Se han mostrado públicamente tan incapaces de resolver sus problemas personales de forma adulta que, coexistiendo ahora dos versiones de la misma banda, pocos esperaban encontrar algo de interés en este lanzamiento. Arrastraban varios años de decadencia creativa, línea que ha seguido Geoff Tate con sus Queensrÿche en su Frequency Unknown, álbum del que escuché más de lo que podía aguantar. Con todo, culpa de la infinita fe del fan en la resurrección creativa de una de sus bandas favoritas, decidí darle una oportunidad a la versión paralela del grupo, la que cuenta con el joven Todd La Torre al frente. Pues bien, si no es este Queensrÿche lo más cercano que ha estado la banda a sus mejores trabajos en los últimos veinte años, que venga Dio y lo vea.
Al haberse tomado con más calma que Tate su jugada tras la separación, el guantazo ha resonado el doble. Es triste que una serie de discusiones, rabietas y declaraciones feas haya sido lo único capaz de devolvernos parte de los mejores Queensrÿche -más triste aún sería que Tate hubiera sido el verdadero lastre, algo no poco probable-, pero escuchando temas como “Where Dreams Go To Die” o “Spore” no cuesta encontrar el lado hermoso de los grises hechos. Un “vamos a demostrar que no necesitamos a Geoff para hacer buena música” que se ha saldado con un gran disco.
Será la frescura aportada por La Torre, el hirviente ego de los miembros clásicos o la liberación de tensiones con la salida de Tate, pero empezando por la excelente producción y llegando a una joyas como “Vindication”, este trabajo no deja de sorprender. Es a golpe de composiciones directas, con estribillos que recuerdan a Empire, e instrumentación y melodías adultas que recrean Operation Mindcrime y sus amenos toques progresivos, como Queensrÿche recuperan credibilidad. Si bien la primera mitad del álbum me parece excelente, culminando en la nombrada “Vindication”, tras “Midnight Lullaby” el nivel decae ligeramente con un par de piezas que poco me dicen. “Don’t Look Back” y “A World Without” continúan línea estilística, prueba del esfuerzo compositivo del grupo, pero se olvidan rápido.
El acelerado tramo final con “Fallout” y “Open Road” alimentan la alegría subjetiva del fan que me controla. El álbum es una pasada, pienso, pero al enfriar sentimientos, caigo en la cuenta de que de once temas, dos son interludios de poco interés y otros dos sobran. Son entonces siete cortes con el inconfundible estilo de los Queensrÿche metálicos, potentes, llenos de toques progresivos de fácil digestión y con un La Torre que ayuda (mucho) a no extrañar a Tate con un registro tan similar como juvenil. Además, suena muy bien, con un cuerpo bastante industrial, arreglos orquestales y muchos dibujos de guitarra. La mejor forma de resumirlo: “Vindication” (por tercera vez), uno de los mejores temas que he escuchado este año.
De cualquier manera, un disco muy interesante a cuyo término es fácil pensar… “que le den a Geoff Tate”.
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