donald Fagen – The Nightfly
Así es, masterTsi, menospreciar los 80 deja en evidencia al que lo hace. Una década plagada de obras maestras. Ya les gustaría a las posteriores poseer la grandeza de los 80. Abrazo.
Bueno, un artículo perfectamente escrito, señor Berger. Aunque bueno, eso es ya demasiado habitual en usted. Creo que los ochenta dieron buena música, sí; pero también momentos que se podrían haber ahorrado. Hubo un exceso de laca, tupés, cardados y una falta importante de actitud y ganas de luchar por algo. Se abandonaron a la superficialidad.
Sus recomendaciones del final son brutales.