Lo que más me gusta son los monstruos es todo un fenómeno editorial. No estamos ante un cómic habitual, ni en su gestación ni en su trama, pero es una de las mejores experiencias que este ávido lector de cómics ha tenido últimamente. Estamos ante una obra de una imaginación desbordante aunque no apta para todos los públicos. Cuando la leí desconocía la increíble historia de superación que supuso su publicación.
En 2002 Emil Ferris era una anónima ilustradora y diseñadora de juguetes. A sus 40 años, la picadura de un mosquito hizo que contrajese la rara enfermedad del virus del Nilo Occidental, que la dejó paralizada de cintura para abajo y con su mano derecha inutilizada para dibujar. Ferris, a cargo de una hija de seis años, pasó verdaderos apuros para reconducir su carrera y optó por realizar un máster en escritura creativa en el School of the Art Institute de Chicago. Es entonces cuando ideó una obra de teatro que acabaría evolucionando a Lo que más me gusta son los monstruos. Ferris tuvo que aprender a dibujar otra vez para confeccionar las 24 primeras páginas de Lo que más me gusta son los monstruos que formaron su tesis de fin de máster y le consiguieron un contrato de edición.
Lo que más me gusta son los monstruos está dibujado casi completamente con bolígrafos Bic y sus diálogos y textos están escritos con rotulador. Ferris utilizó un papel que recreaba los blocs de anillas en los que dibujaba de niña. Como si de un auténtico diario o un bloc de notas se tratara, la novela parece elaborada a base de millones de trazos que se unen formando figuras. Emil Ferris tardó 6 años en dibujar las fascinantes 700 páginas de su primera y única obra hasta la fecha. Nunca recuperó la destreza que tenía dibujando previa a la enfermedad por lo que dedicaba hasta 16 horas diarias para dibujar una página cada 2 días.
Emil Ferris cuenta en este primer volumen de Lo que más me gusta son los monstruos la vida de Karen Reyes (evidente alter ego de Emil), una niña de 10 años fascinada por los monstruos y las películas de terror. Karen es marginada por ser hispana y por sus gustos poco frecuentes, refugiándose en la fantasía frente a un mundo que no entiende. Karen prefiere el cine de monstruos a la realidad, le parece menos complejo y menos hostil. Tanto que incluso se ve a sí misma como un hombre lobo perseguido por la sociedad. La investigación de la misteriosa muerte de Anka, la no menos misteriosa vecina de arriba, es la premisa argumental de este auténtico vergel de imaginación siempre narrado desde la inocente mirada de Karen. Ferris desarrolla un complejo entramado de personajes en el que cada uno tiene vida propia. Cabe destacar a su hermano Deeze, la citada Anka o el señor Silverberg entre muchos otros.
Visualmente esta novela gráfica es un singular crisol de referencias como Robert Crumb, la mitología griega, Goya, los cómics y el cine de terror. Ferris plasma el racismo, la marginación, el bullying, la enfermedad, el despertar sexual y las drogas en el convulso Chicago de los 60. En definitiva, su propio paso de la inocencia infantil al desencanto adulto.
Una vez acabado el ingente trabajo todavía le esperaban unas cuantas sorpresas a Emil Ferris. Su editorial se echó atrás al considerar inviable la publicación de una novela gráfica de 700 páginas. Ferris reenvió su trabajo a 50 editoriales, hasta que fue aceptado por Fantagraphics. No cantéis victoria todavía. Las 10.000 copias de la primera edición fueron retenidas en el Canal de Panamá al quebrar la naviera coreana que las transportaba en barco desde China, lo cual retrasó su publicación nuevamente. Como veis, la gestación de esta novela ha sido toda una odisea.
Parece ser que, al fin, todo ha salido bien. Lo que más me gusta son los monstruos ha otorgado a Emil Ferris el reconocimiento internacional, dos merecidos premios Ignatz y una nominación a los Premios Hugo. Incluso se especula con una adaptación cinematográfica a manos de Sam Mendes (Revolutionary Road, American Beauty). Yo sigo esperando con ansia la segunda parte.
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