Cuando atinamos, atinamos a lo grande. Nos hartamos de recomendar la gira de Imperial State Electric; igual fuimos un poco pesados, pero pobre del que no hiciese caso. Han ido dejando un reguero de alabanzas desde que aterrizaron en Barcelona el día 12, y si bien lo de ayer no nos pilló por sorpresa, sí gozamos más de lo esperado.

Sobre Jack Oblivian decir que, durante una hora sobre el escenario, dejó claro que no son nuevos en esto. Saben lo que hacen, tanto él como su banda, y dieron un concierto que sonó estupendamente, muy bien ejecutado e incluyendo un solo de batería de dos minutos que se llevó generosos aplausos. Sin embargo, su cóctel de estilos -sonó country, sonó blues, sonó rocanrol, y todos se entremezclaron- y la actitud de Jack, descolocaron en según qué momentos. Quizá muy conscientes de su posición en el cartel, cumpliendo musicalmente pero se entregaron lo justo.

Hacia las diez y media la sala estaba a reventar. O no, y la falta de aire acondicionado engañaba. Fuimos muchos los que elevamos la voz y blasfemamos acerca de ello, pero allí no corría ni pizca de aire. Para cuando estábamos sudando a mares y la condensación se veía al trasluz, los Imperial State Electric aparecieron en escena, consiguiendo a los tres temas que, tanto el calor excesivo como los enemigos del desodorante, nos importunasen mucho menos. Qué manera de tocar, de moverse y de entregarse al público. Profesionales del rocanrol.

A lo largo de hora y media dieron un  amplio repaso a su discografía, tocando canciones como «Deja Vu», «Deride and Conquer»o «Down In The Bunquer» de forma uniforme, con las guitarras a todo volumen y con mala hostia. La banda está engrasadísima y sobre las tablas muestran esa química que sólo se da en determinados momentos. Qué suerte tuvimos de ver a Nick posando, sonriendo y tocando unos solos de guitarra con más actitud que la que muchos son incapaces de mostrar ante un estadio lleno. Caso aparte del huracán Dolf de Borst al bajo que, aparte de ser un cachondo, funcionó como frontman con pedigree cantando «Reptile Brain» cual Iggy Pop.

Tanto temas nuevos, como la kissera «Faustian Bargains», «Stay The Night» o «Apologize», como las ya clásicas «Can’t Seem To Shake It Off My Mind» y «A Holliday From My Vacation» incitaron a bailar hasta a los camareros. Mucha gente botando y gritando estribillos, todos ellos\nosotros rendidos ante una banda que rebosa ganas, tablas y sonrisas. Buen sonido y, de propina, alguna versión al final como el «Johnny Be Good» tocado a toda hostia. Un diez para los chicos de Andersson: así se aprovecha una hora y media de show, con más de veinte temas, solos de guitarra tan largos como divertidos y un gran baile de poses sobre el tablado. Una colleja para la Moby Dick, pues no sé el resto, pero conciertos en hornos no es lo mio.

by: Edgar

by: Edgar

A la música le dedico la mayor parte de mi tiempo pero, aunque el rock me apasiona desde que recuerdo, no vivo sin cine ni series de televisión. Soy ingeniero informático y, cuando tengo un hueco, escribo sobre mis vicios. Tres nombres: Pink Floyd, Led Zeppelin y Bruce Springsteen.

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